Escuchar, mirar y leer algunas muestras de virulencia y odio en los dos bloques contrincantes aquí en la red, en la calle, el discurso, la tele, la sabatina, el twitter y la radio, o saber que ambos bandos solo se atacan y amenazan pero ninguno da ejemplo de lo que dice defender (diálogo, democracia, ley, constitución, respeto, tolerancia, paz, buen vivir, serenidad y equidad), para una observadora no ecuatoriana es un aprendizaje rápido en tiempo real. Provoca miedo, pesar y mucha prudencia, por lo que pudiera acontecer después.
He oído, leído y visto expresiones de: Homofobia (“maricón” es la frase más suave, celebrada en grupo y de ello, nada dice la comunidad LGBTI); Xenofobia (¿Qué culpa tienen los migrantes o residentes chinos, venezolanos, cubanos o haitianos, de lo que pasa en el país o hace su gobierno? Y ni se diga los colombianos y colombianas, que siempre somos objeto de xenofobia encubierta o abierta hace décadas: Vimos en un ‘Supermaxi’ cómo varias mujeres y hombres insultaban a una familia china en la fila de pagar. ‘¡Lárguense con su Correa, chinos tal y cual!’); Racismo en el lenguaje (“Longos, indias, verdugos, longa, guangudo”, son calificativos discriminatorios); Clasismo pedestre (“Los vagos no trabajan ni han generado riqueza”).
Pero sobre todo he podido ver, oír y leer muestras de Machismo gravemente aceptado como ‘temperamento guerrero’ en un lado y otro (si Nebot dice: “Aquí estamos para decirle a este hombre ándate al carajo”, o “Si quieren darle una patada, désenla en esos grandes glúteos”, Correa -el que faltó tanto el respeto a tantos, hasta que tantos lo irrespetaran a él- peligrosamente invita a los manabitas a “convertirse en los nuevos montoneros y montoneras para defender la revolución”, o contesta “Le hemos dado donde más le duele” y al pedido del alcalde capitalino de que rectifique, responde: “Que bachee las calles de Quito, vengo de mi domicilio con los riñones destrozados”).
En estas semanas he palpado cómo aumentan esas expresiones, sobre todo en aquellos y aquellas a quienes felicito su gran valentía para castigar simbólicamente, con su dignidad levantada, a un presidente que convirtió el insulto y la ofensa en norma de conducta y que ha cometido tantos desafueros contra tantos y tantas hasta el cansancio; pero a quienes también llamo a que reflexionen para que no construyan nada sobre el odio.
Nuestro equipo de mujeres y hombres feministas, ecuatorianas y colombianas de “Mujeres Contando en voz alta” (con dos perfiles eliminados de Facebook en tres días debido a nuestros comentarios cuestionadores al poder), ha criticado con dureza los desafueros de este Presidente y por haber convertido sus creencias personales en política pública contra las mujeres.
Pero se siente en el ambiente una inimaginable violencia contenida, de “todos contra todos” que está a las puertas de este país tan hermoso. Dios ilumine a todo el Ecuador y sobre todo al presidente Correa, a su gobierno, pero también a la oposición, a todas y todos.
Vine, por amor, de un país al que amo y me duele tanto, y donde aún sufrimos los efectos de “El Bogotazo” y de la Violencia de todos contra todos. Espero que este país, tan bonito en muchos aspectos y con tantas virtudes, cosas buenas y fortalezas en toda su gente, en la de ambos bandos, resuelva sus diferencias en paz y en democracia como siempre lo han hecho, para ejemplo de América.
Espero que un pueblo al cual se pertenece el amor de mi vida, un país que me abrió sus puertas, en el que tengo hoy dos hijas de crianza a las que adoro, al que aporto con mi trabajo digno ganado con mi propio esfuerzo y en el que hice amistades queridas como ustedes, no termine en un conflicto fratricida. El ejemplo que cada uno de al rato de escribir, opinar, luchar o comentar, es importante. Tenemos que evitar lo que los ruandeses nunca pensaron ni creyeron que les pasaría: desatar el infierno entre sí, en el momento menos pensado.
Fuente: “Mujeres contando en voz alta”
Enviado de Samsung Mobile