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martes, noviembre 5, 2024

¿Se consolida el nuevo bipartidismo burgués?

Por Hugo Noboa

Las democracias occidentales, tanto del centro como de la periferie, siempre han querido parecerse al modelo bipartidista de Estados Unidos de Norteamérica: republicanos vs. demócratas, a sabiendas de que no se diferencian mucho los dos polos, sobre todo cuando se trata del impacto negativo de las políticas imperiales en los pueblos del mundo.

En Latinoamérica, ese mismo modelo bipartidista se reprodujo en las confrontaciones conservadores – liberales desde mediados del siglo XIX. Muy rara vez, en la primera mitad del siglo XX, los socialistas (menos aún los comunistas) podían disputarles algún poder local (alcaldías) o curules legislativos. El bipartidismos liberal – conservador tuvo una prolongada y consolidada vigencia por ejemplo en Colombia, donde el tercero en disputa no fue precisamente un partido electoral sino guerrillas de corte marxista (FARC, ELN) o socialdemócrata nacionalista (M19).

Ese tercero en disputa alcanzó otro matiz cuando los populismos comenzaron a irrumpir fuertemente, logrando su máxima expresión en América del Sur con el peronismo, que no tuvo ni tiene una identificación ideológica única, sino que en su seno se manifiestan expresiones que van desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, pero lideradas en un frágil equilibrio por un fuerte caudillo, aún después de su muerte.

Las demás propuestas alternativas que han querido competir en procesos electorales locales o nacionales, han sido por lo general minúsculos grupos o personajes folclóricos. Todo ello es parte del barroco latinoamericano.

En Ecuador, la tercera opción tuvo algún momento de protagonistas a los partidos socialista (sobre todo la fracción más compatible con la democracia burguesa, conocida como “socialismo patiamarillo”) o comunista, que en muchas ocasiones tuvieron diputados y senadores sentados junto a la rancia aristocracia o a los burócratas liberales y conservadores a su servicio. Irrumpió esa tercera opción, ya en su versión populista, con el velasquismo, continuó con Concentración de Fuerzas Populares de Guevara Moreno y Don Buca, al que le siguieron algunos de sus hijos y nietos; Abdalá Bucaram llevó a su máxima expresión esa propuesta; y luego tuvo diferentes versiones más modernas, militarista con los hermanos Gutiérrez, o de derecha ingenua con Alvaro Noboa.

Pero el más sofisticado de los populismos ecuatorianos llegó con el correísmo, que pretendió al inicio una identidad ideológica con el llamado “socialismo del siglo XXI”, pero que en la práctica terminó siendo copado por intereses empresariales y las “orientaciones prácticas” de cuadros de la derecha ecuatoriana, como el social cristiano Alexis Mera, la democratacristiana Nathalie Cely, el socialdemócrata Ramiro González, o tecnócratas estrategas de la comunicación como los hermanos Alvarado; los izquierdistas o ex izquierdistas, en puestos secundarios. Arrastraron convenientemente también a una serie de personajes corruptos venidos de diferentes ámbitos, que hoy se sabe, sólo buscaron enriquecimiento ilícito; muchos terminaron presos, prófugos o procesados.

Sin embargo, el fenómeno correísta es más complejo y parece que aún tiene larga vida, sin duda posee asidero popular. Difícil descifrarlo en su totalidad. Lo que sí es cierto, es que siempre buscó convertirse en un polo del bipartidismo burgués[1], aprovechando el desgaste que habían enfrentado, primero el partido liberal (hoy totalmente desaparecido) o la Izquierda Democrática que aún trata de sobrevivir. En la práctica, el correísmo es y por ello vino a copar de manera natural el espacio que le dejaron los viejos liberales y socialdemócratas. Representa al momento la propuesta renovada de la socialdemocracia en el Ecuador, con un fuerte rasgo populista. De hecho, muchos de los ideólogos del correísmo han sido claros en poner distancia con una verdadera opción revolucionaria, transformadora; saben que apuntan única y exclusivamente a la modernización del capitalismo, aunque paradójicamente utilicen el slogan de “Revolución Ciudadana” (el nombre actual de su partido), porque les conviene seguir lucrando de algunos términos, les permite arrastrar grandes masas.

El sueño del correísmo de ser un polo del bipartidismo burgués, a casi seis años de la debacle en sus filas, causada por la traición del ex Presidente Lenin Moreno, su Rambo María Paula Romo y demás círculo cercano, parece hoy irse consolidando. El efímero morenismo ya fue excretado totalmente (ese era su destino) y sólo queda un feo recuerdo de él. Todo ello hace reforzar las sospechas de que el tinglado político nacional está desde hace rato concertado, entre Nebot, Lasso y Correa; y quién sabe, con otros actores secundarios de la política burguesa.

