El tema de la Conaie es un tema digno de análisis, que desnuda las falacias del sistema para minar y debilitar con pendejadas... hasta al más fuerte.
Es de tontos aceptar que la punta de lanza de este iceberg de pacotilla (que es la silenciosa lucha de poderes para hacerse con la Conaie) podría reducirse a la disputa netamente electorera de dos o tres grupúsculos que no supieron escuchar el Consejo que hace unos 30 años les dieron los abuelos, en el sentido de mantenerse alejados por un tiempo de esta trampa mortal, que es participación político - electoral en el contexto de un Estado prácticamente fallido.
Hoy, de esa Asamblea Nacional saldrá un hedor apocalíptico este 24 de Mayo. ¿Qué más se puede esperar, si en un mismo espacio estarán juntos esos cuatro presidentes que generan náuseas colectivas en Latinoamérica? ¿Se imaginan el resultado de esa ecuación terrorífica? En sus países no los quieren. Los detestan. Pero estarán cogiditos de las manos este lunes: felices, dichosos, rindiendo honores al reemplazo de Lenín Moreno. Y, el peor presidente del que se tenga memoria, le pondrá la banda al banquero Guillermo Lasso, al zapatitos rojos que tiene las ideas de Jair Bolsonaro, la simpatía de Iván Duque, el cinismo de Sebastián Piñeira. ¡Jodidos!
Tras los inesperados resultados electorales del 11 de abril, lo que se puede esperar del nuevo gobierno, es la continuidad. Se mantendrá la continuidad de las políticas económicas neoliberales de ajuste estructural, privatizaciones, desregulación de los mercados y aperturismo comercial indiscriminado, medidas que fueron iniciadas por el régimen de Lenín Moreno. Guillermo Lasso profundizará el proceso destituyente: desmantelará la institucionalidad pública definida por la Constitución vigente, –que impulsó Moreno con la Consulta Popular de 2018 y que se concretaron con las acciones inconstitucionales de Julio César Trujillo–; mantendrá su alineamiento incondicional de respaldo a la política estadounidense para la región latinoamericana y el planeta de “guerra híbrida” contra las naciones y procesos que sean contrarios a sus intereses y de recuperación de los territorios que conforman su patio trasero, para acceder a los recursos naturales, energéticos, mercados y trabajo barato. La “heredad imperial”.
Dos análisis publicados recientemente por el portal GK, firmados por Ricardo Viteri y Javier Rodríguez, concluyen que el voto nulo fue un factor determinante para explicar la derrota de Andrés Arauz (UNES) en segunda vuelta. La suposición es clara: si las personas adicionales que votaron nulo en la segunda vuelta (740 mil votos)[1], no hubieran votado nulo, esos respaldos se hubieran dirigido a favor de Arauz. Como Guillermo Lasso ganó por una diferencia de 440 mil votos, el voto nulo habría bastado para darle la victoria al correísmo.
No, yo no tengo la culpa. La culpa es de los otros, de los indios, de los izquierdistas infantiles, de los ecologistas infantiles, de las feministas infantiles, de los yakuistas infantiles, que llamaron a votar nulo. Yo, soy libre de pecado, soy progresista y puro.
A partir del boom petrolero ecuatoriano, en la década de los setenta del siglo anterior, se introdujeron políticas de subsidios al gas licuado, gasolina y diésel como mecanismos de redistribución de la riqueza.
En los años posteriores, a través de las Cartas de Intención con el Fondo Monetario Internacional (FMI), se negociaron medidas de ajuste estructural que aceptaron reducir el gasto público de los países y minimizar el rol del Estado en la economía.
En el primer año de gestión de Lucio Gutiérrez, en una reunión en el Instituto Intercultural de Luis Macas, analizábamos el nuevo gobierno del excoronel Lucio Gutiérrez. Había varios participantes elocuentes pero fueron las palabras de Alejandro Moreano las que quedaron grabadas en mi memoria. Hablando a los que aún consideraban que Lucio podía ser el Hugo Chávez ecuatoriano, dijo: “de Quito no vas a Loja a través de Ibarra”.
