*Carta abierta de Libertad Rumiñawi en respuesta al editorial ¿Izquierdismo o antigobiernismo? de autoría de Juan F. Ruales, aparecido el lunes 20 de mayo en versión digital e impresa en diario EL NORTE de la ciudad de Ibarra, provincia de Imbabura.
Por: Libertad Rumiñawi
“Debemos apoyar todo lo que el enemigo combata
y oponernos a todo lo que el enemigo apoye.”
Mao Tsé-tung
¡Cierto! ¡Muy cierto!: “Debemos apoyar todo lo que el enemigo combata y oponernos a todo lo que el enemigo apoye.” Éstas son las palabras que pronunciara Mao Tsé-tung en septiembre de 1.939, bajo las condiciones concretas de invasión que China sufría por parte del Japón. Como ya se sabe, Mao fue uno de los fundadores de la República Popular China; y decimos uno de los fundadores porque, en aquel tiempo, él solo sin el entregado batallar del pueblo chino por sobre su persona, jamás habría inscrito su nombre en la Historia.
Pero… ¡Atención!… Nos unimos al Mao que, en aquel momento concreto, supo distinguir de modo nítido, no sólo a quiénes eran los enemigos del Partido Comunista, sino también a quiénes podían ser gentes de confianza, es decir, los posibles amigos de la Guerra de Resistencia China considerando puntuales objetivos comunes; sin obviar, por supuesto, los límites y distancias que pueden existir en dichas coincidencias, encuentros, amistades, en fin, en dichas alianzas histórico-coyunturales.
Si el señor Juan F. Ruales (autor del editorial al que respondemos), se deshiciera de la lectura vertical y aislada de aquella máxima mencionada en el encabezado, la cual sin duda extrajo, sin más ni más, del Libro Rojo de Mao (al mejor estilo de los “anquilosados en el izquierdismo antigobiernista” a quienes pretende aniquilar en su crítica), y la contextualizara con adecuada precisión, podría descubrir que la Guerra de Resistencia China emprendida ante la irrupción japonesa se hallaba en un momento sin par, dentro de cuyos márgenes debemos destacar que:
a) chinos y japoneses no presentaban campañas con carácter ofensivo, pero tampoco descuidaban la preparación de la contraofensiva estratégica; es decir, la guerra atravesaba por una etapa de equilibrio;
b) del lado chino sobresalían dos fuerzas fundamentales antagónicas entre sí, pero a la vez en favor de la Resistencia contra el Japón: las nacionalistas reaccionarias del Kuomintang (Partido Nacional del Pueblo) al mando del gobierno y lideradas por Chian Kai-shek, y las revolucionarias del Partido Comunista lideradas por Mao Tsé-tung; y,
c) en el interior de China, las fuerzas encabezadas por Wang Ching-wei (reaccionario de corte fascista) colaboraban con los japoneses.
Resumiendo: dada la coyuntura, Mao planteaba que:
1. el Kuomintang y el Partido Comunista debían unirse, es decir: accionar colaborando para defender a China del enemigo común: el Japón; y,
2. si Wang Ching-wei con sus tres consignas: “Oposición a Chiang Kai-shek”, “Oposición al Partido Comunista” y “Amistad con el Japón”, conspiraba en favor de los japoneses, él y éstos se presentaban, de modo determinante, como enemigos del suelo chino.
¡Ése fue el particular escenario de guerra que motivó al líder asiático a sostener: “Debemos apoyar todo lo que el enemigo combata y oponernos a todo lo que el enemigo apoye.”! Visión objetiva en alto grado, clara y práctica, como solo Mao la podía tener, señor Juan F. Ruales. Es decir: aquella frase, de ninguna manera constituye una categoría infalible y eterna, sino un mortal aforismo adaptable según circunstancias; esto supone que, tal sentencia, no puede aplicarse a cualquier momento de la Historia sin importar espacio-tiempo, escenarios y actores políticos específicos.
