Sorprende el apuro. Tuvieron casi cuatro años para hacerlo. ¿Por qué ahora? Justo cuando el gobierno está en desbandada, y la desprestigiada Asamblea Nacional está por concluir sus funciones, se acuerdan de “defender la dolarización”. Asimismo, sorprende la creciente presión gubernamental – y mediática – aplicada para que el proyecto de ley “defensor” del esquema monetario ecuatoriano sea aprobado por la Asamblea.
A pesar de que ninguna forma de vida -peor la vida humana- puede pensarse por fuera -o al margen- de la Naturaleza, actualmente las “ciencias económicas” han asignado al mundo natural el único y pasivo papel de proveer de “mercancías” que puedan usarse como materias primas y demás medios de producción útiles a la valorización del capital. Semejante pasividad dada a la Naturaleza por parte de las “ciencias económicas” -tanto ortodoxas como heterodoxas, e incluso varias afines a corrientes “críticas”, con muy honrosas excepciones[1]- da carta libre para que el mundo natural se banalice y se perpetúe su mercantilización.
l inicio de la pandemia del coronavirus se llegó a pensar – hasta ingenuamente – que la cruel pedagogía de covid-19 dejaría enseñanzas a la humanidad que motivarían al surgimiento de cambios significativos, sobre todo en las lógicas de la economía mundial (responsables de transformar la pandemia en una sindemia[1]). Incluso se dijo en algún momento que, con la pandemia, la Naturaleza podría tomarse “un respiro”. Pero no. Con o sin pandemia, la reproducción del capital continúa ampliando la mercantilización de toda dimensión de la vida. Uno de los ejemplos más explícitos al respecto es el inicio de la cotización del agua en los mercados de futuros de Wall Street, tal como ocurre con el petróleo, los minerales, el trigo u otros productos primarios.
La danza minera continúa su marcha en el Ecuador, al punto que incluso la gran prensa promociona a la megaminería como “la salvación” ante la grave crisis ecuatoriana. Sin ninguna vergüenza, hasta se difunden burdos publirreportajes promocionando el compromiso “ejemplar” de las megamineras con el cuidado del ambiente. Mientras, se cierran los espacios mediáticos a las voces críticas a la minería.
Ecuador ya vivía un estancamiento económico de más de cinco años, un empleo deteriorado y una deuda externa cuyo pago desangra de forma permanente al país. Semejante escenario crítico se va transformando en una barbarie con la llegada del coronavirus (covid-19).
En momentos que el país necesita volcar todos los recursos posibles a enfrentar la crisis sanitaria del coronavirus, el pago de 1.230 millones de dólares por servicio de la deuda pública simplemente es inhumano. Ninguna obligación financiera puede estar por encima de la urgencia de salvar vidas.
El Ecuador enfrenta una coyuntura llena de urgencias fiscales y con un ambiente internacional muy complejo –incluyendo el efecto del coronavirus– que estrangula las cuentas externas. Sin embargo, tales urgencias solo manifiestan una crisis económica estructural, profunda y de larga duración.
La frustración popular creada y acumulada por la civilización de la desigualdad y los estragos que esta va dejando en la periferia del mundo, ha generado una explosión social que hace temblar al escenario político nacional y regional.
La hipótesis del “hocico de lagarto” (matizada por los autores de estas líneas para recoger el efecto de los ciclos de la acumulación capitalista y el papel del “hocico” en la construcción de hegemonía) plantea el vínculo entre ingreso y riqueza.