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RECOMENDACIONES PARA FORMAR A UN DICTADOR (Aforismos del poder) Por Tomas Rodríguez León

20 de Octubre  2015

“Una dictadura es un estado en el que todos temen a uno y uno a todos”. Alberto Moravia

Todo gobernante en su inconsciente recrea a un monarca, en su íntima convicción presume que su sillón es un trono, que se lo merece porque es herencia del destino.

En la función del poder piensa seriamente en las armas; las armas son una propiedad de la virtud, que le da seguridad al mando, si no amas las armas     te armas un lio.

Conservar el poder es conservar un privilegio y saber defenderlo es el primer mandato, el de rutina, y será el último. El pueblo comprenderá al bienaventurado y su destino, deberá recordar por costumbre su condición natural de subordinado y no deberá alterar el orden establecido, porque es un orden preestablecido por Dios.

La inconformidad del pueblo con los gobernantes pasados se recordará a los subalternos como premisa para contentarlos, los ofendidos siempre serán ellos. De ofendidos pasaron a ser salvadores, el pasado necesita ser derrocado.

La hegemonía, aspiración y método necesita de procesos uniformes; lengua, religión, costumbres. Mientras menos diversos sean los comportamientos, mejor está garantizado el ejercicio del poder.

Controlar los desafueros, será un acto de colonización, porque en el orden se impone la vigencia de su legitimidad que sabrá conquistarse a las buenas o a las malas.

El ahorro es un asunto importante, se enseñará al pueblo a no gastar tanto dinero y a comprender el gasto de los gobernantes, sus viajes y placeres. Comprenderá el pueblo que son necesidades de castigo por su propio bien.

La depredación de los enemigos o de los gobernados rebeldes será un despojo pedagógico que ejemplifica de lo que es capaz un gobernante enojado. El despojo a los vencidos los llevará a ser imposibilitados para vengarse…la muerte no es una mala opción.

Tratar bien a los otros poderes para que no se sientan perjudicados, será un fundamento esencial en la práctica de todo gobernante que no quiera dejar de serlo.

Ayudar a los menesterosos será positivo, y si los mugrosos ofrecen su sangre con generosidad mucho más. Sin embargo a la chusma se la verá con cautela porque si no se cuida de ellos, podrían quitarle el puesto. La chusma tiene el desagrado de elegir nuevos verdugos.

La desobediencia civil, será tratada como una peste y todo desorden controlado,   aún los más pequeños, porque si se les deja crecer, se hacen grandes e incorregibles. Todo desobediente es un peligro, pero sobre todo si los desobedientes son los niños, por eso deberán ser corregidos con escarnio.

Los ministros y secretarios entenderán que son servidores públicos siendo servidores del mandatario y el amor al pueblo es primero el amor al líder.

Los súbditos en mora servirán con esmero y serán delatores de oficio, persiguiendo traidores, sabrán guerrear sin miramientos y no tendrán piedad con los opositores. El opositor resistente será sometido a una condición de la cual no se puedan recuperar, si se los persigue deberán considerar que no termina la cacería si se cae, pues encima recibirán otra tunda.

Cuando se aburren los que apoyan y se cansan los oprimidos, se harán fiesta, festejos, orgias, se pondrán payasos en las veredas y perros en las calles, para decirle a Sancho: si los perros ladran es que avanzamos.

Las ciudades, aun las más pequeñas en concordia o en discordia acostumbradas a regirse por sus propias reglas deberán sentir el peso del estado central, se podrá arrasarlas y luego reconstruirlas, en ejercicio ciudadano y cívico. Dejar a las comunas actuar por si mismas sería negarse a la conquista y podría consagrar rebeliones. Las ciudades sobre todo las pequeñas, son amantes propensas a la libertad o quieren ser libres.

Nada debe dejarse al azar, ni la elección de la reina, ni la reina del camino, ni la dirección de un club de deportes, ni la votación de la ONU, ni la votación de un recinto campesino. Para conservar el poder y establecerse en lo conquistado, será imprescindible que la marca registrada del poder se haga sentir en todos los terrenos.

La gloria del poder nace de la fama, buena o mala no importa. Las nuevas leyes cimentarán fama y presencia del gobernante y garantizarán seguridad. Las nuevas leyes sembrarán temor y respeto y no se debe olvidar que los pueblos le temen a lo nuevo, ventaja para el gobernante. El mejor método hacer sentir el peso de la ley es saber imponer la nuevas leyes por la fuerza.

Se conseguirá el amor del pueblo solo como algo semejante al amor a Dios, y se debe con urgencia liquidar a los ateos de la política porque son los profetas que hacen difícil preservar el dominio de la fe y al amor sumiso y obediente.

Se cantarán canciones con infinito amor y se dictarán clases de amor y de odio. Se dispondrá del poder de los miedos y de los medios, así como de todos los medios del poder. La verdad será establecida por decreto y difundida con fervor.

Para organizar la nueva era se debe desordenar el dominio anterior. Frente a los desórdenes anteriores del pueblo hay que fingir algarabía y entusiasmo. Frente a los desórdenes actuales ser severos a nombre del orden y la paz. Si la severidad es excesiva nunca pedir perdón, pero recordad hay que regar miel y agua bendita sobre la llaga de los adoloridos.

No tener miedo al crimen, que nunca dejará de ser necesario, siempre que nadie más se constituya en criminal. Hacer buen uso de la crueldad implica no reconocer jamás haber cometido un asesinato y se sabrá entregar condolencias a los allegados (auto convencerse de que no es nada personal).

Concentrar la autoridad en la foto de Dios. El gobernante dirá que el más grande activo es su imagen y su retrato es sacro. Si los enemigos se creen sus iguales, se sabrá hacer notar la diferencia.

Dar a Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios. Pero Dios perdona, Cesar, no, por ello será inclemente con los tributos, los impuestos y las herencias.

Las tropas de la lealtad para la guerra contra los impíos, pueden ser propias o prestadas, mixtas, auxiliares o mercenarias. Pero se sabrá cortar cabezas propias a su debido tiempo, porque la sangre siembra ambiciones hasta en los apóstoles.

El árbol del bien y del mal solo será sembrado en los jardines del palacio del poder, ser bueno estratégicamente: dar el pan y el vino, beber y compartir, sacar la lengua con fe y cerrar los ojos ante la hostia de la comunión. Pero no dudar en la maldad; saber que la saña educa y no dar paso atrás, ni ante las madres crucificadas o de rodillas que serán apartadas con desdén.

El encarnizamiento será terapéutico, el fuego redención, la ira del poder justicia….

Y si a pesar de esto, se cumple, se sobrevive o se sobre muere eternamente, queda el recurso del suicidio si la soledad del poder les atormenta.

 

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