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06 Febrero 2014
“Nuestra América debe sacudirse de todo neocolonialismo. Lo que más abunda todavía son esos intentos neocolonialistas”, dijo en entrevista concedida a Telesur, desde La Habana, Cuba, donde se celebra la II Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).” (Rafael Correa, enero 28 – 2104 Radio Mundial).
Así es, estamos totalmente de acuerdo con la frase de “sacudirse de todo neocolonialismo”, pero que sea realmente con “todo”, pues el neocolonialismo se expresa en cada una de las formas y acciones de su existencia como tal, y no solo en algunos elementos o partes, lo que implica entender que el neocolonialismo es un “sistema-mundo” integral. El neocolonialismo político o económico siempre viene aparejado de un neocolonialismo epistemológico, cultural, tecnológico, filosófico, científico, psicológico, artístico, estético, académico, etc. Hablar de un neocolonialismo político-económico y dejar afuera todo lo demás, es al final no decir nada o decir muy poco. Como de igual manera, pretender salir del capitalismo sin salir del sistema neocolonial en su conjunto, es un saludo a la bandera.
Criticar al neocolonialismo sin criticar a las fuentes y raíces del pensamiento neocolonial es quedarse en las ramas y por ende que las acciones sean superficiales o contradictorias. Se critica al “imperio del capital, los monopolios privados de la comunicación, el rol intervencionista de las ONG, el favoritismo corporativo en los Tratados Bilaterales de Inversión” (Correa, enero 29 2014- El ciudadano), pero por otro lado, se aplauden y se convocan las intervenciones de las universidades del neocolonialismo, la presencia de intelectuales que refuerzan el pensamiento neocolonial, la acción de técnicas y tecnologías neocoloniales, la manifestación de comercios y de productos envueltos de neocolonialismo, la expresión de modelos y estilos de vida neocoloniales, etc. Así por ejemplo, tenemos que las universidades correistas en creación, siguen los mismos esquemas y prototipos del sistema educativo provenientes del neocolonialismo, con todos sus esquemas, categorías y valores.
Pero lo más lamentable -y que se convierte en una “global hipocresía” (Correa)- es servir y entregar nuestros recursos naturales a los Estados neocoloniales. Criticar a los países neocoloniales y al mismo tiempo venderles las materias primas es reforzar el neocolonialismo. Además de continuar con las mismas concepciones desarrollistas, progresistas, modernistas, evolucionistas, extractivistas, etc. del neocolonialismo, lo que en la práctica significa consolidar al sistema-mundo neocolonial por más que los discursos sean antiimperialistas. Por tanto, tener al primer mundo como referente y meta de todos los pueblos del mundo, es avanzar hacia la neocolonización mundial.
Ese ha sido el error de la izquierda a nivel mundial, pretender salir del capitalismo sin salir del sistema-mundo en su conjunto. Emprender una acción política y económica sin cuestionar a las bases cognoscitivas constitutivas que sostienen a todo el neocolonialismo es simplemente darse la vuelta en lo mismo. Tal como lo demuestran las experiencias estatistas y capitalistas de Estado emprendidas por la izquierda en el mundo entero, y que ha implicado el reforzamiento del sistema neocolonial en su conjunto antes que su resquebrajamiento y peor su quiebre. La izquierda ha sido una contraparte del capitalismo pero al mismo tiempo ha sido un puntal en el reforzamiento del pensamiento racionalista, materialista y mecanicista del primermundismo, es decir del neocolonialismo.
De esto no se salva nadie en la izquierda, toda ella sigue la corriente anticolonial a nivel político, más no: axiológico, ontológico y paradigmático. Se cuestiona al poder político pero no al poder filosófico, académico y civilizatorio inmanente en toda la forma del “sistema-mundo” neocolonial. Incluso el Buen Vivir puesto en marcha por los “gobiernos progresistas” sigue dentro de las mismas metodologías y hermenéuticas de la racionalidad primermundista, esto es, neocolonialista. Ni siquiera el feminismo, ni el ecologismo, ni el culturalismo, ni el etnicismo han logrado tener una posición integral antineocolonial. De ahí que la única expresión de un verdadero sacudimiento del neocolonialismo, son las visiones, concepciones, y paradigmas de los pueblos originarios que resisten a los diferentes tentáculos del neocolonialismo, guardando sus concepciones y modos de estar en la vida, propios y diferentes. Acabar con el neocolonialismo político no implica necesariamente acabar con la globalización y uniformización del modo de vida neocolonial. Por tanto, salir del neocolonialismo implica salir del eurocentrismo y del occidentalismo en todos sus niveles y partes, pero de todos verdaderamente, sino son solo golpes de pecho en el lado izquierdo para presentarse como antiderechistas cuando no se cuestiona al sistema-mundo primermundista neocolonial como tal. La independencia no es solo económica y política sino fundamentalmente paradigmática, filosófica, conciencial. Si no hay independencia epistemológica no hay independencia política, solo pasar de un lado a otro del mismo sistema-mundo neocolonialista. Por eso, es que estamos viviendo un neocolonialismo porque no hubo ninguna independencia en la época colonial, por lo que la “segunda independencia” es total sino será otro fracaso más de la izquierda.
En este sentido, el sumak kawsay y demás expresiones similares que sobreviven en el tercer mundo y que viven en el cuarto mundo, con todos sus principios, sapiencias, ciencias, filosofías de vida, son una alter-nativa real al neocolonialismo global. Lo que quiere decir, que sí son posibles otras ciencias, tecnologías, técnicas, organizaciones, economías, políticas, gobiernos, etc., desde otros fundamentos y variables anti neocoloniales o anti primermundistas. Es mas, frente al cambio climático el mundo tiene la obligación -por supervivencia de especie- de replantear todas las nociones provenientes desde el primer mundo neocolonial. Y que necesariamente implica un cambio estructural, organizacional y fundacional dentro de otras visiones, conciencias y paradigmas, como la sistémica y orgánica de tipo relacional y vitalista, que son totalmente excluyentes de la neocolonial primermundista.