El crecimiento de la denominada “movilidad liviana” eléctrica en el Ecuador empezó en el transcurso de las restricciones impuestas durante la pandemia por Covid-19 y se incrementó en los años posteriores gracias a la desregulación del sector: son vehículos accesibles económicamente, no se deben matricular anualmente (no tienen placa) y tampoco pagan IVA; sus conductores no necesitan licencia para conducir ni están obligados a usar casco homologado. Estos “detalles” los vuelven apetecibles en cuanto a requisitos y abaratan sus costos, aunque tanta libertad ha afectado en la calidad de motonetas y scooters que se importan. Y ensombrece su potencial como alternativa de movilidad ecoamigable.