Acabando esta parte, contemos que, más tarde, los japoneses que invadieron China terminaron rindiéndose en agosto de 1.945 luego de la explosión de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Y el gran final es más conocido: el 1 de octubre de 1.949, el pueblo chino y los comunistas fundaron la República Popular China después de derrotar, tras larga guerra, a los nacionalistas reaccionarios con el mismísimo Chiang Kai-shek a la cabeza.
Eso, nada más, como para refrescar la memoria del señor Juan F. Ruales.
Ahora…
Señor Juan F. Ruales:
¿Sugiere usted que, a la fecha presente, cuando “El Ecuador vive tiempos nuevos.”, los revolucionarios de hoy no antagonizan con un gobierno pro-burgués, por tanto pro-capitalista, sólo porque él encontró la astucia de autodefinirse como revolucionario representante del Socialismo del Siglo XXI?
¿Aconseja usted que, para encausar mejor su compartir y su lucha junto a las explotadas y explotados de la ciudad y el campo, los revolucionarios de hoy “debemos redefinir estrategias y tácticas, amigos y enemigos de clase”, para terminar yendo a la cola del mandatario actual cuando él mismo ha negado frontalmente la existencia de categorías históricas como la lucha de clases?
¿Insinúa usted que, “puesto que las relaciones de poder, sin haber cambiado las estructuras, se han movido en el tablero histórico y las clases sociales del capitalismo, aunque las mismas, tienen una ubicación coyuntural que demanda una redefinición coyuntural también,…”, los revolucionarios de hoy asuman la “tarea histórica” de aliarse como ciegos soñadores a la utopía de Tomás Moro (según discurso pronunciado el 24 de mayo pasado por Gabriela Rivadeneira, presidenta de la Asamblea Nacional), desconociendo todo lo producido a nivel teórico posterior a él, en más de 160 años de teoría marxista y variada práctica insurreccional en todo el mundo para postrarse ante quien se autocalifica como soberano y anti imperialista cuando, a todos los vientos, se proclama la renovación de ataduras al extractivismo “responsable” y al endeudamiento con el nuevo frente imperial chino?
De modo que, ¿anima, usted, a sus “verdaderos izquierdistas”, a amigarse con Rafael Correa y su comparsa de “elegidos” por, tan sólo, un mérito publicitario: ser autores de la ahora caricaturesca afirmación de ser quienes poseen las manos limpias y los corazones ardientes, luego de comprobarse varios actos de corrupción descarada que, en circunstancias de veras revolucionarias, se pagarían caro ante los tribunales del pueblo?
Sí, ya vemos que bajo su concepto particular de “verdaderos izquierdistas”, yace la fanfarronería del amigo de ocasión con el que no hay mayor trascendencia que la de graduarse de intelectual revolucionario en una noche de bohemia al calor de canciones “rojas” y alcohol barato (no por popular, sino por el pobre gusto de morir de cualquier cosa).
Y, claro, haciendo honor a su auto definición como parte de los revolucionarios de siempre, termina excluyéndose del pobre y desvencijado grupo de aquellos a los que sugiere, insinúa y aconseja; y, más aún, los remata calificándolos como “anquilosados en el izquierdismo antigobiernista” ¿Por qué señor Juan F. Ruales?, ¿qué lo exime de la purga?, ¿dónde está el pueblo (el pueblo, decimos, no el grupo de amigos de su círculo) que da fe de su práctica consecuente para inmunizarlo ante la crítica? Y más: ¿no fue usted, durante varios años, militante de alguno de esos partidos y grupos “anquilosados en el izquierdismo antigobiernista”? ¿No valdría más, como buen revolucionario que se dice usted, seguir en la lucha a pesar de los reveces, desde las barriadas y comunidades de los que no tienen nada que perder porque carecen de todo, y levantar a los camaradas con el ejemplo? “¡Vamos, compadre, deme su mano! ¡Tome la mía y ande!”, decía una canción de la cual usted es autor, ¿recuerda?
