Tras los inesperados resultados electorales del 11 de abril, lo que se puede esperar del nuevo gobierno, es la continuidad. Se mantendrá la continuidad de las políticas económicas neoliberales de ajuste estructural, privatizaciones, desregulación de los mercados y aperturismo comercial indiscriminado, medidas que fueron iniciadas por el régimen de Lenín Moreno. Guillermo Lasso profundizará el proceso destituyente: desmantelará la institucionalidad pública definida por la Constitución vigente, –que impulsó Moreno con la Consulta Popular de 2018 y que se concretaron con las acciones inconstitucionales de Julio César Trujillo–; mantendrá su alineamiento incondicional de respaldo a la política estadounidense para la región latinoamericana y el planeta de “guerra híbrida” contra las naciones y procesos que sean contrarios a sus intereses y de recuperación de los territorios que conforman su patio trasero, para acceder a los recursos naturales, energéticos, mercados y trabajo barato. La “heredad imperial”.
Dos análisis publicados recientemente por el portal GK, firmados por Ricardo Viteri y Javier Rodríguez, concluyen que el voto nulo fue un factor determinante para explicar la derrota de Andrés Arauz (UNES) en segunda vuelta. La suposición es clara: si las personas adicionales que votaron nulo en la segunda vuelta (740 mil votos)[1], no hubieran votado nulo, esos respaldos se hubieran dirigido a favor de Arauz. Como Guillermo Lasso ganó por una diferencia de 440 mil votos, el voto nulo habría bastado para darle la victoria al correísmo.
No, yo no tengo la culpa. La culpa es de los otros, de los indios, de los izquierdistas infantiles, de los ecologistas infantiles, de las feministas infantiles, de los yakuistas infantiles, que llamaron a votar nulo. Yo, soy libre de pecado, soy progresista y puro.
En el primer año de gestión de Lucio Gutiérrez, en una reunión en el Instituto Intercultural de Luis Macas, analizábamos el nuevo gobierno del excoronel Lucio Gutiérrez. Había varios participantes elocuentes pero fueron las palabras de Alejandro Moreano las que quedaron grabadas en mi memoria. Hablando a los que aún consideraban que Lucio podía ser el Hugo Chávez ecuatoriano, dijo: “de Quito no vas a Loja a través de Ibarra”.
Luego de una primera vuelta electoral dudosa y fraudulenta, “dos de los tres finalistas”, Yaku y Arauz, se proclamaron de izquierda. Ni siquiera el empresario Guillermo Lasso jamás se expuso como un hombre de derecha sino de centro. En esa mirada la votación de la izquierda llega al 55% a la que podría agregarse la votación de la Izquierda Democrática con su 16%; el partido socialista y Paúl Carrasco, también definido como de centro izquierda, que suma una votación de “izquierda” a un aproximado de 78% de votantes, porcentaje que envidiaría cualquier país de América y Europa. Sin embargo, en la segunda vuelta electoral gana Lasso que bien se sabe es de extrema derecha.
El Ecuador decidió el domingo su destino. Luego de una violenta y sucia campaña de segunda vuelta, en la que primó el argumento del mal menor, el representante del sector financiero, Guillermo Lasso (CREO), se impuso en los comicios y paradójicamente su contendiente, Andrés Arauz (UNES), aceptó los resultados.
Los ecuatorianos decían que en las elecciones del domingo 11 de abril podía pasar una de dos cosas malas: que gane Guillermo Lasso (CREO) o que gane Andrés Arauz (RC), y al amanecer del 12 de abril las paredes amanecieron pintadas con el grafiti: “Estoy alegre porque perdió Arauz y triste porque ganó Lasso”.
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales llega a un poco más de un año de la pandemia, por un lado, imponiendo grandes desafíos con los cambios en la institucionalidad que se avecinan y para la sociedad civil organizada que deberá articular nuevas estrategias. Por otro lado, las elecciones también llegan generando incertidumbre y expectativa para los sectores campesinos, que, si bien siempre han reclamado para que los gobiernos paguen la deuda histórica con el campo y la soberanía alimentaria, en estos momentos necesitan de política inmediata para salir de la crisis profundizada por la covid-19.
