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MONSEÑOR ROMERO. Por Xavier Guachamín

02 de junio 2015

La beatificación de Monseñor Romero es sin duda, un acontecimiento importante para la Iglesia Latinoamericana. Ha sido un sacudón para amplios sectores de la iglesia tradicional y conservadora, pero también un rayo de esperanza para las grandes mayorías cristianas. Los pobres en el Salvador ya lo santificaron hace 20 años cuando las oligarquías y mafias militaristas lo asesinaron y a pesar del abandono de la Iglesia Vaticana. Los pobres del Salvador lo grabaron en su corazón porque vieron en él, al representante de una iglesia comprometida con la liberación de los pobres y no una iglesia comprometida con la dominación de los poderosos.

Los sectores conservadores, sin demora, se han lanzado a la tarea de deformarlo, deformar su vida, sus convicciones, su profetismo, su compromiso. Lo primero que han dicho es que Mons. Romero nada tuvo que ver con la Teología de la Liberación. Quieren convertirlo en el santo del medio evo, en ese personaje encerrado en un monasterio que para estar más cerca de Dios se tuvo que alejar del mundo, de la realidad histórica. Quieren hacer de él un mártir de la Fe. Pero de esa fe simplona en un Dios simplón que no interpela la vida, la injusticia, que no interpela a los poderosos y su proyecto de dominación, que no toma partido por las víctimas de la injusticia.

Quieren hacer de él, un defensor acérrimo de la institución eclesial tal y como está ahora, cuando en verdad fue un defensor radical del Reino de Dios, de la vida del pueblo, de los pobres y un profeta que anunció una crítica radical a ese modelo de iglesia que traficaba con la esperanza de los pobres.

Quieren hacer de él un defensor de la ritualidad espiritualista alejada del mundo. Cuando en realidad él denunció las raíces estructurales del capitalismo, las raíces históricas que habían configurado la situación de injusticia en el Salvador.

Quieren hacer de él un caritativo pastor que se acercó a los pobres y los consoló sin comprometerse seriamente con ellos, quieren quitarle su compromiso con su liberación, con sus organizaciones populares, con el profundo proceso de lucha que vivía el Salvador en aquel momento.

Pero no solo desde dentro, sino también desde fuera de la iglesia se pretende deformar la figura de Mons. Romero. Correa y su séquito, presentes también en la beatificación, no pierden la oportunidad de usar sus mensajes en cada sabatina. Y cada sábado se escucha la voz del profeta de América, en un contexto manipulado que parece hacer campaña por el líder Supremo. El, el todopoderoso Rafael, combatido por los medios de comunicación y por los ricos y San Romero de América que está allí, para con su palabra santificar a este enviado de Dios para salvar al Ecuador de la partidocracia y de los tirapiedras. Soberano cinismo y manipulación descarada.

Nada tiene que ver Mons. Romero con esta imagen que pretenden crear tanto los grupos conservadores de la Iglesia como los sátrapas represores del Gobierno. Nada tiene que ver este Mons. Romero con aquel que denunció los miles de muertos en las calles del Salvador en manos de la oligarquía. Solo habría que preguntarse de qué lado estaría Mons. Romero ahora mismo: ¿defendiendo a Correa o del lado de las comunidades campesinas perseguidas y asediadas por la Policía en Intag? Estaría junto a Correa y la ENAMI o con los defensores del agua de Yanacocha; estaría con Correa o con los pueblo Shuar que defienden sus territorios frente a las ambiciones de

las trasnacionales mineras y petroleras y del Estado? Estaría con el gobierno de Correa o con Javier Ramírez, apresado y perseguido por defender la naturaleza? Estaría con los Yasunidos que han tratado de todas maneras que defender a los pueblos no contactados o con el Estado que los ignora, que violenta Informes oficiales para demostrar que no existen y despejar el terreno para la explotación petrolera?

Quizá el Papa Francisco y los obispos de la iglesia ecuatoriana deberían recordar el testimonio de este obispo mártir que se negó a organizar conjuntamente con los gobernantes: misas, días del Papa, celebraciones de Te Deum y asistir a actos políticos o militares; y que denunció: “La misa se somete a la idolatría del dinero y del poder cuando se usa para cohonestar situaciones pecaminosas, cuando se usa la misa para hacer ver al pueblo que no hay diferencias con la Iglesia. Y lo que menos importa es la misa. Y lo que más importa es salir en los en los periódicos. Hacer prevalecer una convivencia meramente política” (Mons. Romero 24.6.1979)

Foto: http://www.dioceseofcleveland.org

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