Despensas vacías. Llamadas de los bancos solicitando el pago de las cuentas pendientes y ofreciendo convenios y reprogramaciones para la cancelación de las deudas contraídas. Mandiles blancos colgados a las afueras de los hospitales públicos. Docentes en huelga que decidieron, previa explicación a sus estudiantes, suspender las clases. Servidores públicos de toda índole impagos y, pese a ello, laborando – salvo excepciones y “vivarachos” – más que antes, bajo los alicientes morales de que “al menos tienen trabajo” o “hay que ponerse la camiseta”, aunque el derecho a recibir puntualmente sus sueldos ha sido violentado.