En los últimos años, el gobierno venezolano ha emprendido una serie de reformas económicas. En el laberinto de esta «perestroika» criolla, elites nuevas y viejas se encuentran. Nicolás Maduro devolvió empresas y bienes expropiados en la época de Hugo Chávez y entabló un nuevo vínculo con Fedecámaras, el gremio empresarial otrora virulentamente opositor, mientras que casos como PDVSA-Cripto dieron lugar a purgas dentro del campo bolivariano.
A Mario Vargas Llosa no le interesa precisar que los romanos invadieron el territorio de lo que hoy se llama España y que les impusieron el latín, de donde surgieron el castellano, el catalán, el gallego, el valenciano, el asturiano, etc. Siendo totalmente falso que en España, en referencia al castellano, es “la tierra donde aquella lengua nació y evolucionó”, o la mentirosa frase: “El español, la lengua que nació en Castilla”.
Yo, que tengo la misma edad que Don Diego Oquendo, les tengo dicho a los verdugos de mis hijos: si ven que desvarío constantemente, si quedo en ridículo tres veces por semana y antes que cante el gallo; por dios, ya no me dejen hablar cualquier cosa, quítenme la computadora, bloquéenme el facebook y el twitter. Hay que envejecer con dignidad.
Según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo, (OIT), 305 millones de personas perderán en todo el mundo sus empleos a tiempo completo, a causa de las medidas de confinamiento que aplican los gobiernos para hacer frente a la pandemia del covid-19.
Frente a la pandemia del coronavirus hay gobiernos y gobernantes que no se percatan de la magnitud del problema. Como los nuestros. El desorden y la improvisación han llegado a tal extremo que pudieran conducirnos a un colapso nacional.
Las declaraciones y recomendaciones de los voceros de los banqueros y los grandes empresarios, los proyectos de ley presentados y los anuncios gubernamentales están en la línea de los compromisos que en marzo del año pasado el gobierno suscribió con el Fondo Monetario Internacional: disminución de la masa salarial en el sector público, eliminación de los subsidios de los combustibles, reformas en el sistema tributario, reforma que flexibilice las relaciones laborales, afectación a la capacidad adquisitiva de los trabajadores.
La única forma conocida hasta el momento para salir de la pandemia (China, Corea del Sur, Nueva Zelanda) es el confinamiento planificado, lo que al mismo tiempo significa que la población confinada deje de producir riqueza económica inmediata, pero que sus necesidades sean satisfechas por el Estado. Otros países como Italia, España y EEUU se saltaron las restricciones y ya conocemos el desastre humanitario desatado.
De un solo golpe hemos tomado conciencia de que la salud es un privilegio de pocos y que las grandes mayorías están desprotegidas, nos hemos dado cuenta que la fiebre irracional del consumo nos hace diariamente cavar nuestra tumba y que la competencia frenética entre nosotros nos conduce a la cárcel inexpugnable del individualismo.
Para el gobierno de Lenín Moreno hay un conjunto de indicadores que demostrarían la superación de la peor fase del coronavirus en el Ecuador; argumenta que existe desaceleración en el número contagios y muertes, así como una reducción de las emergencias sanitarias y las consultas médicas. Por ello, decidió reemplazar el régimen del aislamiento o cuarentena por el del distanciamiento social.
En 1890, existió en Quito un pequeño Ateneo, que lo formó Juan León Mera con sus amigos Julio Castro, Roberto Espinosa, Carlos León, Manuel Casares y Leónidas Pallares. Se le conoció, también, como el Ateneo de Mera, al igual que el Ateneo de Olmedo, en Guayaquil.
La propagación del coronavirus avanza, a la fecha son 184 países, de los 194 existentes, los que reportan contagiados. Paralelamente a la emergencia sanitaria, se multiplica el desempleo y la economía está infartada.
Orden, disciplina y control son las grandes tentaciones del poder político. Suponen una condición ideal para gobernar, es decir, para conducir a una sociedad hacia donde alguien creer que debe llegar. El gobierno y sus cortesanos piensan que con las decisiones que están tomando nos alejarán de la catástrofe del coronavirus.
Esta emergencia ha evidenciado algunas realidades que conocíamos parcialmente, pero que ahora salen a la luz con mucha claridad: una institucionalidad débil y una situación del sector cultural en gran medida informal, inestable y precarizada. Esas dos cosas combinadas hacen que a la hora de enfrentar situaciones extraordinarias, todo parezca desmoronarse.
Los estados de excepción y toques de queda decretados en todas partes, la extensión del control del Estado por sus fuerzas de control y represión, el descontrol de la explotación, la decisión todopoderosa y arrogante de a quién se deja vivir y a quién se deja morir. Todo esto no hace más que preparar el terreno para una cruenta “vuelta a la normalidad”, no sin antes, haber salvado al tótem económico.