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domingo, abril 28, 2024

EL ACTO ÉTICO DE EDWARD SNOWDEN. por Natalia Sierra

La divulgación de la información confidencial del Estado norteamericano realizada por el informático y ex agente de la CIA Edward Snowden ha generado un sinnúmero de debates jurídicos, políticos, sociales, culturales, tecnológicos, etc., que intentan explicar este hecho como un hecho social, y sus implicaciones  en la geopolítica internacional. Reconociendo la importancia de estos análisis, considero pertinente discutir el aspecto individual del acto, es decir, pensar el hecho como un acto de un individuo y pensar el porqué del mismo. Creo que no es bueno descuidar la subjetividad que motiva hechos que tensan el tablero político del actual orden mundial

Edwuard Snowden hizo lo que la costumbre y la ley dicen que no hay que hacer: traicionar al propio país. Hecho sancionable,no solo porque la norma social vigente dice que no hay que traicionar a la patria, sino porque su patria tiene el Estado más poderoso del planeta, es decir cuenta con los aparatos represivos más eficientes y eficaces para vigilar, perseguir y castigar a los “traidores”. Valga aquí decir que el ex agente habiendo sido parte de estos aparatos estatales sabe muy bien cómo funcionan, así que sabía lo que estaba haciendo y aun así lo hizo. Tomando en cuenta lo dicho, el costo de la traición del ex agente no puede ser sino la pérdida de su exitosa y soñada vida americana y la condena a ser un proscrito de por vida, el fugitivo número uno del planeta. Su atrevimiento le ha valido la condición de Homo Sacer diría Agamben o de muerto en vida diría Zizek, se ha excluido de su país, ha renunciado a la ciudadanía norteamericana, ha sacrificado su bienestar en el imperio. La radicalidad de su acto lo ha dejado sin patria, sin hogar,condenado a deambular como un alma en pena que tendrá que penar como un fantasma cuando el espectáculo mediático termine, lo que significará que los intereses en juego ya se han reordenado.

Pero él, el traidor, nunca más podrá tener una vida “normal”, nunca más podrá estar tranquilo, perdió su lugar legítimo en el mundo y “tendrá que buscar un camino apartado de los vivos por el que vagar, pero sin mezclarse con los muertos”(Zizek, 2011:177). Siempre estará asechado por sus ex compañeros los halcones y siempre y en cualquier lugar del planeta podrá ser alcanzado por la mano justiciera del Tío Sam,que de sobra sabemos cómo opera. Por ahora su vida biológica depende de lo que se debate en los intersticios de la geopolítica mundial, depende de los intereses de las grandes potencias y de los débiles ofrecimientos de los pequeños gobiernos que quieren mostrarse soberanos ante el imperio en decadencia. No es más que una ficha en el gran tablero de la disputa mundial. Su vida vale en función de cuanta información tiene para guardar o develar, más allá de esto su vida humana ya no tiene ningún valor.Estees el precio que tiene que pagar por su traición, es el precio que tiene que pagar por su locura. La pregunta que surge ante esto es: ¿sabía las consecuencias de su acto?

Días atrás Snowden dijo:

Hace poco más de un mes yo tenía una familia, una casa en el paraíso y vivía muy cómodo. Yo también estaba en la capacidad de, sin que me dieran ninguna orden, buscar y leer todas sus comunicaciones. Cualquier información de cualquier persona. Ese es el poder de cambiar el destino de las personas (…)Por lo tanto, yo hice lo que creí que era correcto y comencé una campaña para corregir esta conducta inadecuada. Yo no busco enriquecerme. Yo no busqué vender los secretos de EE UU. Yo no me asocié con ningún gobierno extranjero para garantizar mi seguridad. En su lugar, yo tomé lo que sabía y lo presenté ante el público, para que lo que nos afecta a todos pueda ser discutidos por todos a la luz del día y así pedir justicia mundial.

La decisión moral de decirle al público sobre el espionaje que nos afecta a todos ha sido costosa, pero era lo correcto y no me arrepiento.

Según sus propias palabras parece que sabía el costo de su acto. Siendo así, la interrogante inmediata que me asalta es: ¿por qué lo hizo?, ¿qué hay detrás de este acto humano que ha puesto al mundo a debatir? ¿Por qué una persona que tenía una familia, una casa en el paraíso, vivía muy cómodo y además, tenía el poder de cambiar el destino de las personas, renuncia a su bienestar y a su poder? ¿A cambio de qué?

