La movilidad eléctrica sostenible propone reemplazar el auto a combustión por el de batería de ion litio, pero el cambio no es tan sencillo. La electromovilidad no es una autopista por la que un país pueda transitar sin una estrategia definida, de manera frenética, errática y desordenada: en el caso de Ecuador, hay muchas banderas amarillas en la pista. Las iniciativas para disminuir las emisiones de carbono en la movilidad necesitan de políticas de Estado; el mercado no se autorregula, sólo da espacio para que los más fuertes se impongan. Sin una causa común, un horizonte general, la movilidad eléctrica no llegará a ser sostenible y corre el riesgo de convertirse en una “transición energética corporativa”, sin impacto real a nivel masivo e intrascendente en la protección ambiental.
La transición energética hacia la electromovilidad requiere una reflexión y visión compartidas y una autoridad responsable que marque el horizonte hacia el cual nos dirigimos. Esta transformación profunda debe abordar las causas estructurales del cambio climático y promover modelos de producción y consumo más sostenibles, garantizando una transformación justa y equitativa para toda la población nacional.