Todos sabemos que el reduccionismo de mercado defendido desde conservadores a neoliberales, abordaba la cuestión de las alternativas en forma muy particular. No sólo se presentaban a sí mismos como la única opción posible, sino que también insistían en que no existían otras alternativas posibles. La defensa de ordenamientos sociales basados en el mercado se reforzaba anulando otras posibilidades donde se combatía la idea de alternativa en sí misma.
También sabemos que, desde la izquierda, diferentes corrientes defendían la necesidad de alternativas. Por cierto que éstas operaban desde la crítica a aquel reduccionismo de mercado, y fueron promovidas con un enorme esfuerzo, con sus campañas y luchas. En varios países triunfaron, y distintos conglomerados de esa izquierda alcanzaron el gobierno.
Finalmente, llegamos a la situación actual donde en varios países es el progresismo gobernante el que comienza a combatir la exploración de alternativas. Es un giro notable frente a las posiciones históricas de buena parte de la izquierda. Por lo tanto, esta nueva actitud tiene fundamentaciones muy distintas a las usadas en el pasado por el reduccionismo mercantil. Se deben reconocer esas diferencias. Pero más allá de ellas, el punto sobre el que deseo llamar la atención es que, recorriendo caminos ideológicos diferentes, están apareciendo posiciones políticas que, desde el poder,sostienen que las ideas propias son las únicas posibles y que, por fuera de ellas, no hay alternativas. Es negar la posibilidad de las alternativas, pero ahora desde el progresismo.
A favor y en contra de TINA
Unos veinte años atrás, bajo gobiernos y agrupamientos políticos conservadores se alcanzaron los extremos en el rechazo a las alternativas. Un caso notable estuvo representada por la sigla TINA, que deriva de la frase en inglés para señalar que no había alternativas (there is no alternative), popularizada por la primer ministro inglesa Margaret Thatcher. Sorprendentemente, esa postura está de regreso en muchos países europeos, donde se insiste en que no hay alternativas a la reducción del gasto público, rebajas en salarios y servicios públicos, y otros ajustes de talante neoliberal. Es un extremo que sufren españoles o griegos, por citar solo algunos.
La izquierda clásica se plantó en contra de la postura TINA. En efecto, desde esas miradas siempre se defendió la elaboración de alternativas como un componente destacado. Una y otra vez se señalaban inmovilismos a romper, fronteras a cruzar u ordenamientos distintos para la sociedad.Se denunciaba la tiranía del “pensamiento único”.
Muchos años atrás, esa postura la dejaba muy en claro Marta Harnecker, una de las representantes de lo que podría llamarse izquierda ortodoxa. En 1999 afirmaba que, para la izquierda, “la política debe consistir en el arte de descubrir las potencialidades que existen en la situación concreta de hoy para hacer posible mañana lo que en el presente aparece como imposible” (en “La izquierda latinoamericana y la construcción de alternativas”, publicado en México).
Esa intencionalidad siempre alimentó el crecimiento de la izquierda, expresado en múltiples ensayos de cambios. Allí están ejemplos que van desde los presupuestos participativos municipales al reconocimiento de indígenas como actores políticos plenos. Se defendían alternativas al neoliberalismo, muchas de ellas eran construidas “desde abajo” y unas cuantas eran realmente innovadoras.
La imagen en el espejo
Sin embargo, en los últimos años está en marcha un cambio, no desde la gente, sino desde los gobiernos. De distintas maneras, en el seno de los gobiernos progresistas sudamericanos se está apagando la energía que alimentaba el cambio, se abandona la búsqueda de alternativas ya que la cotidianidad del manejo estatal consume buena parte de las energías políticas, y se insiste, cada vez más, en que ya son la alternativa posible y por fuera de ellos no hay otras opciones. Las razones son diversas, desde interpretar que el reclamo de alternativa es en realidad una crítica que no están dispuestos a aceptar, a las propias insuficiencias de renovación conceptual entre muchos integrantes dentro de esos gobiernos.
