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viernes, noviembre 22, 2024

POBREZA Y CULTURA. Por Sebastián Endara

La pobreza es el efecto natural de la inequidad, el sometimiento y la explotación. Es una condición social, no una situación individual causada por la ineptitud o la falta de visión. La pobreza también está relacionada con ciertos paradigmas aceptados comúnmente por la sociedad, entre los que destaca aquella idea de que la ganancia de uno implica necesariamente la pérdida de otros, cuestión que no obstante, es discutible.

En todo caso, lo cierto es que la pobreza se manifiesta en la incapacidad de atender las propias necesidades, tanto las naturales como aquellas aparecidas en un contexto histórico particular. Esa incapacidad implica desde luego la disminución de las cualidades y potencialidades de las personas, y por lo tanto, su exclusión expresa de los procesos de construcción social. Si la pobreza proviene en rigor de una particular forma de comprensión de la riqueza, se entiende que la modificación de esta idea, supondría la modificación de la primera.

Pero la idea de riqueza acuñada en términos estrictamente economicistas se encuentra en el fundamento mismo de la civilización occidental, por lo que una probable modificación de la idea de riqueza conlleve a una modificación del ordenamiento civilizatorio, y en este punto, pasamos al ámbito de la cultura. Pero antes de preguntarnos ¿Qué dice la cultura contemporánea sobre el ordenamiento social? Debemos preguntarnos si la cultura efectivamente tiene alguna posibilidad de incidencia en campos -como por ejemplo el de la economía y las finanzas-, que se han especializado a tal punto de excluir todo aquello que no esté revestido y legitimado por su fraseología técnica, que además le dota de una predominancia cuasi dogmática.

Respondiendo la segunda pregunta decimos que sí. Pero la incidencia no es una cuestión técnica, sino una cuestión política con lo cual la reflexión desde la cultura sobre el tema de la pobreza, la economía o cualquier tema de nuestra sociedad, presupone necesariamente una posición política básica que no siempre es explícita, sino ambigua, difusa, muy probablemente debido a la “falta de criterio” como el criterio imperante de la sociedad contemporánea. Imperativo entonces, es descubrir detrás de las opiniones, de las exposiciones, de las puestas en escena, de los proyectos, etc., la intencionalidad política; o como reforzamiento o como superación del orden actual. Solo así podremos saber qué dice la cultura sobre el ordenamiento social.

 

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