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SOCIALISMO Y COMUNISMO: NECESIDAD Y LIBERTAD. (Parte 2) Por Tomás Rodríguez león

29 de agosto 2016

La racionalidad del poder totalitario

El socialismo teórico superó las deficiencias racionales del capitalismo. Marx  diagnostica dichas  irracionales   no solo desde la económica sino también desde la filosofía. Entre la visión económica y  filosófica,   discurrió el tema de la necesidad  y  el de la libertad, pero el socialismo real    engendró un  nuevo tipo de crisis de  racionalidad al caer en las huestes del historicismo, donde  la economía política clásica y sus predicciones ayudaron a parir un  fatalismo determinista con  modelos de interpretación y ejercicios económicos coercitivos y centralizados.

Aun las formas  más liberales de interpretación económica no pudieron  evadirse de esta verticalidad racionalizada. Pero en el socialismo real,  la  racionalidad crítica contra la explotación  no pudo  edificar la utopía libertaria, donde la felicidad humana es resultado  de la  superación de  las formas  de  opresión económica,  alienación espiritual y supresión de las formas jerárquicas de gobierno político.  La  justicia y la libertad se bifurcaron.

Del sistema político  a  la esfera cultural, la dimensión histórica fue y sigue siendo el continente de  ensayos  curiosamente  estatistas,  pese a que Marx definió el comunismo como  sociedad sin clases y sin estado. Una paradoja  explicada en la racionalidad de asimilar el socialismo  como la única posibilidad contra el capitalismo,  desde  otra racionalidad moral  con membresía aparentemente comunista. Un modelo estatista concreto   llamado socialismo y un modelo  relativamente abstracto  que se  fue quedando en el plano de  las utopías, el comunismo

Las reacciones a  estas especificidades ideológicas adquirieron ribetes semánticos. La derecha mundial se hizo anticomunista aunque en el fondo, su lucha  era contra el socialismo real. El termino más que el concepto: comunista,  hizo que el socialismo como expresión,  se dulcifique en el verbo,  aunque en la carne,  sus ensayos hasta se reprodujeron  en las formas fascistas y socialdemócratas,  feroces y criminales

 

El poder  concentrado en el partido comunista, hizo convicción de extrema fidelidad   a un famélico leninismo  virtual, mientras  el socialismo  democrático  se consolidó como la más grande coquetería hacia  el capitalismo, incluso imperialista. El socialismo y el comunismo de origen, fueron desvirtuados en la práctica política del poder

La  soberanía  del   partido (metamorfosis monstruosa), no prescrita ni en Marx ni en Lenin,  promotores  del poder descentralizado  con base en la organización obrera, se hizo posible  como otra cosa, fusión en la cúpula del Estado; binomio partido- estado,  estado-partido,       instalado sin fecha de caducidad y con obvias intenciones de perennizaciòn. El partido es el pueblo, una racionalidad que se impuso a duras penas para representar y ejecutar la voluntad del estado.  La idea comunista  en off-side, fue desplazada por la práctica socialista estatista que excluyó toda organización competidora  política alternativa  y por ende  excluyó   eventualidad critica  externa  o interna, donde ni siquiera los miembros del partido  gozan de garantías legales ni morales  al  verse obligados  a aceptar sumisamente  el espíritu de casta del partido. Así muchos revolucionarios fueron devorados por las fauces del estado ya sea como agentes de poder o como víctimas, o en muchos casos  en ambas versiones.

El principio de  soberanía del partido  en los hechos subsume  el principio de  soberanía popular,  la misma  queda  separada, porque  el pueblo no tiene ningún derecho a participar luego de que el pleno del comité central toma sus decisiones.  Juzgar a la dirigencia partidista  es potestad  que solo la tiene el congreso y las predefiniciones  del congreso ya lo tomó  el buró. La libertad  se aleja, la justicia también. Acá es bueno recordar que Lenin decía “las masas están cien veces más a la izquierda que el partido bolchevique y este cien veces más a la izquierda que su comité central”

A pesar de que los antecedentes históricos del marxismo y el leninismo defendieron  la autogestión, la dualidad y la multiplicidad del poder  (la comuna de París  por Marx y Engels, los soviet spor Lenin y Trotski)  en las versiones históricas del socialismo real, la estructura de dominación centralista excluye la separación de poderes

Un efecto curioso sucede. Se habla a nombre de lo colectivo y se afirman los liderazgos personales, se habla de distribuir los poderes, que es más que separarlos,  pero en la práctica se los concentra y monopoliza. La unidad es entendida no como la integración del pensamiento ajeno sino como el sometimiento del criterio diverso  y la  representación de la unidad se la confunde con uniformidad. La justicia  incluida la justicia social tiene una dimensión  ejecutiva, Los parlamentos no tienen ningún poder,  salvo el de saturar leyes en mórbida creación reproductiva

Todo el andamiaje político, por la estatura  totalitaria alcanzada,  requiere menos del pensamiento y más del ejercicio de control, es cuando asoma  el rol de la policía política que  tendrá un  protagonismo tanto para  hacer sujeción disciplinaria a los estamentos de dirección del  estado  como para  sujetar  a toda la población al nuevo soberano, quien no  puede estar  dispuesto a tolerar actos de traición constatables o potenciales, con lo que la acción preventiva escrutará conductas y sospechará de toda inocencia, escándalo o silencio.

