La marcha de la humanidad hacia estados de mayor confort y prosperidad es un asunto que involucra a todos, me refiero a los seres humanos, a los animales y a las plantas, pero esta, que parece una verdad evidente, tardó más de quinientos años en salir a la luz, desgraciadamente, cuando parece que ya es demasiado tarde.
Las grandes corporaciones han emprendido la lucha de clases; son marxistas pero con los valores invertidos”.
Noam Chomski
El ideal de vida en Occidente fue definido por los griegos, qué duda cabe, pero precisemos, por los filósofos griegos. Y más todavía, por Platón y Aristóteles, quienes eran voceros de los patricios que eran grandes terratenientes esclavistas y en cuyas cabezas no cabía la consideración de vidas placenteras similares a las suyas para los esclavos. El cristianismo incorpora la visión judía a los ideales griegos y, durante la Edad Media, prevalece un pensamiento dogmático que, patriarcas como San Agustín o Tomás de Aquino, se encargan de oficializarlo en la Santa Sede romana y en los tronos feudales de toda Europa. Ni los esclavos, antes del cristianismo, ni los siervos de la gleba, desde Constantino hasta la Revolución Francesa, tuvieron derecho ni a la sabiduría ni al conocimiento, peor a la razón, habiéndoseles reservado únicamente la fe. Como sabemos, la fe está basada en la ignorancia. El ideal de vida aristotélico no era para ellos, estaba burilado, a sangre y fuego, en la conciencia de las élites, nada más.
El gran proceso que vive el pensamiento humano en el siglo XV vuelve los ojos a la filosofía griega, con lo cual se redescubre y reafirma la razón aristotélica, comenzando con ella el formidable proceso de modernización que culminará, culturalmente en el Siglo de las Luces y políticamente en la Revolución Francesa de 1789. Lo que triunfa en el siglo XVIII es la razón, por supuesto, la razón griega, ahora complementada con la visión judeo-cristiana.
Este portentoso cambio del pensamiento humano tiene cimientos sólidos en la filosofía cartesiana. Será Descartes el que someta a parámetros racionales el pensamiento mágico del medioevo, porque hasta antes de la revolución científica prevalecía la visión de un mundo encantado, en la que el trueno equivalía a la furia de Dios y las ratas se generaban de forma espontánea en la basura, en el que no era posible navegar hacia occidente porque se caería en el Averno y en el que la tierra era el centro del universo. La sociedad humana se había estructurado alrededor de este pensamiento. El Buen Vivir aristotélico sigue vigente, ahora ya no para los esclavistas, sino para los señores burgueses comerciantes del Renacimiento y la aristocracia feudal.
La anécdota del mono de Descartes ejemplifica a carta cabal el inicio real de la modernidad occidental que alcanzará su cima en el pensamiento racionalista del siglo XVIII. Cuentan que a una clase del filósofo este llevo un pequeño mono. ¿Cómo conocer la esencia de este animal? Les preguntó a sus estudiantes. Ante su silencio ordenó a su ayudante que abriera al animal por el vientre. Los alaridos de la inocente víctima llevaron a sus estudiantes a preguntarle si no estaba sufriendo, a lo que el filósofo contestó que no se preocuparan, que ese era el ruido que la máquina hacía al separar sus partes para conocerla.
El ideal científico cartesiano ignora la unidad del ser y la naturaleza considerando a ambas máquinas yuxtapuestas, a las que sólo es posible conocerlas mediante el desmembramiento que luego por síntesis el sujeto cognoscente vuelve a unir. Basado en esta premisa científica, Occidente ha construido su civilización. Hoy, ese método, es incapaz de recomponer la unidad seccionada porque le sobra piezas por todas partes.
El pensamiento cartesiano encaja perfectamente con las necesidades de la economía capitalista que comienza a florecer desde comienzos del siglo XVIII. El ideal del Buen Vivir aristotélico -que renació en el siglo XV- se revitaliza ahora con el triunfo de la libertad burguesa, que inicia la era del capital; pero ese ideal sigue siendo para las élites, ahora los señores dueños del capital. No es, como dice Alfredo Pérez Bermúdez en su artículo intitulado Disyuntiva teórica del buen vivir [i] el ideal de Occidente, porque en Occidente, desde siempre, han existido grandes mayorías excluidas de ese ideal.