1. Llama la atención la fragmentación de la izquierda, lo que les obliga a hablar en plural: “izquierdas”. El documento deja la sensación de una izquierda fragmentada que quiere encontrar en la coyuntura de la segunda vuelta electoral un motivo de unificación, de formar un frente común. Los firmantes resuelven esta fragmentación en el discurso, no en la realidad, donde –sabemos– existen hondas divisiones, sobre todo en los grupos indígenas. Dicho de otro modo, se intenta resolver la fragmentación por afinidades coyunturales y no por el verdadero liderazgo de un sector social (sea el de los indígenas, de los trabajadores, de las mujeres…) que asuma y haga caminar las posibilidades de un cambio verdaderamente transformador o revolucionario. Un frente común no es lo mismo que un liderazgo común, capaz de aglutinar a todos los sectores.
La izquierda en el Ecuador se viene derrumbando desde que en el 2006 decidió sumarse al apoyo de la candidatura de Rafael Correa sin antes haber definido un planteamiento programático que le diera autonomía y personalidad. La equivocada tesis de que serían gobierno dentro del gobierno de Alianza País se desmoronó en el mismo discurso de posesión del primer período de Rafael Correa en el que les advirtió que aquellos que habían llegado con “agenda propia” podían regresarse por dónde habían venido.
Sin duda, una de las novedades del último fin de semana, que causó mucho revuelo, fue la declaración del 3 de abril de 2021 de Jaime Vargas, presidente prorrogado de la Confedereción de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), en la que expresó su apoyo para el balotaje, al candidato del correísmo, Andrés Arauz.
Ecuador enfrenta la segunda vuelta entre Andrés Arauz, candidato del progresismo conservador auspiciado por Rafael Correa y Guillermo Lasso, de la derecha liberal. En ese trance político, PACHAKUTIK, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE, el Frente Unitario de los Trabajadores, FUT, el movimiento de mujeres y un gran número de organizaciones sociales y políticas de la izquierda ecuatoriana llamamos a VOTAR NULO. Esto motivó un escrito de Boaventura de Souza Santos donde señalaba su “perplejidad” por esta decisión: ¿por qué no votar por Andrés Arauz? “Si Arauz es de izquierda, al menos en comparación con Lasso, sería de esperar que las energías se canalizaran para derrotar al candidato de la derecha”. Boaventura dice que el debate debería centrarse en el programa y no en “la integridad de los candidatos”. Y, desde el punto de vista del programa, Arauz está a la izquierda de Lasso.
Hay dos tipos de conductas psíquicas de manipulación, que el dominador utiliza con la víctima para justificar su opresión y atraparla en el ciclo de la violencia.
Los resultados electorales del pasado domingo 7 de febrero podrían leerse como la expresión del rechazo a las consecuencias y efectos a las políticas neoliberales impuestas en estos cuatro años de gobierno y como un desplazamiento del electorado hacia posiciones progresistas y de izquierdas: la de la corriente del progresismo que expresa Andrés Arauz (UNES), la del ecologismo contrario al extractivismo minero y petrolero de Yaku Pérez (Pachakutik), y la del candidato Xavier Hervas (Izquierda Democrática) que supo posicionar un discurso e imagen más atractiva para sectores jóvenes y alejada (aparentemente) de la polarización en contra y a favor del correismo.
Se funda en 1926 con el Partido Socialista Ecuatoriano (PSE). Es una izquierda doctrinaria, pegada a los textos clásicos del marxismo. Fue incapaz de ir de la realidad a la teoría, no obstante lo cual, el PSE siempre creyó que nuestros problemas había que pensarlos con cabeza propia. La tendencia consular, fuertemente influenciada por la Revolución Bolchevique, en 1931 produce la primera división de la izquierda, dando lugar a la fundación del Partido Comunista Ecuatoriano. Esa izquierda histórica lejos estuvo de elaborar una interpretación creadora de nuestra realidad, se convirtió en una izquierda oficial, contrapeso necesario para mantener el equilibrio en la dominación oligárquica. La tesis central del PCE fue siempre empujar la transformación demo-burguesa del Ecuador, concebida como un proceso etapista para lo cual aceptaba alianzas con el centro político y la propia oligarquía. El Partido Socialista se diferenciaba en ser menos dependiente de Moscú, pero igual en sus planteamientos conceptuales a los cuales se les había castrado de los elementos más peligrosos de la doctrina marxista como eran la noción de la lucha de clases y la concepción sobre el Estado y el poder.