Pero no importa, usted cuenta a favor con aquello de que la memoria de los más es muy frágil, y el tiempo todo lo borra, ¡por supuesto! Pocos han de acordarse, y otros, seguro, preferirán no acordarse. Así como pocos habrán notado que usted, señor Juan F. Ruales, fue uno de los presentes, entre las decenas de invitados, en la ceremonia de posesión de Rafael Correa para el período 2.013-2.017, en la Asamblea Nacional.
¡Sí, ahí está el quid de la cuestión! Ahí estuvo señor Juan F. Ruales. A eso se debe la sugerencia, la insinuación, el consejo tan dedicados de su parte. A eso debemos tanta ambigüedad ideológica en su decir y en su hacer de los últimos años. A eso debemos sus editoriales cargados de compromiso secreto con el gobierno; y claro, escritos articulados de la manera más sutil posible como para escurrir el bulto, como para que un mundo de distraídos los alabe, o para que un montón de “malos amigos” no pongan el dedo en la llaga de su acomodo político.
A todo eso debemos aquello de que, sepultada “la larga noche neoliberal”… “El cambiar esta situación es de suyo un acto revolucionario sin el cual es impensable la construcción del socialismo. La “izquierda” debe acceder a la comprensión de que “gobierno” no es lo mismo que poder. El poder (económico) lo tienen las clases dominantes tradicionales…”
¿Qué significan para usted, señor Juan F. Ruales, las siguientes palabras pronunciadas por Rafael Correa el 15 de enero de 2.012?:
“Básicamente estamos haciendo mejor las cosas con el mismo modelo de acumulación, antes que cambiarlo, porque no es nuestro deseo perjudicar a los ricos, pero sí es nuestra intención tener una sociedad más justa y equitativa.”
¿Cómo es que se puede ser más justo y equitativo sosteniendo y protegiendo la propiedad privada de los medios de producción (piedra angular de la explotación a La Madre Tierra y al Ser Humano, y de la división de la sociedad en clases sociales) y, además, considerar esto como “un acto revolucionario sin el cual es impensable la construcción del socialismo.”?
Ése, señor Juan F. Ruales, no es más que “un acto revolucionario” desde, por y para los diferentes estratos sociales más favorecidos por el capitalismo con el objetivo de optimizarlo; es así “con el mismo modelo de acumulación”, que se robustece el poder económico de la burguesía apoyada por el auge y gobierno de un sector de la clase media, dejando intacta la explotación de las mayorías. Así, lo que se consigue es que, acorde a SENPLADES (y Alianza País, por supuesto), subsista el capitalismo, pero de un modo mejor organizado; por tanto, nada tiene que ver ese “acto revolucionario” con el socialismo más que como material útil para inflamar la lucha de clases e impulsar al pueblo organizado hacia su real consecución. Así como, también, nada tiene que ver con el Sumak Kawsay, el discurso efectista pronunciado en la posesión del 24 de mayo por la señora Gabriela Rivadeneira, pregonando el supuesto inicio del poder y el gobierno desde todos, por todos y para todos.
Hace tiempo accedimos a diferenciar entre gobierno y poder; y ya lo dijimos antes: de eso hacen más de 160 años. Pero conocemos también el imborrable vínculo que existe entre ambos. O, ¿no sabe, usted, que quien gobierna defendiendo el marco del capitalismo, administra el Estado en dirección de lo que al poder económico imperante le conviene?
