No hay nada que hacer. Cuando un tipo, ya maduro, decide convertirse en un ser ridículo por propia voluntad, es una clara señal que, casi a la vejez, le llovieron los vacíos de la infancia. Después de analizar las acciones del Juan Esteban Guarderas, vocal del Consejo de participación Ciudadana, ya no queda ninguna duda. Como dicen la gente de a pie: oye, ese sí que es bien shunsho. Y se quedan cortos.