Hoy, de esa Asamblea Nacional saldrá un hedor apocalíptico este 24 de Mayo. ¿Qué más se puede esperar, si en un mismo espacio estarán juntos esos cuatro presidentes que generan náuseas colectivas en Latinoamérica? ¿Se imaginan el resultado de esa ecuación terrorífica? En sus países no los quieren. Los detestan. Pero estarán cogiditos de las manos este lunes: felices, dichosos, rindiendo honores al reemplazo de Lenín Moreno. Y, el peor presidente del que se tenga memoria, le pondrá la banda al banquero Guillermo Lasso, al zapatitos rojos que tiene las ideas de Jair Bolsonaro, la simpatía de Iván Duque, el cinismo de Sebastián Piñeira. ¡Jodidos!
Ni uno solo. Desde ya. Antes que se posesione. Los sectores de izquierda y progresistas no deben caer en la trampa de “hay que darle tiempo”; “esperemos seis meses”; “no hay que ser radicales”. No. La elección de Guillermo Lasso es un desastre para el país. Y a los desastres se los combate desde el vamos. No se puede ser un ternurita como el Bonil, quien ya le mando besos y abrazos a Guillermo. Lo que se viene -y no hay que ser brujo para saberlo- son privatizaciones de todo lo que sea público. El monseñor de la banca ya lo dijo: “el problema económico de nuestro país está en el sector público”. Tarjeta amarilla para lo que el señor bastón considera un gasto.