En el caso actual, el gobierno sí favorece a los poderosos. Según datos oficiales, en su artículo EL RETORNO DEL ESTADO, primeros pasos post neoliberales, mas no post capitalistas, Alberto Acosta expone que “…el crecimiento acumulado de utilidades de la banca privada en el período 2007-2009 (durante el gobierno de Correa) fue 70% superior al período 2004-2006 (gobiernos neoliberales). En el ejercicio del año fiscal 2011, dada la liquidez registrada por la economía ecuatoriana, el sector bancario incrementó sus utilidades en 52,1% en relación al año anterior. Entre enero y diciembre de 2011, la banca privada ecuatoriana registró 393,1 millones de dólares en utilidades;…”; y continúa en otra parte… “es necesario destacar que las utilidades de los grupos económicos en el período 2006-2010 serían 364% superiores al período 2004-2006. Las utilidades de los grupos económicos habrían pasado de 529 millones de dólares en 2006 (antes de Correa) a 1.830,4 millones de dólares en 2010 (con Correa)” ¡Y Rafael Correa dice que gobierna furiosamente en contra del capital financiero! Y usted le cree, señor Juan F. Ruales.
Y para rematar, como si todo lo anterior fuera poco, el autor de ¿Izquierdismo o antigobiernismo? utiliza a Mao Tsé-tung, desvirtuando sus palabras frente a una realidad ajena a las mismas e intenta chantajear intelectualmente a los distraídos para que salgan en carrera y formen junto a quienes abarrotan las filas de su “gran oportunidad para encontrar la coherencia histórica”, cuando lo que, en verdad ocurre desde esa renovada camarilla agazapada es el desprestigio, la injuria, la persecución y hasta el enjuiciamiento penal a los que, con toda seguridad, el líder de La Gran Marcha protegería con su sabiduría y su propia vida.
Quede sentado: los revolucionarios de cualquier tiempo, tendrán en éstas razones fundamentales, varios argumentos para no ir de la mano del actual gobierno porque lo único que consigue, al poner su maquinaria a disposición de anteriores y nuevas élites, es la redistribución estructural para una consolidación del sistema capitalista en el Ecuador. Por tanto: los revolucionarios de cualquier tiempo no podrán negociar con nadie que sostenga tales circunstancias.
¡Ni “verdaderos izquierdistas” ni “recalcitrantes antigobiernistas”, señor Juan F. Ruales!
¡No le haga el juego, usted, a la socialdemocracia en el gobierno; o hágasela, si es lo que prefiere; tampoco pretenderemos mandar en sus complacencias personales! ¡Pero no nos sugiera nada, no nos insinúe nada, ni nos aconseje! ¡Nosotros no lo hemos autorizado para obrar desde sus alturas y menos para que nos represente!
La izquierda que usted pretende es la misma que ni sí ni no,… ¡pero tal vez con toda seguridad!
La izquierda que usted pretende es la que, sin beneficio de inventario, colabora abatida con la derrota histórica producto de la desorientación de las décadas pasadas, de la unilateralidad, del sectarismo y de la inmovilidad partidaria.
La “verdadera izquierda”, según usted, baila al son que le toquen los manuales de turno; y muy bien se ve que su manual preferido, hoy, es la ecléctica declaración de principios de Alianza País, documento infértil que no merece tener en sus páginas los nombres de Mariátegui y Gramsci, inolvidables teóricos y prácticos del marxismo, o sea: implacables contra la burguesía, la socialdemocracia y los medias tintas que los camuflaban y defendían; ambos, intelectuales proletarios intrépidos, creativos e incansables hasta sus últimos suspiros.
La izquierda para usted es la que usted mismo, desde las adversidades, jamás ayudó a emerger porque más pudo la conveniencia personal y no la relación dialéctica entre lo colectivo y lo individual.
La “izquierda de la verdad” que usted, encima de tanta claudicación, sugiere que se movilice en la dirección cambiada, no hace más que nacer y morir en su propio ombligo para hinchar su vanidad sin ajustarse, en realidad, a lo prescindible de su paso por la vida, señor Juan F. Ruales.
