En 1988, en las faldas del cerro Putzalagua, las mujeres campesinas de Belisario Quevedo decidieron organizarse en el Comité de Damas Nueva Esperanza (después Aspralnues). Las guiaba el objetivo de solucionar su falta de acceso a recursos financieros y de crédito, aunque esta determinación implicó enfrentar el machismo expresado en la desconfianza y los celos de sus parejas.