A comienzos del siglo XX (en 1903, para ser precisos), el dramaturgo uruguayo Florencio Sánchez publicó la que sería una de sus obras más reconocidas: M’hijo el dotor. En ella, los sueños de ascenso social de una familia campesina que envía a su hijo a la ciudad para cursar la universidad, se ven interpelados por la forma en que sus saberes tradicionales colisionan con los conocimientos y costumbres adquiridos, en su nuevo entorno, por el joven aspirante a profesional.