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28 Octubre 2013
En 1833, Filippo Taglioni, célebre coreógrafo italiano, montó en París la obra La rebelión del serrallo. La historia ocurre en un harén donde las esposas del patriarca deciden rebelarse para exigir su libertad. Según algunas estudiosas, se trata del primer ballet que plantea el tema de la emancipación de las mujeres, al menos dos décadas antes de que el movimiento feminista empezara a plantear la agenda de la ampliación de oportunidades para ellas.
Montada unos años después en Londres, la obra provocó el rechazo de la puritana e hipócrita sociedad victoriana. “Es un espectáculo que debería quedar restringido a los escenarios franceses”, opinaron varias voces autorizadas del mundo del arte. No obstante, The Revolt of the Harem, por su denominación en inglés, quedó trágicamente atada a la historia de la danza británica: en 1844, Clara Webster, una de las bailarinas de ballet más famosas del momento, se incendió en pleno escenario cuando sus volátiles ropas hicieron contacto con una lámpara de aceite. Murió dos días después.
Era la época en que el romanticismo se esparcía y se imponía por toda Europa, y que las exigencias de un mayor protagonismo de las mujeres en la vida pública cobraban fuerza. Era la época en que Aurore Lucile Dupin escandalizaba a la sociedad vistiéndose con ropas de hombre y adoptando el seudónimo masculino de George Sand. En cierta forma, el ballet de Taglioni proponía una visión crítica de lo que se consideraba una condición retrógrada, opresiva e indigna para las mujeres… obviamente desde Europa, desde los estereotipos de la cultura hegemónica occidental.
Un siglo y medio después, una prestigiosa feminista marroquí tuvo la audacia de desmitificar estos estereotipos. Fatema Mernissi, premio Príncipe de Asturias 2003, sugiere que la única diferencia entre musulmanas y cristianas es que estas últimas portan un velo invisible. Una de sus obras más conocidas es, precisamente, El harén en Occidente.
En un artículo casualmente titulado Rebelión en el harén, se hace una reseña de su obra e historia personal. Ella misma nacida en un serrallo, constató más tarde que las mujeres occidentales también enfrentan formas de dominación análogas. El ayatola adusto e implacable del islamismo puede ser equiparado en occidente con la tiranía de la anorexia o con el extremismo de la moda. Mernissi reivindica valores insospechados para nosotros: por ejemplo, que a las musulmanas no se les enseña a esperar al príncipe azul –y en ocasiones verde flex– como a las occidentales, sino a trabajar desde el intelecto para optar en condiciones más favorables.
De cara a los hombres afirma: “Para que pueda iniciarse el diálogo hay que saber confrontar al otro e insistir en que se conozcan y respeten los límites”.