La Revolución Industrial, acaecida desde comienzos del siglo XIX, desarrolla exponencialmente la capacidad expansiva del capital. El éxito de esta economía es inversamente proporcional a la salud de la naturaleza. La potenciación de sus fuerzas productivas es tan formidable que el capitalismo, fatalmente, deteriora su entorno natural a una velocidad mayor a su capacidad de regeneración. A estas alturas del desarrollo capitalista la academia y las ciencias sociales encuentra como evidente lo que Karl Marx, a mediados del siglo XIX, nos advirtió con tanta claridad. Y es esto, justamente, lo que resulta inverosímil que académicos como Pérez Bermúdez no lo noten, no lo vean, lo ignoren o lo oculten.
La crítica de Marx al capitalismo
El humanismo marxista se desprende de sus concepciones económicas cuyo núcleo central consiste en denunciar, combatir y enseñarnos el camino para liberarnos de la explotación capitalista. La explotación capitalista es un conjunto de relaciones que van desde lo individual hasta lo social y que se resume, esencialmente, en la extracción de plusvalía al trabajador asalariado.
Este núcleo dinámico de la organización social, dice Marx, tiene que saltar en añicos y ser sustituido por otro más equitativo. La crítica de Marx al capitalismo es inclusiva, no excluyente. La eliminación gradual de las clases sociales deviene en una sociedad igualitaria, en la cual el ser humano, conservando su individualidad, vivirá sin diferencias que no sean las biológicas y las que provienen de sus raíces culturales.
De esa forma define lo que ahora llamamos la unidad en la diversidad. Esta crítica al capitalismo es el constructo teórico más general de Marx, apenas un instrumento para completar los estudios de las particularidades históricas que se analicen y sobre las cuales se quiera actuar. Esto porque el marxismo no es un método cerrado de análisis, sino abierto, capaz de ampliarse y enriquecerse.[ii]
Tan formidable instrumento de análisis no ha podido ser ignorado ni por los más acérrimos enemigos de Marx, ni por la academia conservadora de Occidente, ni por los organismos rectores de la economía mundial -como el Fomento Mundial Internacional (FMI) o el Banco Mundial- y ni tan siquiera por los gobiernos imperialistas del mundo, pero Alfredo Pérez Bermúdez lo hace olímpicamente en el articulito de marras.
Marx ha sido borrado de la historia cultural de Occidente por alguien que sostiene que si se puede construir una nueva realidad económico-social ignorando la gnoseología de las ciencias occidentales que ha dado lugar a nuestra civilización.
Marx es la contraparte crítica de la epístome occidental, pero, como es lógico, es parte de ella. Con su lógica científica derrumba sus paradigmas y propone otros que se siguen sosteniendo en sus fundamentos, lo cual equivale a dar crédito a la premisa hegeliana de la cultura como una cadena infinita de conocimientos. No es posible concebir discontinuidades absolutas en los procesos culturales y, menos, en los sociales[iii].
La invasión europea a América truncó el desarrollo autónomo de los pueblos Americanos, pero dio lugar a una realidad nueva y distinta, que nos puede gustar o no, pero que existe independientemente de nuestra voluntad. Claro que la lógica dominante ha sido la de los vencedores, pero que así sea no nos puede llevar a pensar como atilas culturales que, por dónde pasamos, sólo dejamos ruinas y destrucción, porque si así fuera, les tendríamos que dar la razón a los aristotélicos y platónicos que conciben la historia de manera circular, en la que todo se repite eternamente, cuando con Marx comprendimos que la historia se mueve en forma de espiral, uno de los puntos axiales de coincidencia de la dialéctica marxista con el pensamiento ancestral americano[iv]
Sin la comprensión substancial de este asunto es fácil hacer propuestas que rayan en lo ridículo teórico-existencial, similar a esa gnoseología mágica propuesta por Carlos Castaneda[v] y de la cual, se entiende, se alimentan muchos ideólogos pachamamistas. Una epistemología sin historia, ni raíces comprobables, que deslumbra pero que deja intactos los problemas que se presentan en la naturaleza, la sociedad y el ser. Y no se puede aceptar esa seudo gnoseología si se tiene como objetivo mejorar este mundo mal hecho.
No creo sea el caso de mi amigo Alfredo Pérez, porque en una parte de su texto se cura en salud al advertirnos que, siendo dos realidades paradigmáticas cognosentes distintas las del Buen Vivir y la del Sumak Kawsay, sólo podría relativizarse la distinción entre ambas si se “libera al paradigma andino de las prisiones del colonialismo histórico y moderno, potenciando nuestro patrimonio epistemológico…”. Pero el autor no atina a definir lo que entiende por “nuestro patrimonio epistemológico” sustituyendo esta carencia por un discurso ideológico-político tendente a alcanzar la liberación del Sumak Kawsay andino del Buen Vivir aristotélico, con lo cual no se avanza ni un centímetro en el problema de fondo que se supone es sentar las bases de una nueva civilización. Es que ese es un falso problema que ni científica, ni gnoseológica ni filosóficamente existe.
