La guerra por la cocaína ha causado conmoción social, ha perturbado con gravedad el orden público, ha causado calamidades familiares y públicas insubsanables, conflictos armados y territoriales; hay completa inestabilidad e inseguridad en las cárceles y en varias provincias del país; la convivencia ciudadana ha sido trastornada y el sistema de derechos humanos quebrantado.
La narcoproducción y el narcotráfico, así como sus derivados delictivos, son de raíz ecuatoriana. Lo sé, cuesta asumir, pero es la verdad. Por tanto, las ganancias que surgen de la droga circulan libremente en el sistema financiero, inmobiliario y comercial ecuatoriano.
El experto en temas de seguridad, Jorge González, señala que la crisis en el sistema penitenciario se la viene arrastrando desde hace más de 40 años, porque lo que en el país se tienen guetos no cárceles.
El fenómeno de la violencia desatada en las cárceles ecuatorianas es, sin duda, complejo y multicausal. Se he venido gestando por décadas de abandono, corrupción, mala gestión y sistemático incumplimiento de derechos humanos dentro del sistema penitenciario. También contribuye, de manera capital, la ausencia de resultados en las políticas públicas de seguridad para controlar las organizaciones criminales.