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23 junio 2014
El proyecto de ‘Código Orgánico de Relaciones Laborales’, aunque fue presentado por el ministro Carlos Marx Carrasco, en realidad se preparó durante la época del anterior ministro Francisco Vacas, y con él se introdujo la visión empresarial sobre varios temas, que se contrapone a la posición de izquierda y a favor de los trabajadores que ha caracterizado la vida académica y política del ministro Carrasco.
El proyecto existente no es “revolucionario”. Tiene mucho de tradicional, en medio de disposiciones que pueden ser aceptables, otras “negociables” y algunas absolutamente inaceptables, pues estas últimas no están pensadas bajo el principio pro-operario (a favor de los trabajadores), sino que procuran aliviar cargas económicas y responsabilidades laborales a los empresarios, a pesar de que actualmente todavía existen como derechos de los trabajadores y que, por tanto, deberían ser intangibles e irrenunciables.
Entre otras están las normas que suplantan el reparto de utilidades con el accionariado obrero, el aumento de horas extras y suplementarias, la “recuperación” de horas de trabajo, y los permisos con “cargo” a vacaciones. Son graves las regulaciones sobre terminación del contrato, desahucio y sustitución de la jubilación patronal por un sistema escalonado de bonificación que no solo afecta a los trabajadores más “viejos”, sino que quita un sistema de indemnizaciones ya existente, que los mismos empresarios tienen que observar en la actualidad, aunque no les guste, sin que ello haya significado impedir o limitar sus inversiones.
Debilitan al principio pro operario ciertas normas sobre la huelga y la estabilidad laboral; nada hay sobre los actuales ‘contratos’ estatales con trabajadores que quedan precarizados, ni sobre las ‘externalidades’ (tercerización disfrazada) que se dan en áreas como la de los trabajadores de la salud; requiere estudio el contrato colectivo por rama de actividad que puede afectar a empresas medianas y pequeñas.
En foros de trabajadores, a los que he sido invitado para aportar con la visión histórico-social, la preocupación es creciente y cabe pensar en las repercusiones políticas que ello puede tener en el futuro.
La disminución de ‘cargas’ económicas a los empresarios contradice el objetivo social de redistribución de la riqueza, porque les asegura una tasa de rentabilidad mayor, al mismo tiempo que se intensifica el uso de la fuerza de trabajo y se le restan beneficios ya adquiridos.