No sé si consciente o inconscientemente el autor sostiene que “habrá que considerar que las sociedades/cultura de los Andes de Sudamérica, nos retrotraen a sistemas cognitivos relacionales de matriz cosmológica, que desembocan en prácticas de producción material y simbólica, ejerciendo comunitariedad e individualidad, libertad y emancipación frente a las ataduras de las conflictivas connotaciones del acervo constructivo de Occidente.[vi]” Palabrería que en el fondo quiere decir que las sociedades americanas de los Andes fueron modelos impresionantes de libertad y democracia, afirmación que sólo puede estar en el imaginario calenturiento de “pensadores” que niegan la sociología mágica de Carlos Castaneda pero pretenden impresionar con una gnoseología inexistente que está fuera de toda realidad.
Los principios de correspondencia, reciprocidad, complementariedad y ciclicidad son aspectos que deduce el pensamiento teórico moderno para oponerlos a los de individualismo, democracia, autoritarismo y totalitarismo que prevalecen en las sociedades actuales y que están inspirados, por supuesto, en la vida frugal y sencilla que el escaso desarrollo de las fuerzas productivas hacía posible como única forma de vida en las sociedades pre colombinas. Decir que estos principios “son la convergencia de la epistemología compositiva del Sumak Kawsay” equivale a sostener, sin ningún viso de realidad, que en las sociedades andinas existió el paraíso terrenal.
No es así o, por lo menos, no es posible demostrar este aserto. Marx nos habló de sociedades de “esclavitud generalizada” que nada tienen que ver con las sociedades que ahora el “pachamamismo” ingenuo imagina. El mismo Pérez Bermúdez se ve obligado a señalar que la propuesta de Sousa Santos de “anteponer a la epistemología del monoculturalismo hegemónico del norte, una epistemología del sur” no aclara “de cual epistemología se trata ni en qué región y sociedad se ha generado tal (sic) o cuales conocimientos y ciencias que esta supone”. Esto no es posible porque no existe. Lo que sí es posible es deducir, o imaginar, otras formas de vida que debieron haberse dado en sociedades en las cuales el lei motiv de la existencia no era la producción de valores de cambio por la sencilla razón de que no eran sociedades industrializadas.
Así, hablar de nuestras raíces ancestrales no quiere decir anteponer la epistemología del Sumak Kawsay ancestral a la del Buen Vivir aristotélico, sino imaginar una nueva forma de vida inspirada en las sociedades pre colombinas para diseñar un mejor futuro, partiendo de aquello que de positivo nos ha dejado la epístome occidental, incluida la ideología marxista, porque, anteponer la una a la otra gnoseología equivaldría a pretender hundir la civilización occidental desde la disolución de la comunidad primitiva hasta el capitalismo corporativo actual, pasando por todas las experiencias pro socialistas o filo socialistas que existen hoy en el mundo, tarea no solo demencial, sino fuera del ámbito histórico posible. Para esta tarea (imaginar una nueva vida) hay que justipreciar el peso real del colonialismo económico y mental y aceptar, sin complejos, que somos resultado de la mezcla.
Lo que históricamente si es posible
Hace más de dos siglos que escuchamos indiferentes los alaridos del ser y la naturaleza. Fieles al pensamiento cartesiano seguimos creyendo que es el ruido normal que produce el funcionamiento de la maquinaria civilizatoria que nosotros mismos hemos creado, no unos, sino todos. Pero ya no es posible la indiferencia.
Frente a la crisis generalizada de la civilización capitalista hay que levantar una propuesta de solución. Todas las alternativas de desarrollo han fracasado porque todas han tratado la misma enfermedad con diferentes remedios, “pero el cadáver, hay, siguió muriendo”, como dice el poeta[vii]. Lo dramático de la situación es que la humanidad, para sobrevivir, ha comenzado un proceso de autofagia que terminará hundiéndonos en el fin.