En el 2017, aun con todo el escándalo de fachada que armaron lassistas y correístas, es evidente que Guillermo Lasso cedió el espacio del Ejecutivo a Moreno, sabiendo que iba a ser una pieza útil mientras se ultimaban los detalles de la santa alianza (correísmo, socialcristianismo, lassismo) que garantizaría un proyecto de largo plazo. Lasso sólo asumió la presidencia en el 2021 cuando el camino, pensó, estaba suficientemente despejado: legislación represiva, TLC con la Unión Europea firmado y otros en marcha, las puertas totalmente abiertas al Fondo Monetario Internacional, el movimiento popular aparentemente neutralizado, ensayo de nuevas formas de guerra sucia interna (como la represión desmedida en octubre 2019, que se repitió en junio 2022).

Creyó Lasso que iba a tener fácil camino para sus negocios, sobre todo la apropiación del estatal Banco del Pacífico y del Banco del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (BIESS), entre otros proyectos privatizadores ambiciosos. Pensó que con su mañosa consulta popular iba a tener a las Fuerzas Armadas reprimiendo libremente a la oposición popular en calles y plazas, cuando el dictaminen de próximas medidas neoliberales lo requiera. Pensó que estaba libre el camino para entregar el uso del agua a la gran minería y a la gran industria agroexportadora, sin pataleo de las comunidades.

El Presidente Guillermo Lasso al momento de ejercer el voto el pasado 5 de febrero/ Foto: Tw Guillermo Lasso

Luego de las pasadas elecciones del 5 de febrero del 2023, el mapa de distribución de prefecturas, alcaldías y concejalías, en el que el movimiento Creo de Lasso brilla por su ausencia, no es lo que más preocupa al caudillo, a no ser los espacios que reiteradamente se pintan con los colores de Pachakutik. Sino el tajante rechazo del pueblo a su maneada consulta popular. Siempre va a ser un obstáculo no haber plasmado sus siniestras intenciones. Les debe también inquietar la gran apatía “cívica” del pueblo, expresada en indecisiones, abstenciones, nulos y blancos.

Por otro lado, los correístas que aparecen como los grandes triunfadores de la jornada electoral, mermados en sus cuadros, saben que tuvieron que recurrir a personajes de remiendo, que cualquier rato les pueden dar la espalda, ya tienen experiencia con ello. El caso más significativo es el del empresario Aquiles Álvarez que asumirá la alcaldía de Guayaquil después de treinta y un años de dominio socialcristiano. La joya más preciada del momento para el correísmo, cualquier momento se les puede ir de las manos.

Pero en el fondo, no sólo Lasso, sino también Nebot, Correa y sus respectivos círculos cercanos, están satisfechos, incluso felices, respiran seguros; así lució Lasso en su cadena nacional al otro día de las elecciones.

La santa alianza está cuajando. Ya tuvieron su primer éxito cuando el fraude que desplazó a Yaku Pérez de la segunda vuelta  en las presidenciales del 2021, saben que el presidente Lasso fue ilegítimo desde el primer momento de su posesión, y que su ilegitimidad se ha ido profundizando. Pero ello es lo de menos, lo importante es que tienen definido un proyecto para el futuro, con el que pretenden alternarse en el poder: una vez el polo más neoliberal (PSC-Creo, que a este paso deberán fusionarse, a pesar del menosprecio de Nebot al presidente); otra vez el polo socialdemócrata populista.

Ahora les toca cuidar todos los engranajes de este aparataje pseudo-democrático, para que nunca ingrese a sitios críticos del poder nacional algún líder indígena respaldado por sus peligrosas bases, ningún “izquierdista infantil”, ningún “ecologista infantil”, ninguna “feminista radical”. Podrían aguarles sus negocios oscuros, su acumulación. De eso están claros Correa, Nebot y Lasso. El orden mundial definido por el gran capital transnacional y acatado por sus aliados locales, obliga a ello, no pueden equivocarse.

Saben que apuntan única y exclusivamente a la modernización del capitalismo, aunque paradójicamente utilicen el slogan de “Revolución Ciudadana”, porque les conviene seguir lucrando de algunos términos, les permite arrastrar grandes masas.

 

[1] En mayo del 2018, a un año del desastroso gobierno de Lenin Moreno y luego de la fragmentación de Alianza País fundada por Correa y los suyos, escribí en La Línea de Fuego una nota titulada “ALIANZA PAÍS SOÑÓ CON EL BIPARTIDISMO BURGUÉS”https://lalineadefuego.info/alianza-pais-sono-con-el-bipartidismo-burgues-por-hugo-noboa-cruz/, Pero en esa ocasión creía también que el correísmo estaba herido de muerte, me equivoqué.


 

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1 COMENTARIO

  1. Ud. incurre en un error: el correismo aunque se defina ideológicamente y supuestamente como “socialdemócrata” es fascista: recuerde la persecución a los lideres indígenas, los asesinatos como el del General Gavela entre otros, la persecución a los lideres ecologistas como los yasunidos, etc.

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