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TSIPRAS BIS, ENTRE APATÍA E IMPOTENCIA. Por Samuele Mazzolini

El Telégrafo

22 de Septiembre 2015

Dejando por enésima vez en entredicho a la fiabilidad de los sondeos, Alexis Tsipras hizo el bis, adjudicándose holgadamente las segundas elecciones legislativas de 2015, propiciadas hace un mes por su repentina dimisión. Su partido, Syriza, obtiene un resultado muy parecido al de enero y se encamina a formar nuevamente una mayoría parlamentaria con ANEL, partido de la derecha soberanista, dado por muerto y resurgido en este domingo electoral. Al mismo tiempo, la fracción rebelde antieuro que se había polémicamente escindido de Syriza y congregado alrededor de la neonata Unidad Popular, no alcanza a entrar en el Parlamento. Signo de que las soluciones técnicas en favor de los sectores populares no valen absolutamente nada sin política y participación.

La victoria de Tsipras señala, en cambio, sus capacidades político-discursivas en establecer los contornos del debate nacional. Lejos de haber perdido la batuta, el líder de Syriza ha demostrado saber llevarse consigo la opinión pública después de un giro de 180 grados, jugando la carta del héroe derrotado con honor tras seis meses de batalla impar. ‘Por lo menos lo intentó’ parece ser el mantra de quien, a pesar de reconocer lo nefasto que será para el país el plan de rescate, volvió a conceder confianza a Tsipras.

Este supo hacer también hincapié sobre otros temas particularmente sentidos por la población, como la corrupción y la reforma del Estado. Syriza, tras apenas ocho meses en el poder, tiene todavía fuertes credenciales como sujeto ‘sano’, a diferencia de los partidos tradicionales. Otro factor, de índole eminentemente pragmática, que ha inclinado la elección hacia Syriza entre muchos izquierdistas ha sido el miedo suscitado por una posible gestión a la ‘húngara’ de la crisis de los refugiados si hubiese ganado Nueva Democracia. Sin embargo, estos asuntos no pueden ocultar la despolitización del tema económico y el riesgo que el rumbo escogido haga transitar Syriza afuera de  de los confines de la izquierda radical.

No es una casualidad que la victoria de Tsipras haya sido acogida con un cierto agrado por la socialdemocracia europea y muchos medios de comunicación que lo habían hostilizado anteriormente, complacidos por la ‘responsabilidad’ desplegada a la hora de firmar el memorándum. Mientras tanto, las celebraciones de anoche no aguantan comparación con la euforia registrada tras las elecciones de enero y el referéndum de julio. La abstención de poco menos de la mitad del electorado atestigua también una apatía creciente entre los griegos.

Se dice que uno de los mayores méritos de Tsipras ha sido el de poner en desnudo a la agresividad del capital financiero y la falta de democracia real en Europa. Mérito incuestionable, al cual se ha sumado, sin embargo, un cierto sentido de impotencia. “There is no alternative”, decía Margaret Thatcher, un dicho aplicable también en el caso de Tsipras, cuyas promesas de hacer el memorándum menos duro suenan efímeras. Si no se sumarán otros países a la causa  -lo cual parece en el corto plazo improbable- es previsible que la disonancia cognitiva entre odiar el memorándum y aplicarlo sea progresivamente absorbida por una aceptación de fondo. Así, Tsipras entrará a plenos derechos en el panteón de los hombres recordados por la radicalidad del pensamiento y la reluctancia en meter manos a los ganglios de la economía.

Con Nelson Mandela y Pepe Mujica, estará en buena compañía.

 

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