Esta vez no volveremos a la vida, por lo menos como seres humanos. La tierra permanecerá y tardará millones de años en volver a su plenitud. Se trata, entonces, de pensar en serio, porque el fin no será una hecatombe colosal e instantánea, sino una muerte lenta, acompañada de inauditos sufrimientos. Nuestra generación todavía sabe del placer de servirse un vaso de agua pura, las futuras tendrán que matarse para adquirir uno de agua contaminada.
¿Qué es pensar en serio? Dar por superada la discusión sobre el desarrollo dentro de los marcos del actual sistema socio-económico. Liberalismo, neoliberalismo, keynesianismo, pos neoliberalismo y todas las corrientes existentes han sido aplicadas en la sociedad y ninguna ha podido paliar, siquiera, la crisis generalizada del sistema. Como bien señala el mismo Pérez Bermúdez: “El ingreso (el salario) y el consumo, per se, no conlleva la prosperidad o la felicidad de la gente, no obstante, los esfuerzos por darle un mejor sentido a la calidad de la vida en las sociedades occidentalizadas, recurriendo a aproximaciones diagnósticas que señalan las tendencias de la razón pública.”
Dicho de otra forma, al sistema no le queda otro camino que meter con fórceps su noción de prosperidad en los moldes pre establecidos. Se maneja una versión falsa de la felicidad. Esta situación está siendo superada rápidamente por la necia realidad y obliga, políticamente, a los defensores del sistema, a implantar gobiernos autoritarios que, en su grado superior, se convertirán en tiranías fascistas.
Como vemos, el autor de esta “disyuntiva teórica…” propone anteponer la gnoseología del Sumak Kawsay ancestral a la del Buen Vivir aristotélico, con lo cual, según él, mata dos pájaros de un tiro, el sistema y la crisis general del sistema. En otras palabras, si matamos al enfermo acabamos con la enfermedad. El detalle está en que un problema tan serio no tiene una solución tan simple. Veamos.
No existe el presente sin un devenir histórico, las sociedades llegan a ser lo que son, no son, simplemente[viii]. El capitalismo comienza a surgir en el seno de la sociedad feudal en el mismo momento en que esa forma de producir no rinde lo suficiente para satisfacer las necesidades de toda la sociedad. Entonces sobreviene un cambio de época acompañado de grandes conflictos sociales y de poder que rompen el equilibrio y termina sólo cuando se hunde para siempre el antiguo régimen.
En la historia de Occidente citaré dos grandes cambio de época, una la del cristianismo y otra la del siglo XVIII. En la primera se hunde la esclavitud y, en la segunda, el feudalismo. Dos siglos después del advenimiento del capitalismo hemos entrado en un nuevo cambio de época, esta vez hacia un sistema de relaciones de producción colectivistas similares a las de la comunidad primitiva, pero con un impresionante nivel de desarrollo científico-tecnológico que hará posible la distribución, primero equitativa y, después, igualitaria de la riqueza social[ix].
En el seno del capitalismo están listas las condiciones históricas para su superación. No es la voluntad de nadie, ni tan siquiera la misma crisis generalizada del sistema lo que propulsa el cambio hacia un nivel superior de desarrollo, son las condiciones históricas que determinan ya, con notable claridad, que lo que está arriba no puede seguirse sosteniendo y lo que está abajo está listo para el cambio. Este es el núcleo central del análisis teórico de la realidad contemporánea.
¿Qué tiene de particular este momento histórico que le hace diferente al del triunfo del socialismo en el siglo XX? El aporte que la noción del Sumak Kawsay ancestral hace a la teoría crítica de Marx, eso es lo que tiene de particular.
La teoría crítica del marxismo, con base gnoseológica enraizada en la episteme occidental, se ve enriquecida con las nociones autóctonas de equilibrio dinámico, correspondencia, reciprocidad, complementariedad y ciclicidad de la forma de vida que tuvieron las sociedades precolombinas, lo cual significa estar en condiciones de crear el instrumento teórico apropiado para ayudarle a la historia a parir la época nueva que tiene en su vientre, pero desde adentro, no desde afuera, no yuxtaponiendo lo ancestral a lo aristotélico porque eso es imposible, eso es una tarea que está fuera de la historia, no utópica, sino absurda.
Sólo después de lograrlo, podremos fundar una nueva epistemología que abarque al ser, a la sociedad y a la naturaleza, la episteme holística y sistemática que reclama nuestro amigo Pérez Bermúdez y que para él no asumirá formas concretas mientras no sea capaz de ver el elefante teórico del marxismo apostado en la mitad del camino que se ha propuesto recorrer.
