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jueves, noviembre 21, 2024
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Lizardo Herrera

Neoliberalismo en el Ecuador: el desplome del artificio

Wendy Brown, en su libro, In the Ruins of Capitalism, sostiene que el neoliberalismo significa la destrucción de la sociedad, es decir, del vínculo social entre las personas. El neoliberalismo recurre a una ficción para llevar a cabo su proyecto de poder: la imagen de individuos que por sí solos y en todo momento son capaces de tomar decisiones racionales en favor de sus intereses individuales. El egoísmo y la codicia personal, por tanto, se convierten en los valores centrales y cualquier intervención de un organismo superior, en este caso el gobierno o más precisamente el Estado, son vistos como una intromisión que interrumpe el desenvolvimiento “natural” de los procesos dañando así el “normal” funcionamiento de la sociedad que da por sentado que velar por el interés personal es sinónimo de bienestar general. La llamada “mano invisible” se transforma en un “artículo de fe” en la medida en que se cree que si se deja negociar a los individuos por sí solos se alcanza un equilibrio que favorece el “libre” desarrollo y desempeño de la economía. En este sentido, libertad significa la libertad de los poderosos para ejercer el poder y acumular riquezas a su beneplácito, así ello implique la no libertad y hasta la esclavización de los trabajadores o, en su defecto, de todos quienes no tienen capacidad para negociar en igualdad de condiciones.

Más allá de la dicotomía entre populistas y antipopulistas

En resumen, según Burbano de Lara y De La Torre, la estrategia plebiscitaria, en lugar de profundizar la democracia en el Ecuador, es decir, fortalecer una institucionalidad sólida con sus respectivos balances y contrapesos, ha sido contraproducente debido a que ha traído consigo una noción de excepcionalidad que facilita, entre otras cosas, que el ejecutivo “meta mano” en el poder judicial impidiendo así una adecuada separación de poderes.

Respuesta a un “pelagato”: ¿Los grandes bancos van a “arrimar el hombro”?

Resulta que nos venden como solución el caduco y anticuado recetario neoliberal de los 90: eliminar el subsidio a los combustibles, aceptar los recortes en la educación y salud públicas y pagar puntualmente la deuda externa –así nos quedemos sin liquidez en tiempos de una megacrisis–.

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