Rocky Balboa es un underdog. Un underdog es un contendiente en desventaja, un perdedor probable que tiene todo un sistema contra sí mismo. Rocky es un underdog por su sendero solitario y por su entrenamiento artesanal. Por su falta de educación formal y porque es visto como se no fuera muy inteligente. Por su estilo. Rocky recibe puñetazos a los límites de la capacidad humana y luego hace despertar en si una fuerza interior abrumadora. Por eso, la historia de las victorias y derrotas de Rocky es el epitome del cuento de hadas deportivo contemporáneo.
Mirando los Juegos Olímpicos, nos parece natural aceptar esa nostalgia de cuento de hadas o sentirse decepcionado porque ya no existen buenas historias de underdogs. Quizás no vivimos tiempos de cuentos de hadas. Quizás es simplemente nuestra atención dispersa y la memoria selectiva que nos traiciona. Pero, mirando el partido de baloncesto, se sueña secretamente que el equipo de Nigeria gane a las estrellas de NBA.
La simpatía por el underdog se convirtió en objeto de estudio en Psicología. En 2007, un grupo de psicólogos de la Universidad del Sur de Florida (Vandello, Goldschmied, Richards, The Appeal of the Underdog, Personality and Social Psychology Bulletin, 2007) realizaron una serie de experimentos para analizar el fenómeno y sus mecanismos (la atracción por aquellos que son concebidos como en desventaja implica la asignación de un mayor esfuerzo al underdog por un lado pero el estatuto de underdog depende de una evaluación de mérito).
Uno de los experimentos utilizó el mismo ejemplo de los Juegos Olímpicos. Pero una vez que el efecto de empatía va más allá de la competición deportiva, otro utilizó el conflicto Israel / Palestina buscando demostrar que la manipulación de la información a fin de mostrar uno o otro de los campos como underdog hacia variar las simpatías.
Evidentemente, la atracción del underdog tiene implicaciones políticas. Si se tratara de un fenómeno transparente, universal y absoluto la lucha por la hegemonía política dependería en gran medida de lograr hacer su campo parecer un underdog. Pero no es tan fácil. Si hubiera una relación directa entre la atracción por los underdogs en los deportes y el activismo social y político hecho en el campo de los desfavorecidos el mundo sería diferente. Pero no es tan fácil.
Quizás muchos amantes naturales del underdog deportivo no sigan la misma lógica en la cuestión social. Quizás la vivan falsificada en lo relato de vida de los “self made men”. Quizás se identifiquen con /como el maltratado trabajador blanco, honrado y laborioso, pero desconfíen de los más pobres de los pobres que, se dice, no quieren trabajar. Y, sin percepción del esfuerzo, hemos dicho, no hay underdog. Y ciertamente hay muchos otros factores que causan un cortocircuito en la inmediatez de la simpatía por el underdog social.
Así que quizás el “underdogismo” sea más un pecadillo privado que una virtud pública. Quizás sea sólo una ingenuidad que no termina aun con la conciencia de que hay un lado obscuro de los cuentos de hadas, de que lo saludable apoyo a los underdogs puede no obstante sostener las menos saludables lógicas de la competición a todo costo y de la construcción de héroes sobrehumanos, de que la imagen simpática de nuestro underdog es un pequeño mito y a menudo, de hecho, ello es sólo un topdog fracasado.
El romanticismo de la atracción por el underdog, ingenua e con sus rincones oscuros, sigue siendo mejor que otras formas de relacionarse con los menos favorecidos. Volviendo a la Psicología Social se puede encontrar un contrapunto en otra teoría que parece contrarrestar la natural simpatía para los competidores en desventaja (Callan, Ellard, Nicol, The Belief in a Just World and Immanent Justice Reasoning in Adults, Personality Social Psychology Bulletin, 2006): la “creencia en un mundo justo”, formulada por M. J. Lerner, supone que hay una necesidad de creer que vivimos en un mundo donde las personas obtienen lo que merecen. El mundo asegura una justicia que nos tranquiliza, a nosotros, que, por supuesto, somos de los buenos que serán recompensados. La causalidad mágica, el orden de las cosas y una justicia inmanente se yuxtaponen de esta manera.
En un “mundo justo” los reveses de Rocky serían juzgados mucho más severamente. En un “mundo justo”, los Juegos Olímpicos serían aburridos. Pero esto no es aún el mayor de los problemas: en un “mundo justo” todo el activismo social y político hecho con / como desfavorecidos sería antinatural. La creencia en un mundo justo culpa a la víctima de los males de que sufre.
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Rocky Balboa es un underdog. Pero su historia de underdog no pudo escapar de las tristes garras de la propaganda nacionalista que invade el deporte. El cuento de hadas deportivo tiene un valor político. Y Rocky es un héroe americano. En la cuarta película de la saga es el intérprete de una narrativa que aún parece ser la misma que subyace en muchos discursos sobre los Juegos Olímpicos.
Por un lado, el esfuerzo individual, el sueño americano convertido en sueño olímpico. El querer es poder. La psicología positiva del heroísmo y el individualismo extremo del héroe. Por otro lado, la máquina colectiva de la potencia extranjera que maltrata a sus niños para obtener resultados, siempre sospecha del dopaje en el nombre del orgullo nacional. Un poder de pesadilla. Un colectivismo sin rostro y la cara amenazadora del otro.
Cuando ayer era la URSS, ahora es China. Y, entre la fascinación y la repulsión, volvemos a leer la historia de Atenas y su democracia contra Esparta y su disciplina de hierro. Y, sin embargo, los espartanos eran griegos. Pero los chinos…
Improbable ateniense, Rocky Balboa emerge de nuevo como el símbolo deseado para superar el frío militarismo. La lógica del underdog parece sobredeterminada por la narrativa de la democracia occidental. De medición de pequeñas y grandes victorias de pequeñas o grandes naciones, las Olimpiadas se convierten en una fábrica de miedo.
Rocky esta suelo contra los espartanos de todos los tiempos. Recibiendo puñetazos. Para luchar necesita hacer despertar aquella su fuerza interior. ¿Donde la encontrará? ¿En el Rocky underdog o en el Rocky símbolo del american way of life?