Desde el punto de vista psicosocial el terror es una consecuencia y necesidad moral o pedagógica del poder  para siempre   crear una atmósfera de culpabilidad en los otros, a fin de exculpar a los ejes directivos, preservando las jerarquías.  La racionalidad del poder en la neurosis totalitaria  elabora su propia  terapia de la locura, a pesar de su propio  encierro mental, genera  instituciones psiquiátricas y panópticas  para la disidencia. La razón es  la dominación autocrática, la sinrazón  no saber alinearse. El hospicio, la cárcel, la escuela, la familia, recrean el tormento

Pese a sus excepciones, la familia es otro escenario a ser abordado por la racionalidad del poder totalitario. La familia autoritaria asume el papel de sostén de la sociedad autoritaria, y es donde se verifica la funcionalidad de la ideología dominante. La actitud  es conservadora, por más revolucionarios que se digan los regímenes autoritarios  y necesitan de un tipo de familia  a fin de  reproducir y perpetuar  el modelo social vertical

La  redefinición funcional de la sociedad   civil   asumida por el poder  como control,  modifica el principio de contrato social, dando al  traste  el sueño liberal de que los dominados se entiendan como socios con los gobernantes  y también  se hecha por la borda el principio leninista  del rol protagónico  de autogobierno soviético de los trabajadores

Al oficializarse la participación ciudadana y legitimarse los espacios  de veeduría hacia el poder , estos cubículos  solo son admitidos  para la validación y el aplauso. Se criminaliza hasta la insinuación de un contrato social  desde una práctica  de fiscalización o dirimente con opciones de independencia  política. Así se consolida  la destrucción de la sociedad civil como concepto y práctica,  porque la  esfera pública se   sustrae  a  la   estructura   política estatal

Otro aspecto de significancia en la racionalidad crítica es el rol de  los intelectuales. Los intelectuales orgánicos serán para el poder totalitario aquellos que se someten a los lineamientos y no la masa crítica de la sociedad, que evalúa el ejercicio del poder, la cultura y la ciencia, no  opción independiente sino comprometida (Gramsci).Es decir el intelectual es la negación de la  negación y no como afirma la racionalidad totalitaria:  la afirmación de la afirmación

Finalmente en  la racionalidad del poder  el estado se  ve    a sí mismo como padre  protector cuyas decisiones persiguen el beneficio de todos, Así hasta cuando castigan lo hacen por su propio bien,  el  bien común,  La autoridad paternal sancionando y elogiando, está por encima de toda crítica.  Se afirman los  instrumentos para asegurar el control sobre el individuo

CONCLUSION

Toda la identidad fáctica del estado se escuda en el concepto de soberanía y todas soberanía descansa en la acción partidista, por ello el monopolio de la  política  oficial  se fija en un frente único que revestido de legalidad, buscara siempre la norma  constitucional  como justificación. Se destaca además, una constante: en el circuito de gobernabilidad, el reciclaje  de  funcionarios  refuncionalizados en espiral, para consolidar el je de dominio,  procurando que los mismos no  se identifiquen con una función específica, sino con el aparato en conjunto,  para  representar el interés superior del partido y Estado.

La conciencia de clase  no será más el resultado de la comprensión de la realidad o el asumir  compromisos protagónicos con el cambio  por parte de las clases subalternas,  sino la fórmula del estado y sus ejes de didáctica política  con  el título de representantes del interés público. Los miembros del aparato  político y del estado serán considerados por autodefinición, como clase.

Las contradicciones de clases, serán también interpretación del estado, unos miembros del partido que caen en desgracia serán calificados como burgueses, pequeño burgueses o proletarios independientemente de su ubicación social, porque la ubicación ideológica supera todas las ficciones y la economía pasa  a segundo plano, en una evidente falta de respeto a una de las más fundamentales categorías del marxismo. La línea divisoria entre el grupo corporativo dominante y el resto del pueblo se desvanece.

La estructura de la división social del trabajo por acción de la jerarquización social  presenta  un nuevo cuadro de situación, porque los miembros de  la más alta burocracia, serán  no solo el eje gobernante de la  economía sino los beneficiarios  del usufructo ya sea como responsables del trabajo “intelectual” de la producción o como casta de privilegiados.   Los burócratas son los “proletarios”  y los caídos en desgracia por “burgueses” en sus concepciones, serán los proletarios en la nueva estratificación productiva y social. Hasta parte de la re educación, es mandar a los cuadros de la inteligenzzia derrotada a trabajar como obreros  de castigo ¡vaya marxismo¡

 

 

 

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