22 sept 2014
Para contrarrestar la violencia de muchos varones contra las mujeres y la familia en general, se han creado los juzgados de violencia con los cuales el Estado intenta frenar la violencia. Pero irónicamente se utilizan otras formas de violencia contra los agresores en la supuesta idea de eliminar la violencia contra las agredidas, pero lo único que consiguen es acrecentar otras formas de violencia, a nivel de la pareja, del núcleo familiar de ambas partes, de la comunidad y de la sociedad en su conjunto. Ellos actúan con violencia y el sistema les castiga con otro tipo de violencia, o dicho de otra forma, para pretender eliminar la violencia se aplica otra violencia. Lo que implica que el círculo de la violencia jamás se termina, como históricamente se ha visto en que el sistema de represión a la violencia sigue manteniendo e incluso reproduciendo la violencia en general.
Esto quiere decir que la violencia es un asunto sistémico o que viene de un sistema que la genera o la recrea, la violencia no existe per se sino que proviene o es parte de un sistema que resulta violento y que genera lo mismo. En otras palabras, la violencia genera violencia y esta violencia es sistémica, lo que implica que para terminar o disminuir la violencia hay que cambiar el sistema que la engendra. Por tanto, la violencia no es un asunto de la naturaleza del ser humano sino del sistema en el cual se desenvuelve y le forma.
El sistema represivo no lo entiende así y actúa aisladamente y sectorialmente contra el individuo y la acción en sí mismo. Todo lo cual ha conducido a diferentes expresiones en las diferentes partes constitutivas del sistema en su conjunto. Así, la visión religiosa de lucha del bien contra el mal, filosóficamente conocida como lucha de contrarios, políticamente como la democracia de las mayorías contra las minorías, o económicamente como la competencia o el libre mercado. Etc.
Efectivamente los juzgados de violencia contra la mujer utilizan formas y estructuras patriarcales de justicia, y no matriciales o matrísticas para actuar hacia esa violencia. Resulta paradójico que las mujeres, especialmente las juezas y algunas declaradas feministas, apliquen códigos patriarcales para intentar frenar la violencia contra ellas. El mismo que no ha tenido resultados favorables ya que la violencia continua a pesar de ello, pues pasa de lo físico a lo afectivo o emocional a través de rechazos, resentimientos, recriminaciones (tú me metiste preso), etc. Además que siempre el asunto es de ambos lados, no hay uno bueno y otro malo sino la corresponsabilidad.
En este sentido, no se puede cambiar algo desde los mismos presupuestos que la originan sino desde otros totalmente diferentes (Einstein). Por lo tanto, las penas de cárcel o de privación de la libertad para todo tipo de juicios (intrafamiliar, penal, alimentos, tránsito, etc.) resulta la violencia judicial de un sistema violento en su naturaleza propia, ahora acrecentados con el COIP. Los sentenciados por una violencia judicial no sanan la violencia adquirida en su camino de vida sino que la acrecientan, pues no acuden a centros de rehabilitación o de recuperación sino de recriminalización[1].
Entonces, estamos hablando de un sistema político y judicial violento, que mas bien hunde al sentenciado, llegando al extremo de sancionarlos de por vida cuando su hoja de vida queda manchada y no pueden encontrar trabajo porque todos los empleadores le piden su historial policial, o quienes tenían trabajo la pierden el momento de que van a prisión. Lo que implica que el mismo sistema les conmina o les induce a seguir en la violencia. Sin que nadie puede salir de la violencia cíclica, ni la sociedad ni los victimarios, la sociedad que busca defenderse mediante la violencia judicial y los victimarios con una sociedad que les segrega no solo judicialmente sino económica y políticamente. Sistema de violencia judicial y victimarios las dos caras de la misma moneda, que son las expresiones del sistema de la violencia en el cual conviven.
Esto quiere decir, que el sistema violento existe y se mantiene por la violencia constitutiva del mismo. Reproduce lo que ha sido estructurado, por lo que el mismo no puede auto destruirse. Lo que implica le necesidad de cambiar el sistema y no la violencia en sí mismo. Irse contra el sistema de violencia es irse en contra de ese ejercicio de la violencia y por ende la posibilidad real de frenarla. Consecuentemente no se trata de enfrentar o combatir a la violencia sino de armonizar el sistema social en su conjunto, pues toda forma de resolución en favor de uno, lo que hace es reproducir lo mismo. Dos fuerzas no se eliminan sino que se equilibran y cuando no hay eso, hay el sometimiento de una por la otra, la cual buscará salir de ese estado.
