La mañana del 9 de noviembre de 1990, Gustavo Garzón salió de su domicilio ubicado en el tradicional barrio de San Juan en Quito. Fue a la biblioteca para trabajar en su tesis de doctorado en literatura y letras. En el transcurso del día y hasta la noche, recorrió la ciudad capital como acostumbraba hacerlo, no solo físicamente y a pie, sino también dentro de su escritura. Fue de norte a sur y viceversa, acompañado de amigos y quizás también de personajes y criaturas pérdidas entre el poder o el desamor, a los que su potente trabajo literario se encargó de dar vida en sus obras. Al día siguiente, luego de acudir a una reunión con amigos en la discoteca Son Candela, la ciudad por la que tantas veces caminó de un lado a otro, lo devoró. Desapareció. Tenía tan solo 32 años cuando no se supo nunca más de él.