Jorge Lanata creó medios y productos comunicacionales de gran calidad e impacto pero, con el tiempo, se montó sobre su propia leyenda viva; espió los naipes del poder político y económico; cedió cada vez más terreno a las sombras de sus claroscuros; y se creyó a salvo de todo cuestionamiento o escrutinio popular. Por eso. lejos de las palabras de circunstancia, su muerte impone un enfoque y un debate a los que también comienzan a asomarse los medios y periodistas del Ecuador: ¿hasta qué punto la fama, el dinero y la cercanía con el poder condicionan el ejercicio ético de este oficio?
El haber privilegiado el sacarse los cueros al sol en lugar de exponer sus visiones acerca de cómo pretendían conducir el país en el futuro inmediato, convierte a ambos bandos en imperdonables. El país cayó en las redes de la desacreditación, el odio y la revancha y eligió, no al menos malo ni al más demócrata ni al más patriota, sino al que la propaganda logró posicionar como supuestamente trabajador, conciliador, esforzado.