29 de agosto 2016
La racionalidad del poder totalitario
El socialismo teórico superó las deficiencias racionales del capitalismo. Marx diagnostica dichas irracionales no solo desde la económica sino también desde la filosofía. Entre la visión económica y filosófica, discurrió el tema de la necesidad y el de la libertad, pero el socialismo real engendró un nuevo tipo de crisis de racionalidad al caer en las huestes del historicismo, donde la economía política clásica y sus predicciones ayudaron a parir un fatalismo determinista con modelos de interpretación y ejercicios económicos coercitivos y centralizados.
Aun las formas más liberales de interpretación económica no pudieron evadirse de esta verticalidad racionalizada. Pero en el socialismo real, la racionalidad crítica contra la explotación no pudo edificar la utopía libertaria, donde la felicidad humana es resultado de la superación de las formas de opresión económica, alienación espiritual y supresión de las formas jerárquicas de gobierno político. La justicia y la libertad se bifurcaron.
Del sistema político a la esfera cultural, la dimensión histórica fue y sigue siendo el continente de ensayos curiosamente estatistas, pese a que Marx definió el comunismo como sociedad sin clases y sin estado. Una paradoja explicada en la racionalidad de asimilar el socialismo como la única posibilidad contra el capitalismo, desde otra racionalidad moral con membresía aparentemente comunista. Un modelo estatista concreto llamado socialismo y un modelo relativamente abstracto que se fue quedando en el plano de las utopías, el comunismo
Las reacciones a estas especificidades ideológicas adquirieron ribetes semánticos. La derecha mundial se hizo anticomunista aunque en el fondo, su lucha era contra el socialismo real. El termino más que el concepto: comunista, hizo que el socialismo como expresión, se dulcifique en el verbo, aunque en la carne, sus ensayos hasta se reprodujeron en las formas fascistas y socialdemócratas, feroces y criminales
El poder concentrado en el partido comunista, hizo convicción de extrema fidelidad a un famélico leninismo virtual, mientras el socialismo democrático se consolidó como la más grande coquetería hacia el capitalismo, incluso imperialista. El socialismo y el comunismo de origen, fueron desvirtuados en la práctica política del poder
La soberanía del partido (metamorfosis monstruosa), no prescrita ni en Marx ni en Lenin, promotores del poder descentralizado con base en la organización obrera, se hizo posible como otra cosa, fusión en la cúpula del Estado; binomio partido- estado, estado-partido, instalado sin fecha de caducidad y con obvias intenciones de perennizaciòn. El partido es el pueblo, una racionalidad que se impuso a duras penas para representar y ejecutar la voluntad del estado. La idea comunista en off-side, fue desplazada por la práctica socialista estatista que excluyó toda organización competidora política alternativa y por ende excluyó eventualidad critica externa o interna, donde ni siquiera los miembros del partido gozan de garantías legales ni morales al verse obligados a aceptar sumisamente el espíritu de casta del partido. Así muchos revolucionarios fueron devorados por las fauces del estado ya sea como agentes de poder o como víctimas, o en muchos casos en ambas versiones.
El principio de soberanía del partido en los hechos subsume el principio de soberanía popular, la misma queda separada, porque el pueblo no tiene ningún derecho a participar luego de que el pleno del comité central toma sus decisiones. Juzgar a la dirigencia partidista es potestad que solo la tiene el congreso y las predefiniciones del congreso ya lo tomó el buró. La libertad se aleja, la justicia también. Acá es bueno recordar que Lenin decía “las masas están cien veces más a la izquierda que el partido bolchevique y este cien veces más a la izquierda que su comité central”
A pesar de que los antecedentes históricos del marxismo y el leninismo defendieron la autogestión, la dualidad y la multiplicidad del poder (la comuna de París por Marx y Engels, los soviet spor Lenin y Trotski) en las versiones históricas del socialismo real, la estructura de dominación centralista excluye la separación de poderes
Un efecto curioso sucede. Se habla a nombre de lo colectivo y se afirman los liderazgos personales, se habla de distribuir los poderes, que es más que separarlos, pero en la práctica se los concentra y monopoliza. La unidad es entendida no como la integración del pensamiento ajeno sino como el sometimiento del criterio diverso y la representación de la unidad se la confunde con uniformidad. La justicia incluida la justicia social tiene una dimensión ejecutiva, Los parlamentos no tienen ningún poder, salvo el de saturar leyes en mórbida creación reproductiva
Todo el andamiaje político, por la estatura totalitaria alcanzada, requiere menos del pensamiento y más del ejercicio de control, es cuando asoma el rol de la policía política que tendrá un protagonismo tanto para hacer sujeción disciplinaria a los estamentos de dirección del estado como para sujetar a toda la población al nuevo soberano, quien no puede estar dispuesto a tolerar actos de traición constatables o potenciales, con lo que la acción preventiva escrutará conductas y sospechará de toda inocencia, escándalo o silencio.
