¿Qué sucede con los derechos y las libertades individuales o colectivas, ante una situación como la pandemia por covid-19? ¿Es muy diferente la praxis habitual de los estados a la ejercida en circunstancias catastróficas? En estos apuntes sobre bioseguridad, biopolítica y derechos, Luis Ángel Saavedra Sáenz nos brinda algunas pistas al respecto.
En la época del capitalismo covid-19, el coronavirus no es el enemigo en sí, que ni consciencia tiene. El enemigo es muy visible: el capitalismo y su modelo estrella el neoliberalismo, una estructura social que ya ha hecho demasiado daño.
La enfermedad y el virus coexisten en una relación dialéctica. La primera, administra una serie de procedimientos que van desde el confinamiento voluntario u obligatorio, hasta la clasificación y dosificación de tecnologías médicas; mientras que el segundo, es un organismo capaz de reproducirse, atestar de síntomas y aniquilar a poblaciones enteras.
Breve recorrido por varias de las grandes pestes de la historia y su principal semejanza de fondo: la responsabilidad humana. La actual pandemia es un eslabón más de esa cadena, todavía con destino incierto, pero sin demasiados indicios alentadores, a juzgar por el análisis de Juan Cuvi.
El coronavirus dejó de ser una amenaza y ahora es una realidad objetiva. Las medidas preventivas adoptadas por el Estado fueron insuficientes, el covid-19 logró introducirse al país sin que medie un protocolo médico obligatorio aplicado a todos los viajeros.
El coronavirus, como enfermedad de control político y terror mundial, puede ser cotejado con padecimientos de mortalidad mayor y que pasan desapercibidas por la normalización y el silencio gubernamental.
A pesar de la mayor vulnerabilidad de las comunidades remotas, así como las disparidades de salud heredadas de siglos de abusos coloniales, los pueblos indígenas de los Estados Unidos están utilizando todas las herramientas disponibles para construir comunidades más fuertes y ayudar a los más necesitados.