La resistencia a explorar otras opciones está de vuelta, pero que proviene de otras perspectivas ideológicas. El progresismo gobernante sudamericano ya no sigue el consejo de Harnecker de buscar alternativas a lo que hoy parece imposible. Por ejemplo, se sostiene enfáticamente que no hay alternativas a la explotación minera, que todavía no es posible dejar de ser economías exportadoras de materias primas, o que no hay otra forma de alcanzar el bienestar que no sea por aumentar exportación y crecer económicamente.
Recuerdo haber presenciado un primer paso en esta deriva, años atrás, trabajando en Brasil con altos jerarcas del Partido de los Trabajadores en un estado amazónico. Frente a mi defensa de alternativas de consultas y monitoreos ambientales participativos, esos políticos las rechazaban. A su juicio no eran necesarias alternativas sobre participación ciudadana porque ellos provenían del “pueblo”, y eran el “pueblo”, de donde ya sabían todo lo necesario, y la consulta participativa era entonces superflua. Hay unos cuantos ejemplos similares en varios otros países. De una y otra forma, se traban nuevos mecanismos de democracia consultiva, participativa o deliberativa, y se cae en un estado donde se le teme a las voces ciudadanas.
Es así que se defienden las estrategias de desarrollo convencionalesy a la vez de anula la búsqueda de alternativas. En algunos casos, los reclamos de cambio son calificados como nostalgias conservadoras o reaccionarias (y en algunos casos eso es cierto en tanto expresan posturas conservadoras), o bien como izquierdas infantiles o contrarrevolucionarias que ponen en riesgo los proyectos de cambio (lo que casi siempre es injusto).
Una vez que se advierte que el slogan de la ausencia de alternativas está de regreso, es necesario precisar mejor este fenómeno. Es que esta resistencia no se construye desde la derecha, sino que parte desde el progresismo gobernante, y lo hace para defender un ordenamiento distinto al de las épocas de neoliberales y conservadores. El de aquellos años era un “no hay alternativas” conservador, y el actual, como defiende posturas políticas contrarias, termina siendo su imagen especular: es un “savitanretlayahon”. Es como el contrario que termina siendo similar, su imagen invertida reflejada en un espejo.
Esta situación explica el desconcierto entre muchos actores políticos y en el seno de varios movimientos sociales, ya que esperaban seguir construyendo alternativas, asumiendo que el progresismo gobernante sería su compañero en esa tarea.
Un primer paso para superar el estancamiento o la desazón es reconocer el problema. El segundo es entender que esta “savitanretlayahon” es de diferente naturaleza al de tiempo atrás. Las reacciones y respuestas de aquel pasado no necesariamente son las mejores para defender una resistencia a las alternativas que esgrime un discurso progresista. Por lo tanto las respuestas también deben ser otras.
E. Gudynas es investigador en temas de alternativas al desarrollo. Una primera versión de estas ideas se publicaron en el suplemento Ideas, de Página Siete, Bolivia.
Son siglos y hasta milenios de condicionamiento humano y social en el sistema piramidal cuyo efecto es lo actual, una serie de avances tecnológicos con una larga lista de graves problemas sociales.
De entre esos avances tecnológicos, el de la comunicación y el voto electrónico activan la posibilidad de la participación ciudadana que es, la distribución del poder en todas y todos, el ejercicio de la voluntad y capacidad social, difusión de soluciones, etc.
Un asunto completamente nuevo y que, al menos en teoría soluciona los graves problemas sociales porque en base al masivo buen trato psicológico, activa el inhibido potencial social. Siendo así, es sistema cuya dinámica nos liberaría de la inercia en lo negativo para dar lugar a un desenlace en verdad fantástico, un final feliz. Asuntos de la existencia y la evolución.
[…] suplemento Ideas, de Página Siete, Bolivia (aquí…), y otra en La Línea de Fuego, Ecuador (aquí…). La ilustración es de Abecor desde la versión en papel de Página […]