La historia de la Modernidad tiene dos caras: por un lado, es una historia de revoluciones y luchas por los derechos. Pero, por otro lado, a la vez está plagada de violencias, de injusticias y de abusos. Muchos de los filósofos políticos ilustrados e incluso héroes de la Independencia eran esclavistas en su época. Las declaraciones de derechos -en linea liberal de derechos- excluían a mujeres y hombres no-blancos, pueblos indígenas y pueblos afros. La misma noción de la Europa conquistadora potenció la masacre, el saqueo y la explotación de trabajo gratuito. En tanto que se fue expandiendo la voracidad por acumular valores abstractos, se fueron marginando otros horizontes civilizatorios en las comunidades humanas y también las relaciones de armonía con la Madre Tierra. Las Diversas relaciones de dominación subyugaron a las mujeres, a la Naturaleza, a los pueblos en cuyos territorios habían “recursos” acumulables.
La suspensión de garantías en un verdadero régimen constitucional es una excepción transitoria a la regla del Estado de derecho que defiende y garantiza los derechos humanos fundamentales y, además, una excepción perfectamente acotada en cuanto a su alcance, anotaba Mauro González Luna, en el semanario mexicano Proceso, a propósito de los límites que deben observar las democracias liberales cuando invocan los estados de excepción.
Quien llegue a Carondelet asumirá una coyuntura compleja. La producción de bienes y servicios lleva estancada cinco años; en 2019 el 25,7% de los ecuatorianos vivía en condiciones de pobreza y el 7,6% en pobreza extrema; y los resultados del sector externo revelan graves problemas: falta de competitividad, una canasta de exportaciones poco diversificada de productos primarios y alta dependencia de las importaciones.
A estas alturas resulta inevitable asociar la imagen de Lenín Moreno con la de esos reyes debiluchos e improvisados que tienen que dar la cara por unos feudos sobre los que ya no tienen autoridad, y donde cada príncipe hace lo que le da la gana.
El ex ministro de Energía y Minas y ex presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Alberto Acosta, señala que la inversión real en salud cayó de 241 millones en 2017, a 175 millones en 2018 y a 110 millones en 2019. La caída del empleo se registra de forma sostenida desde el 2015, agudizándose cada vez más desde el 2018. El 62% de la PEA no tiene un empleo adecuado.
No se entiende si por candidez o por cinismo, hay apologistas del sistema que están abogando por un capitalismo humanizado, más solidario y menos egoísta que nos prevenga contra futuras catástrofes. Al parecer, el coronavirus también tiene la virtud de develar la realidad a los fanáticos del mercado.