Al pensar en 2020 pienso en cómo todas las personas nos hemos visto expuestas, en mayor o menor medida, a la incertidumbre, la inestabilidad, la fragilidad, la vulnerabilidad, la precariedad y el miedo. Y, pienso en cómo todas estas palabras, tan usuales en este momento, han sido parte siempre de la vida de quienes de alguna forma trabajan en el arte. Pienso en un fenómeno que he estudiado desde hace varios años: el carácter contagioso de la precariedad, cómo se transmite de un ámbito a otro, con la misma eficacia con la que se transmiten los virus. He podido constatar que el arte es uno de los espacios en los que más rápido y con especial intensidad se han observado características de la precariedad contemporánea.