Desde el punto de vista psicosocial el terror es una consecuencia y necesidad moral o pedagógica del poder para siempre crear una atmósfera de culpabilidad en los otros, a fin de exculpar a los ejes directivos, preservando las jerarquías. La racionalidad del poder en la neurosis totalitaria elabora su propia terapia de la locura, a pesar de su propio encierro mental, genera instituciones psiquiátricas y panópticas para la disidencia. La razón es la dominación autocrática, la sinrazón no saber alinearse. El hospicio, la cárcel, la escuela, la familia, recrean el tormento
Pese a sus excepciones, la familia es otro escenario a ser abordado por la racionalidad del poder totalitario. La familia autoritaria asume el papel de sostén de la sociedad autoritaria, y es donde se verifica la funcionalidad de la ideología dominante. La actitud es conservadora, por más revolucionarios que se digan los regímenes autoritarios y necesitan de un tipo de familia a fin de reproducir y perpetuar el modelo social vertical
La redefinición funcional de la sociedad civil asumida por el poder como control, modifica el principio de contrato social, dando al traste el sueño liberal de que los dominados se entiendan como socios con los gobernantes y también se hecha por la borda el principio leninista del rol protagónico de autogobierno soviético de los trabajadores
Al oficializarse la participación ciudadana y legitimarse los espacios de veeduría hacia el poder , estos cubículos solo son admitidos para la validación y el aplauso. Se criminaliza hasta la insinuación de un contrato social desde una práctica de fiscalización o dirimente con opciones de independencia política. Así se consolida la destrucción de la sociedad civil como concepto y práctica, porque la esfera pública se sustrae a la estructura política estatal
Otro aspecto de significancia en la racionalidad crítica es el rol de los intelectuales. Los intelectuales orgánicos serán para el poder totalitario aquellos que se someten a los lineamientos y no la masa crítica de la sociedad, que evalúa el ejercicio del poder, la cultura y la ciencia, no opción independiente sino comprometida (Gramsci).Es decir el intelectual es la negación de la negación y no como afirma la racionalidad totalitaria: la afirmación de la afirmación
Finalmente en la racionalidad del poder el estado se ve a sí mismo como padre protector cuyas decisiones persiguen el beneficio de todos, Así hasta cuando castigan lo hacen por su propio bien, el bien común, La autoridad paternal sancionando y elogiando, está por encima de toda crítica. Se afirman los instrumentos para asegurar el control sobre el individuo
CONCLUSION
Toda la identidad fáctica del estado se escuda en el concepto de soberanía y todas soberanía descansa en la acción partidista, por ello el monopolio de la política oficial se fija en un frente único que revestido de legalidad, buscara siempre la norma constitucional como justificación. Se destaca además, una constante: en el circuito de gobernabilidad, el reciclaje de funcionarios refuncionalizados en espiral, para consolidar el je de dominio, procurando que los mismos no se identifiquen con una función específica, sino con el aparato en conjunto, para representar el interés superior del partido y Estado.
La conciencia de clase no será más el resultado de la comprensión de la realidad o el asumir compromisos protagónicos con el cambio por parte de las clases subalternas, sino la fórmula del estado y sus ejes de didáctica política con el título de representantes del interés público. Los miembros del aparato político y del estado serán considerados por autodefinición, como clase.
Las contradicciones de clases, serán también interpretación del estado, unos miembros del partido que caen en desgracia serán calificados como burgueses, pequeño burgueses o proletarios independientemente de su ubicación social, porque la ubicación ideológica supera todas las ficciones y la economía pasa a segundo plano, en una evidente falta de respeto a una de las más fundamentales categorías del marxismo. La línea divisoria entre el grupo corporativo dominante y el resto del pueblo se desvanece.
La estructura de la división social del trabajo por acción de la jerarquización social presenta un nuevo cuadro de situación, porque los miembros de la más alta burocracia, serán no solo el eje gobernante de la economía sino los beneficiarios del usufructo ya sea como responsables del trabajo “intelectual” de la producción o como casta de privilegiados. Los burócratas son los “proletarios” y los caídos en desgracia por “burgueses” en sus concepciones, serán los proletarios en la nueva estratificación productiva y social. Hasta parte de la re educación, es mandar a los cuadros de la inteligenzzia derrotada a trabajar como obreros de castigo ¡vaya marxismo¡