A pesar de que los indígenas a lo largo de la historia han sido víctimas del olvido, en sus pequeños territorios el sentido de pertenencia a lo runa se mantiene. Aunque se las tilda de retardatarias, sobreviven, y constituyen una innegable realidad en nuestro país. Se calcula que en el Ecuador hay más de 2.000 comunidades indígenas.
Los comuneros viven de manera sencilla, respetan su entorno natural, confían en sus dirigentes, hablan su lengua, controlan su vida social, educan a los niños en los valores ancestrales. Para el gobierno –no importa cuándo lo leas–, las comunidades son remanentes del pasado que no están a la altura del Estado.
Más de 500 años y la justicia social sigue sin llegar. Mama Tránsito Amaguaña tus nietxs siguen en pie de lucha. #ParoNacionalEc2022 #LassoDictador #Ecuador pic.twitter.com/XMpbfcVhGf
— Sofia Lanchimba (@sofialanchimb) June 20, 2022
Históricamente las pequeñas organizaciones comunales han sobrevivido a las estructuras económicas y políticas oficiales. Primero a las del Estado español, imperial y cristiano, que diferenció muy bien entre conquistadores y conquistados; luego a las del Estado nacional, daltónico frente a los derechos de las naciones originarias. Colonialismo y exclusión nacional no se han superado, y ahora las comunidades tienen que vérselas con un Estado liberal cuyos mercado y progreso exigen cada vez más recursos naturales, al tiempo que privilegia a las grandes empresas en la producción de alimentos, impone leyes, reprime la protesta social, fomenta el racismo, reemplaza la identidad con la ciudadanía.
El gobierno no es capaz de responder a preguntas como: ¿por qué no se consideran actores de los cambios políticos y sociales a los indígenas, los dueños originales de estas tierras?, ¿quién se encarga de reparar y recuperar los campos comunales?, ¿en qué condiciones viven los migrantes en los barrios periféricos?, ¿existe alguna institución que les ayude a conseguir trabajo?, ¿hay centros especializados para preservar las lenguas y culturas?, ¿con qué medios de salubridad se cuenta?, ¿cómo afecta el racismo a los indígenas que llegan a las urbes? Son preguntas a las que no dan respuesta los estribillos de los gobiernos.
Ahora las comunidades tienen que vérselas con un Estado liberal cuyos mercado y progreso exigen cada vez más recursos naturales, al tiempo que privilegia a las grandes empresas en la producción de alimentos, impone leyes, reprime la protesta social, fomenta el racismo, reemplaza la identidad con la ciudadanía.
*Ileana Almeida, Filóloga. Profesora universitaria, investigadora, periodista. Nacida en Ambato, Ecuador. Es autora de varios libros, ensayos y artículos de su especialización. Algunos de sus trabajos han sido publicados en México, Perú, Estonia, España, Alemania.
*Fotografía: Nuso.org