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lunes, diciembre 23, 2024

LOS MISTERIOS DE LENÍN MORENO. Por Juan Cuvi

¿Cómo analizar al gobierno de Lenín Moreno?  Pues desde la arqueología, porque desde la política resulta una tarea ingrata. En la práctica, toca develar misterios insondables, como la integración de la terna para sustituir a la exvicepresidenta.

¿Alguien tiene una explicación satisfactoria –o al menos verosímil– para semejante decisión? Porque a todos nos cogió en curva, en off-side. Más que nada, por la rapidez con que la hizo pública. No es descabellado pensar que la tenía lista desde hace un buen rato… desde que la mala suerte de la señora Vicuña estaba echada.

En tal circunstancia, no nos queda más que elucubrar, en medio de este laberinto arqueológico, sobre las posibles razones para que Moreno se haya desembarazado de una figura inocua, pero que fungía como cuota de la izquierda, para remplazarla por un cuadro de los grupos empresariales abiertamente conservadores.

Lo primero que salta a la vista es la desconfianza del primer mandatario respecto de ciertos grupos de correístas que, aparentemente, todavía no se han sometido a la nueva religión del poder. No se trata de los conspiradores desembozados, aquellos que hacen denodados esfuerzos por tirar abajo al gobierno. Se trata más bien de los funcionarios ladinos que hacen cálculos sobre la debilidad del gobierno o sobre la precaria salud del Presidente. Probablemente, María Alejandra y su combo no lograron disimular sus pedestres ambiciones sucesorias. Y les cayó el hacha.

Es pertinente suponer, entonces, que la desconfianza presidencial se extiende cada vez más a todo el espectro de la administración pública. No solo porque la conoce a fondo, sino porque desde el inicio de su mandato se le advirtió de ese riesgo. Tenía la infección en el interior del organismo. En ese sentido, desmontar el correísmo no solo constituye una necesidad para el país; es una tabla de salvación para el propio régimen.

Urgido por la tormenta, Moreno ha decidido aferrarse a la boya que le ofrece la derecha. Es la boya de la estabilidad (la “gobernabilidad”, como les encanta decir a los tecnócratas). Moreno la siente más segura que la de sus antiguos conmilitones. Cree que es la única opción para sostenerse. Por eso le encargó la política a una ministra que tiene buenas migas con CREO y con los socialcristianos.

La cuenta, no obstante, puede estar mal sumada. La derecha empresarial nunca ha actuado por patriotismo ni por intereses nacionales. La factura que le pasará al gobierno, a cambio de la sostenibilidad, será, a no dudarlo, onerosa. Ya lo vemos a propósito de la terna vicepresidencial. Apenas la presentó Moreno recibió la más entusiasta aprobación de Lasso, Nebot y del resto de la derecha política.

Porque lo que en el fondo está en juego es la continuidad de un modelo económico que venimos arrastrando desde la época de Lucio Gutiérrez. Mejor dicho, desde que se destapó la bonanza. Concentración de la riqueza, apertura comercial indiscriminada y sometimiento del país a los chinos son algunas de las características de este esquema de acumulación capitalista.

Los grupos monopólicos arrimados a las transnacionales miran de reojo los conflictos políticos y personales. Mientras los negocios fluyen, poco les importa la pelea entre correístas y morenistas. A fin de cuenta, desde Lucio en adelante todo se reduce a la ventaja del grupo en el gobierno para sacarle tajada a la transnacionalización de nuestra economía. A las comisiones. ¿O no son los empresarios que hoy acompañan al Presidente a China los mismos que viajaron en los anteriores gobiernos? Y esto sí no es misterio.

 

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