Un marxismo al cual hoy los intelectuales de la izquierda revolucionaria tenemos la oportunidad de enriquecer no sólo encontrando las coincidencias conceptuales con el Sumak Kawsay ancestral, sino añadiendo elementos teóricos que revitalicen y actualicen algunos aspectos del método dialéctico legado por Marx y que, a casi dos siglos de su existencia, no ha podido ser rebatido por sus enemigos en su esencialidad crítica y combativa.
En más de una ocasión criticamos la forma superficial y ligera que algunos intelectuales del correísmo trataron el tema del Buen Vivir, asimilando el Sumak Kawsay ancestral al Buen Vivir aristotélico, creo que a ninguno de ellos le ha quedado ganas de insistir sobre este asunto.
Hay ahora otros intelectuales, es el caso de Alfredo Pérez Bermúdez que, cargados de buenas intenciones, parece, se atreven a ponerlo sobre el tapete de la discusión, pero si en los primeros había una carga política malintencionada, no puede la inocencia teórica llevarnos por sendas equivocadas sean estas unas líneas iniciales de lo que creo puede ser un beneficioso debate en la búsqueda incesante de los instrumentos teóricos más apropiados para lograr la revolución transformadora que la humanidad y nuestros pueblos necesitan.
Notas y referencias bibliográficas
[i] PÉREZ BERMUDEZ, ALFREDO: Disyuntiva teórica del Buen Vivir: https://bit.ly/2Nwh8dN
[ii] Bellamy Foster, John: Marx: un pensador crítico abierto.
[iii] Ni en lo individual, ni en lo colectivo es posible imaginar algo sin antecedentes o sin historia. Atahuallpa Oviedo, un autor citado por Pérez Bermúdez, así lo consigna: “En cualquier posición que cada uno elija, es obvio que lo hace –consciente o inconscientemente- desde una ontología en particular, la misma que maneja ciertas epistemologías o filosofías para asumir una forma de interpretación de la “realidad”. Por lo tanto, ninguna persona parte de cero o de la nada al interactuar en la vida, sino que responde desde ciertas lógicas, paradigmas y creencias aprendidas y asimiladas”.
[iv] Entre otros trabajos consúltese uno de mi autoría:
Oviedo Rueda, Jorge: Vindicación del revolucionario: https://bit.ly/2NUeNJU
Otros: https://bit.ly/2OudWAE
———–: https://bit.ly/2M5yPRd
[v] Castaneda, Carlos: Una realidad aparte, 1971
[vi] Una referencia seria a la sabiduría de los pueblos ancestrales es la de Josef Estermann, desarrollada en su libro Filosofía Andina, sabiduría indígena para un mundo nuevo, 2006 en el cual se reclama, entre otras cosas, reconocer al pensamiento indígena como una construcción filosófica en el contexto de la cultura occidental.
Véase también: Dussel, Enrique: Filosofía de la liberación, s/edit, Bogotá, 1980.
[vii] Vallejo, César: Poemas del alma
[viii] En un sentido aristotélico, la comunidad precede al individuo.
[ix] Cuando el poder político esté en manos de toda la sociedad y la apropiación de la riqueza social deje de ser privada. Véase: Oviedo Rueda, Jorge: Del Estado, la izquierda y la revolución en el Ecuador, 2015.
Buen artículo, celebro su optimismo:
“Dos siglos después del advenimiento del capitalismo hemos entrado en un nuevo cambio de época, esta vez hacia un sistema de relaciones de producción colectivistas similares a las de la Comunidad Primitiva pero con un impresionante nivel de desarrollo científico-tecnológico que hará posible la distribución, primero equitativa y, después, igualitaria de la riqueza social[ix]. En el seno del capitalismo están listas las condiciones históricas para su superación. No es la voluntad de nadie, ni tan siquiera la misma crisis generalizada del sistema lo que propulsa el cambio hacia un nivel superior de desarrollo, son las condiciones históricas que determinan ya, con notable claridad, que lo que está arriba no puede seguirse sosteniendo y lo que está abajo está listo para el cambio. Este es el núcleo central del análisis teórico de la realidad contemporánea.”
Pues no hay evidencia alguna de lo que Ud. dice, al contrario la depredación de recursos naturales y sobretodo la energía fosil y los cambios climáticos nos hacen suponer que vamos inexorablemente al abismo de la extinción humana y de muchas especies. Será el fin del antropoceno, a menos que la mayoría de la humanidad decida hacer algo radical y un enorme sacrificio. ¿Lo cree posible?