El triunfo de la revolución en 1979 fue un gran impacto y abrió grandes expectativas. Luego de 45 días de huelga general y con la lucha armada del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) fue derrotada la Guardia Nacional y el feroz dictador huyó. Cuarenta años después quien encabezó esa revolución, Daniel Ortega, es un sanguinario dictador repudiado por su pueblo.
Esa revolución triunfante fue llevada a la derrota por la conducción del sandinismo. Es muy importante sacar las conclusiones de cómo se llegó a que 40 años después el ex comandante Daniel Ortega, usando las banderas del FSLN, gobierne para los ricos y contra el pueblo trabajador y oprimido. Algunos ex sandinistas como el escritor Sergio Ramírez (fue vicepresidente de Ortega desde 1985 a 1990) argumentan, contra Ortega, que todo se debió a “que queríamos un partido hegemónico” y que se dejó de lado el carácter “democrático” de la revolución. Para los socialistas revolucionarios el balance es otro. Si bien es real el avance antidemocrático de Ortega, el problema de fondo es que el FSLN no rompió con la burguesía y el imperialismo. Y por ese camino terminaron hambreando y reprimiendo al pueblo nica.
El triunfo revolucionario
La revolución fue inmensa. La familia Somoza dominaba Nicaragua desde 1936, con una dictadura totalmente pro yanqui. En 1979 prácticamente todo el pueblo nica se fue levantando. Para mediados de año, en intensos combates entre el FSLN y la Guardia Nacional, la zona norte (Matagalpa y León) quedó en manos de “los muchachos” (la denominación popular de los sandinistas). Desesperado, en la capital, Managua, el sanguinario Somoza hizo bombardear las barriadas obreras. La pelea fue calle a calle. En el frente sur (fronterizo con Costa Rica), la batalla final se concentró en la toma de la ciudad de Rivas, último baluarte de la dictadura. El 19 de julio de 1979, Managua quedó en manos de los rebeldes. En un país con dos millones y medio de habitantes, hubo aproximadamente 50.000 caídos.
En su lucha, y con los sandinistas a la cabeza, las masas nicaragüenses liquidaron el Estado burgués, aniquilaron su ejército, se armaron parcialmente y comenzaron a ocupar tierras y fábricas, a fundar sindicatos y a ejercer embrionaria y parcialmente un poder político directo. Se abría una enorme oportunidad para avanzar en las expropiaciones a la gran burguesía y el imperialismo, desconocer la deuda externa de la dictadura, comenzar una planificación de la economía para satisfacer en primer lugar las urgentes necesidades del castigado pueblo nica. O sea iniciar el camino del socialismo.
La política de la conducción del FSLN fue opuesta. Formaron el Gobierno de Reconstrucción Nacional (GRN), con los principales representantes de la minúscula burguesía antisomocista, Violeta Chamorro del Partido Conservador y el empresario Alfonso Robelo.
Los sandinistas emprendieron este camino de la mano de un consejero muy importante: Fidel Castro. En un discurso en la ciudad cubana de Holguín, con la presencia de Robelo y varios comandantes sandinistas, Castro dijo que “Nicaragua no debía ser otra Cuba”. Les aconsejó a los sandinistas que hicieran lo opuesto a la experiencia de Cuba en 1959-61, cuando Fidel y el Che Guevara encabezaron la ruptura con el imperialismo y la burguesía cubana, las expropiaciones y la planificación económica.
Nuestra corriente, encabezada por Nahuel Moreno, planteó una política alternativa a la de Ortega y Castro. Intervenimos en la revolución de 1979 con la Brigada de Combatientes Simón Bolívar. La política de la dirección de la brigada era impulsar la movilización y el poder obrero y campesino independiente, vía los nuevos sindicatos y las milicias populares. Proponía un gobierno sandinista sin capitalistas para avanzar en la expropiación de los terratenientes y la burguesía y apoyar el proceso revolucionario de El Salvador. La política de Ortega y la dirección del FSLN era otra, por eso finalmente el Ortega expulsó a la brigada. Los brigadistas fueron detenidos y enviados a una cárcel de Panamá.
Ortega y el FSLN gobernaron con la burguesía y reconstruyendo la economía y las instituciones políticas y militares del capitalismo. El pueblo nica fue el que sufrió las consecuencias de esta política con más pobreza y represión.
Ahora hay que terminar con la dictadura de Ortega
En 1990, el FSLN perdió las elecciones a manos de la derechista pro yanky Violeta Chamorro. En el 2006 Daniel Ortega volvió al poder, antes había firmado un pacto con el somocista Partido Liberal Constitucionalista del corrupto Arnoldo Alemán. Se alió a los sectores más derechistas en el Congreso para aprobar, por ejemplo, una ley que prohibió el derecho al aborto, uno de los logros de la revolución. Pactó con la Iglesia Católica y con los grandes empresarios de Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP).
Finalmente, en abril de 2018 estalló una rebelión popular. El detonante fue el intento de Ortega de imponer una reforma previsional aconsejada por el FMI. Miles salieron a la calle en todo el país. Se levantaron otra vez barricadas. Ortega tuvo que retroceder con la reforma, pero el odio a la dictadura llevó a que la movilización no se detuviera y pasara a exigir: ¡Qué se vaya Daniel, la Iglesia, el imperialismo, la OEA y los grandes empresarios!, temerosos de que Ortega cayera por una nueva revolución, como las del Norte de África convocaron al “diálogo” y a la negociación. Mientras Ortega seguía reprimiendo y encarcelando a los luchadores. Hasta hoy se sabe de unos 350 muertos, por esas dos vías lograron que, por ahora y pese a las movilizaciones, el régimen subsista.
La movilización fue mostrando formas de auto organización de los estudiantes, del movimiento de mujeres y de los campesinos (el “Movimiento contra el Canal”, entre ellos). Pero el déficit de la rebelión popular nicaragüense ha sido la ausencia de una dirección revolucionaria. Este vacío fue aprovechado para que la oposición al régimen se canalice por la Alianza Cívica que está hegemonizado por sectores empresarios de la Cosep y Mario Arana, presidente de la Cámara de Comercio Americana, entre otros.
Desde marzo se instaló una mesa de negociación con el gobierno, pero muchos sectores son críticos a ese diálogo. Entre ellos los dirigentes del movimiento estudiantil, organizaciones de mujeres en lucha o ex comandantes sandinistas como Luis Carrión y Dora Téllez, que rompieron con Ortega. Fruto de esas negociaciones salió una ley de Amnistía que liberó a una parte importante de los dirigentes presos, como el dirigente campesino Medardo Mairena, el dirigente estudiantil Yubrank Suazo o los periodistas Miguel Mora y Lucia Pineda. Pero la ley ha sido repudiada porque tiene la trampa que permite la liberación y la “amnistía” de los policías y paramilitares genocidas del régimen, mientras siguen presos otros luchadores.
Contra este diálogo tramposo la única salida es continuar con la movilización popular hasta derribar a la dictadura de Ortega y en ese camino ir buscando de dar pasos para formar un reagrupamiento revolucionario alternativo. En la perspectiva de luchar por un gobierno de los de abajo, de las organizaciones auto convocadas, de trabajadores, estudiantiles, de las mujeres y los campesinos. La tarea que quedó pendiente luego de la revolución de 1979.
*Dirigente de Izquierda Socialista (Argentina) y de la UIT-CI, ex integrante de la Brigada Simón Bolívar