Luego de una primera vuelta electoral dudosa y fraudulenta, “dos de los tres finalistas”, Yaku y Arauz, se proclamaron de izquierda. Ni siquiera el empresario Guillermo Lasso jamás se expuso como un hombre de derecha sino de centro. En esa mirada la votación de la izquierda llega al 55% a la que podría agregarse la votación de la Izquierda Democrática con su 16%; el partido socialista y Paúl Carrasco, también definido como de centro izquierda, que suma una votación de “izquierda” a un aproximado de 78% de votantes, porcentaje que envidiaría cualquier país de América y Europa. Sin embargo, en la segunda vuelta electoral gana Lasso que bien se sabe es de extrema derecha.
El Ecuador decidió el domingo su destino. Luego de una violenta y sucia campaña de segunda vuelta, en la que primó el argumento del mal menor, el representante del sector financiero, Guillermo Lasso (CREO), se impuso en los comicios y paradójicamente su contendiente, Andrés Arauz (UNES), aceptó los resultados.
Los ecuatorianos decían que en las elecciones del domingo 11 de abril podía pasar una de dos cosas malas: que gane Guillermo Lasso (CREO) o que gane Andrés Arauz (RC), y al amanecer del 12 de abril las paredes amanecieron pintadas con el grafiti: “Estoy alegre porque perdió Arauz y triste porque ganó Lasso”.
La derecha ecuatoriana -gracias al grave error histórico del correísmo al nombrar como su sucesor a Lenín Moreno- logró posicionar en el imaginario de la sociedad ecuatoriana, que el manejo catastrófico del Estado estos últimos cuatro años se debía más a la ineptitud de Moreno que a la aplicación del Programa neoliberal del movimiento de derecha CREO, con el cual gobernó.
¡Ganamos! ¡Por fin ganamos! Bueno, siempre hemos ganado (risas del auditorio), pero hoy se sentará en Carondelet uno de los nuestros, uno de nuestro fino abolengo. Ya no necesitaremos mensajeros ni recaderos ni badulaques como el que ya se va. (risas de la primera fila). Hoy es un gran día. Les invito a brindar por Guillermo, por su perseverancia, por su tesón, por sus zapatillas rojas (risas en do mayor). Todo era cuestión de tiempo para que los que saben, gobiernen. Queremos agradecer a Jaime, nuestro hermano de sangre, por su gran apoyo y por nunca desmayar para que los vagos, los del páramo, los "quiero todo gratis", los comunistas, se salgan con la suya (el auditorio se pone de pie y aplaude por varios minutos).
La segunda vuelta de las elecciones presidenciales llega a un poco más de un año de la pandemia, por un lado, imponiendo grandes desafíos con los cambios en la institucionalidad que se avecinan y para la sociedad civil organizada que deberá articular nuevas estrategias. Por otro lado, las elecciones también llegan generando incertidumbre y expectativa para los sectores campesinos, que, si bien siempre han reclamado para que los gobiernos paguen la deuda histórica con el campo y la soberanía alimentaria, en estos momentos necesitan de política inmediata para salir de la crisis profundizada por la covid-19.
1. Llama la atención la fragmentación de la izquierda, lo que les obliga a hablar en plural: “izquierdas”. El documento deja la sensación de una izquierda fragmentada que quiere encontrar en la coyuntura de la segunda vuelta electoral un motivo de unificación, de formar un frente común. Los firmantes resuelven esta fragmentación en el discurso, no en la realidad, donde –sabemos– existen hondas divisiones, sobre todo en los grupos indígenas. Dicho de otro modo, se intenta resolver la fragmentación por afinidades coyunturales y no por el verdadero liderazgo de un sector social (sea el de los indígenas, de los trabajadores, de las mujeres…) que asuma y haga caminar las posibilidades de un cambio verdaderamente transformador o revolucionario. Un frente común no es lo mismo que un liderazgo común, capaz de aglutinar a todos los sectores.
"El próximo 11 de abril el Ecuador se encuentra en un callejón sin salida, pues deberá decidir entre confirmar el caudillismo como forma de gobierno del siglo XXI o retornar a la plutocracia anterior a la Revolución Juliana"