Quiero pensar que es a cambio de su libertad, qué lo que lo movió a denunciar al Estado más poderoso del planeta es su deseo de libertad. Creo que más allá y por lo mismo que Snowden declara de su acto: La decisión moral de decirle al público sobre el espionaje que nos afecta a todos. (…)Lo inmoral no se puede hacer moral a través del uso de una ley secreta., lo que buscaba es su libertad. Por su propio trabajo pudo darse cuenta no tanto del hecho de que todas las personas y los gobiernos son espiados, sino el hecho más fundamental de que la gran mayoría de las personas y de los gobiernos hacen lo que tienen que hacer, observan las metareglas y cumplen con la norma establecida y la sociedad capitalista sigue girando, es decir, son “libres” de hacer lo que está dicho que hay que hacer y eso les garantiza un lugar en el mundo que se autoproduce hasta el infinito. Creo que descubrir la trampa de la libertad condicionada lo llevó a desear la libertad real, quizá ese fue el privilegio de trabajar para los servicios de espionaje del Estado norteamericano. Él también era “libre” de hacer lo que hay que hacer y pudo ver que todo el mundo hace lo que tiene que hacer y quiso hacer lo que no hay que hacer, para así poder ser,ciertamente,libre.

Libre del poder que le dice lo que tiene que hacer, pues este poder se ejerce a través del chantaje que se le hace al sujeto sujetado de que si no hace lo que tiene que hacer perderá su lugar en la sociedad. Cuando el sujeto con su acto de “traición” renuncia a su lugar en el mundo, renuncia a su vida, se condena a ser un “muerto vivo”, deja de estar sujeto al poder. El poder ya no puede sobre él, ya no puede chantajearle con quitarle su vida social, entonces solo le queda amenazarle con quitarle su vida biológica, y en este punto ya no es poder, ya no puede controlar, porque el sujeto que renuncia a su vida social se adelanta a su propia muerte, y muerto es libre.

Pero el asunto va más allá, la libertad real del sujeto, además del precio terrible de sacrificar su vida social, tiene el precio de la culpa de haberla sacrificado, y “el único modo en que el sujeto neutralice la culpa de sacrificar sus objetos más preciados es convertirse en el rey de los muertos en vida, renunciar a todos los placeres e idiosincrasias personales y dedicar toda su vida a destruir a quienes lo forzaron a realizar ese sacrificio” (Zizek, 2011: 177) Este es el costo total de su libertad real, el que su libertad esté atada fatalmente a una “Tarea (el único propósito de su vida es la venganza) lo que en el fondo caracteriza a un sujeto revolucionario. (Cfr. Zizek; 2011: 177) y creo que la tarea de Snowden es mostrar una y otra vez que el poder no puede cuando el sujeto se anticipa a su sanción, a su castigo, se anticipa a su muerte decidiendo su suicidio social.Cuando somos capaces de perder el miedo porque ya asumimos el costo de nuestra libertad, es decir la tarea de transformar el mundo, el poder deja de ser poder. Cuando somos capaces de aceptar ser convertidos en proscritos y perder por ello el lugar que el poder nos da en la sociedad, seremos la parte sin parte en este mundo y por ello libres para asumir la tarea de crear otro mundo donde podamos existir.

Volviendo al Edward Snowden, nuca sabremos ciertamente que le motivó a hacer lo que hizo, solo se puede saber lo que su acto parece mostrar más allá de él mismo. Al final, aunque mañana lo agarren y lo maten o le condenen a trescientas cadenas perpetuas en las cortes norteamericanas, en un instante no tuvo miedo de morir, lo arriesgó todo y fue libre. Al final no importa mucho que suceda en el tablero mundial con su acto, lo más seguro es que el capital salga triunfante donde quiera que se reencauche, pero queda el acto mismo, la forma pura del acto. El acto ético de decir NO y ser libre por un minuto, en el que se conjuga el deseo de mundo de la humanidad, un minuto donde caemos en el punto que no fue y dónde todo puede ser, diría Benjamín, o en el punto previo al Acontecimiento diría Badiou.

 

 

Notas

Zizek, Slavoj. En Defensa de las Causas Perdidas, Ed. Akal. España. 2011.

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