Empiezo polemizando y digo que Ecuador es un país en el que proliferan los microfascismos. El gran fascista no asoma de la noche a la mañana, se funda en un conjunto de relaciones autoritarias que se siembran en la sociedad.
Las experiencias de estos tejidos autoritarios son parte de la historia de Argentina, Chile y hoy Brasil. Buena parte de Brasil se ve representada en Jair Bolsonaro porque sus relaciones autoritarias son cotidianas. Este es el “efecto Trump”. Donald Trump es un producto, entre otras cosas, también de los microfascismos estadounidenses.
En Ecuador los facismos de mediana e ínfima escala están en las cortes, consejos, ministerios, direcciones, prefecturas, alcaldías, parroquias, universidades, escuelas, colegios, gremios, sindicatos, medios de comunicación, partidos, fundaciones, familias y otras instituciones sociales.
Los microfascismos son agresivos con las ideologías y sistemas comunitarios. Transgreden las normas comunes y sientan con ansias el deseo de poder y riqueza individual. Todo cacicazgo y los populismos autoritarios pueden convertirse en fascismos.
Los microfascismos generan un conjunto de subjetividades, la indolencia de la sujeción y sumisión en todos los niveles. La subordinación extrema a los jerarcas. El acoso, la burla, la discriminación, el diezmo, el silencio, la venta y la compra de conciencias si bien son parte del sistema mercantil se descuellan en las formas fascistas.
La coordinación a mediana y pequeña escala de todos los temores y angustias atraviesa estas formas autoritarias.
Las Leyes aprobadas en el correísmo y ahora en el morenismo. Sin debate y por encima de todo derecho y oportunidad a la réplica permiten que un solo individuo nombre a decenas de funcionarios del cuerpo administrativo o los remueva.
El microfascismo no necesita plagar de violencia y muerte o de desaparecidos, gana con atemorizar y congelar a la sociedad. Los microfascistas se encargan de “sofocar el menor gesto”, dicen Deleuze y Guattari, corrigen oportunamente cualquier voz que parezca extraña.
Ante la opresión y sumisión, lo sorprendente no es que la gente se movilice o haga huelgas, más bien es que no las haga, que acepte la opresión como connatural. Prohibir las libertades, limitar las economías sin el más mínimo reclamo, recortar los presupuestos, desgranar el personal, vulnerar subsidios sociales es parte de la ideología del neoclasicismo y prima hermana del fascismo. Recordemos que el modelo luz del neoliberalismo se instauró en el Chile fascista de Pinochet.
*Es abogado, licenciado en Ciencias Políticas y Sociales y licenciado en Ciencias de la Educación en Filosofía, Sociología y Economía. Maestro en Sociología. Docente de la Universidad de Cuenca. Investigador Social. Correo Electrónico: hscjaime@hotmail.com