La revolución, señores intelectuales cansados y oprimidos por sus propias oscuridades y derrotas,… la revolución nomás, decimos, no se gesta desde el auto ensalzamiento, no germina desde el parlamentarismo oportunista de los movimientos y partidos par-ti-dos que a duras penas se mueven y comparten con la clase, y sólo acuden a ella cuando se trata de ajustar lo básico para no perder la cuota oficial ni desaparecer junto a su bandera en la próxima papeleta electoral.
La revolución, señores y señoras zagueros de la Historia, la organizan mujeres y hombres que menosprecian de frente las migajas conocidas sínicamente como Bono de Desarrollo Humano y los legalismos que reestructuran y perfeccionan el Estado burgués desde el Plan Nacional de Desarrollo.
La revolución nomás, así nomás, dicha y vivida simplemente, y por eso poderosa-cíclica-hirviente, no se anquilosó en la bohemia ni ha dejado de ver, en la actualidad, a sus nuevas hijas e hijos, así, también pequeñitos cuales duendes humildes, allá adentro y allá arriba y abajísimo junto al pueblo, cautelosos trabajando, fabricando el momento oportuno… ¡fabricándolo, decimos; es decir: escuchando al pueblo y devolviendo en obra organizada sus sueños, cimentando el propio amor y la confianza en sí mismo para que nadie hable ni haga por él!
La revolución, así nomás, decimos, pequeñita, pacienciosa, nos ha enseñado, señores intelectuales, académicos y escueleros, a no ajustarla a nuestra conveniencia, sino a ajustarnos siempre nosotros, como duendes obradores a los requerimientos de ella, que son los del mismo universo.
La revolución, así nomás, nos enseñó a no utilizar ni a mentir a los hermanos mayores y menores (a los animales, a las plantas, a la tierra), atribuyéndonos la capacidad de otorgarles derechos para que, después, unos cuantos terminen quitándoselos por conseguir la más corta vía al “desarrollo”.
La revolución nos enseñó a no nombrarnos a nosotros mismos como los “verdaderos” porque… ¡caramba!… ¿quién podrá ser dueño de la verdad?… ¡si la verdad verdadera de nuestro cuerpo ya es demasiada y sí que no se abarca y, sobre todo, pesa!
Por último: la revolución, hermanas y hermanos todas y todos, esa que se anda en comunidad por todos los abajo posibles nos enseñó, enseña y enseñará:…
…a cuidarnos de ser “recalcitrantes” para dar su justa medida a las cosas y para solo aferrarnos al movimiento universal al cual nos debemos, a no creer que observamos más allá de lo que vemos y a no pretender más que la estatura que el cosmos nos otorgó para enfrentarlo…
…a escoger con calma a nuestros amigos, a desenmascarar a los que se olvidaron de serlo y a combatir sin miedo, sin cuartel y sin tregua a éstos y a los que jamás lo podrán ser…
…a no camuflar las cosas y a llamarlas, sin vergüenza, por su nombre. ¡Que no se dice “izquierdistas”, señor Juan F. Ruales, sino COMUNISTAS, nomás; que un simple fulano, sobre todo si pretende revolucionar algo, no se avergüenza de lo que es ni de lo que persigue, aquí y en cualquier lugar del mundo!…
…a que cada día nos levantemos junto a nuestras hijas e hijos, y que cada noche nos acostemos al lado de ellas y ellos, viendo lo más lejos que alcancen nuestros pequeñitos ojos para que, esperanzados, siempre y sin rodeos repitamos:
… ¡que los amigos se comporten como tales y no timen a nuestras familias con baratijas ni poemas ni canciones vaciadas de contenido o usando dobles y hasta triples discursos!
… ¡que el enemigo no nos alcance y que su persecución nos haga más valientes!
…¡que la nueva socialdemocracia tenga más representantes como el tan nombrado en estas líneas para, así, vencerla más rápido!; y,
… ¡que, por efecto de nuestras acciones, la explotación de La Madre Tierra y del Ser Humano desaparezca de una buena vez!
¡Revolución Comunista o Muerte! ¡Carajo!
Amén.
Libertad Rumiñawi
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