El Comercio <www.comercio.com>
09 agosto 2013
No sé si el país ha salido de la larga noche neoliberal, tal como se pregona desde las alturas oficiales. Persisten sobradas razones para pensar lo contrario. De lo que no cabe la menor duda es que, hasta ahora, no hemos logrado salir de la larga noche de la partidocracia. El alboroto provocado a propósito de la reelección indefinida es la evidencia más palmaria del estancamiento de la política nacional, de su entrampamiento en el pasado.
Que Alianza País no sea formalmente un partido no significa que se comporte de manera distinta. El concepto de partidocracia –más allá de la muletilla en que lo han convertido– no se reduce a designar personajes o siglas institucionales, hoy en franca retirada o desintegración; se refiere principalmente a procedimientos. Y el movimiento oficialista está desbordando con creces las prácticas más arcaicas de la vieja y viciada política ecuatoriana. Si Alianza País cree que con la última trifulca está acorralando al Alcalde de Guayaquil se equivoca de cabo a rabo; en la práctica, lo que realmente está haciendo es un ingreso triunfal al cenagoso territorio de la politiquería nacional y local.
La reelección indefinida está anclada a una serie de artimañas y comportamientos abiertamente perversos. En primer lugar, la reducción del proyecto político a la simple permanencia y perpetuación en el poder; en segundo lugar, el renunciamiento institucional y colectivo a favor de una figura caudillista y mesiánica; en tercer lugar, el blindaje contra todo tipo de fiscalización; el cuarto lugar, la entronización de una empresa electoral basada en la habilidad y el dispendio publicitarios; en quinto lugar, la supresión del debate político inclusive –o sobre todo– al interior del oficialismo; en sexto lugar, la conversión de la participación ciudadana en una simple formalidad; en séptimo lugar, la total personalización y centralización del ejercicio del poder; en octavo lugar, la consagración de la gerencia partidaria vitalicia; en noveno lugar, la anulación definitiva de nuevos liderazgos. En síntesis, todo el arsenal de deformaciones y taras que han caracterizado a nuestra política.
En el fondo, no es más que la manipulación de las leyes en beneficio del poder de turno, la reedición del eterno mecanismo mediante el cual se ha impedido, en forma sistemática, la construcción de una institucionalidad que asegure y profundice un eventual pacto social.
Nada nuevo ni creativo. Nada de qué ufanarse al amparo de la retórica revolucionaria en boga. El mismo viejo libreto reverdecido en versión fosforescente. La última pieza que faltaba en el desgastado rompecabezas de la partidocracia ecuatoriana: que una agrupación gobierne a nombre de la izquierda. De la izquierda partidocrática.
Y pensar que con la dinámica de una participación ciudadana verdadera, el talento social sería el que aprovisionaría el bienestar social.
Para el efecto, con las respectivas reglas del juego y bajo administración pública y/o privada, centros de incentivos, recepción, registro y difusión de propuestas, proyectos, soluciones, etc., compendios que serían ofertados de forma verbal o escrita por parte de ciudadanas(os) nacionales y extranjeros.
Ejemplos: Edificios todo en uno, de una cuadra por lado, interconectadas sus terrazas con puentes colgantes, con el número de cédula para nacionales y el pasaporte para extranjeros, rifar diez mil dólares diarios, lanzar un puñado de monedas en donde se estime conveniente para que otras(os) las encuentren, desarrollar proyectos de centros urbanos peatonales, organizar unas olimpiadas mundiales de novedosos temas, etc., etc. Cordiales saludos,