La guerra en Ucrania, o más bien la invasión de Ucrania por parte de Rusia, presenta a la izquierda latinoamericana un problema. Con poca experiencia de una Rusia lejana y una experiencia espantosa de un Estados Unidos cercano, es quizás natural dudar en primer lugar de las intenciones de los estadounidenses y relativizar las acciones históricas de los rusos. Pero sería un error ver las acciones de estos como simplemente defensivas y las de Estados Unidos (y por ende la OTAN) como meramente agresivas. Hacerlo representa una grave falta de juicio.
Esta guerra, lamentable como todas las guerras, simboliza algo que se viene percibiendo desde hace tiempo y no se lo quiere aceptar. Algo que fue teorizado hace décadas por Oswald Spengler y Edmund Husserl: la decadencia de Occidente, no solo como potencia militar y política, sino sobre todo como civilización eurocentrada y como paradigma universal de libertad y progreso.
Tratar de comprender el conflicto bélico desatado en Ucrania exige dejar de lado maniqueísmos político-ideológicos que no vienen al caso en ningún sentido, y que solo echan más bruma sobre un escenario profundamente complejo. Es irresponsable seguir por este camino que se impone tanto en los grandes medios de comunicación como en las redes sociales.
El ataque militar de Rusia contra Ucrania comienza a marcar un nuevo orden en la política internacional, con tres grandes potencias compitiendo por posiciones de supremacía y control que amenazan la hegemonía de Estados Unidos.
El conflicto actual muestra la increíble ambición de EE.UU. con un país que ni siquiera tiene frontera; mientras que en los lados ruso y ucraniano se empuñan las armas diseñadas por el militar soviético Mijaíl Kalashnikov.
Breve resumen de la política injerencista estadounidense en Oriente Medio, con énfasis en el territorio y la política interna de Irán. Tensiones e intereses encontrados que llevan décadas de cruda vigencia y mantienen alerta a la comunidad internacional hasta la actualidad.