Al pensar en 2020 pienso en cómo todas las personas nos hemos visto expuestas, en mayor o menor medida, a la incertidumbre, la inestabilidad, la fragilidad, la vulnerabilidad, la precariedad y el miedo. Y, pienso en cómo todas estas palabras, tan usuales en este momento, han sido parte siempre de la vida de quienes de alguna forma trabajan en el arte. Pienso en un fenómeno que he estudiado desde hace varios años: el carácter contagioso de la precariedad, cómo se transmite de un ámbito a otro, con la misma eficacia con la que se transmiten los virus. He podido constatar que el arte es uno de los espacios en los que más rápido y con especial intensidad se han observado características de la precariedad contemporánea.
Cada año, los días finales de noviembre, las aspiraciones de mejorar el salario básico unificado, que tienen los trabajadores, son truncadas por las decisiones burocráticas de los gobiernos que priorizan los intereses de un puñado de patronos. De nada sirve que exista representación sindical en el Consejo de Salarios, pues es el régimen el que dirime con decretos que reflejan la postura original miserable de los grandes empresarios. Esa acción mancomunada de las élites está reduciendo el consumo y el crecimiento económico, está propagando el hambre, pues los sueldos de quienes tienen trabajo estable compran cada vez menos.
El jurista Luis Ávila Linzán, docente universitario e integrante del colectivo Acción Jurídica Popular, nos explica la letra pequeña de la controvertida Ley Orgánica de Apoyo Humanitario
Lo que los economistas de pensamiento neoliberal y el “frente económico con visión empresarial” recomiendan como la única vía para reactivar la economía ecuatoriana: deprimir...