Hay un sistema que vive de la violencia y si desaparece la violencia desaparecería la fuente engendradora, por lo que no le interesa que ésta verdaderamente se termine. Lo que quiere decir que es solo un discurso la lucha contra la violencia, siendo el propósito real el someter a aquellos que quieren cambiar el sistema que privilegia a unos sobre otros. Es la trampa para que haya siempre quienes ejerzan el poder y quienes la cumplan, quienes por un lado sean los beneficiados y por otro los sostenedores de ese sistema.
En otras palabras, el sistema tiene que crear la escasez para pervivir, se crea ficticiamente un problema cuando hay la necesidad de acumular más poder o dinero, para que así el sistema se consolide. Por ejemplo, se provoca la guerra para que se vean obligados a comprar armas y así salir de ese estancamiento económico cuando no hay consumo de armas. Etc. Entonces, salir de la violencia, implica salir del sistema jurídico-político-económico que la constituye y la mantiene. Lo que implica otro juego, con otras reglas y dentro de otra cancha.
Cuál es ese sistema violento? El capitalismo privado (derecha) o de Estado (izquierda), con una carga fundante y estructurada de tipo patriarcal, civilizacionista, logocrática, materialista y antropocentrista. Es la configuración de este sistema vertical, hegemónico y disciplinario el que genera la violencia, la pobreza, la explotación, la guerra, el irrespeto, y toda forma de sumisión y discriminación. Por ende resulta absurdo que se quiera eliminar la violencia contra la mujer con violencia judicial-político-económica, es como lavarse con agua sucia y querer estar limpio, querer sanarse con más enfermedad, salir del odio con más odio. De ahí, que también resulta incomprensible aquellas ideas económico-políticas en el mismo sentido, de querer salir del extractivismo con más extractivismo, o salir del capitalismo con más capitalismo, o querer salir de la dependencia colonial con más dependencia epistémica y académica hacia las universidades e instituciones colonialistas-imperialistas, etc.
Todo esto implica otro sistema, y que no es tan solo mejorar los centros de rehabilitación o las formas de sanciones, sino el sistema completo en sí mismo[2]. Para ello, sirven de ejemplo y de modelo los sistemas matriciales, indígenas o de la alteridad, que funcionan horizontalmente y comunitariamente, y cuyo propósito es asumir corresponsable y complementariamente con el conflicto dado. No asume una posición de exterioridad ni de superioridad a través de los jueces sino de integralidad y de introspección por toda la comunidad, para así relativizar a todo el conjunto y no segregarlo o separarlo a ciertos estamentos. Por ende tiene una visión holística y relacional de ejercicio total del fenómeno para buscar armonizarlo o reequilibrarlo.
No le interesa la sentencia o el juzgamiento en sí mismo sino un tratamiento sistémico u orgánico para hacer un proceso de autoconocimiento que conduzca a un nivel de conciencia más profundo entre todos los miembros conformantes del sistema. Por lo tanto, jamás recurriría a la cárcel o a sistemas de tortura física y psicológica para ajustar algo que está desorientado, sino que busca realizar actos concretos y directos para que se vuelva a ordenar, y si fuere imposible la restitución el compensarlo de otra forma. Por ejemplo, a la muerte de una persona el retribuir económicamente a los hijos huérfanos como lo habría hecho el padre si siguiera vivo. Sin ser perfecto ni ideal este sistema, es un sistema que guarda un cierto equilibrio, o que en todo caso es más aceptable que el sistema ordinario de justicia del sistema eurocéntrico impuesto al mundo entero.
Todo lo cual implica otras nociones y valores sobre la pobreza, la economía, la producción, la naturaleza, la vida en general. Lo que se hace urgente es otra filosofía de vida para salir verdaderamente de la violencia, si realmente queremos desterrarla. Y que no es la paz como antítesis de la violencia, sino la armonía y el equilibrio entre fuerzas opuestas y complementarias. Así lo entiende lo matricial y es así como funciona la naturaleza, o las leyes de la física y de la química que gobiernan y hacen esta vida.
Atawallpa Oviedo Freire
[1] “Ellas recibían visitas los martes y jueves y no tenían contacto con los otros privados de libertad. Esos días, Huepera Tocari, hermano de uno de los internos, decía que se trataba de un acto inhumano. “Waorani no ha conocido este tipo de cárcel. Mi hermano está mal. Dice, aquí no hay cómo mover”. “Los siete waorani pasan todo el día en una celda, mientras los demás detenidos se pasean en los patios”, denunciaba esos días Andrés Acaro, abogado de los indígenas. “Les sacan a caminar solo una hora al día, pero dentro del pabellón”. Después fueron llevados a Orellana.” EL COMERCIO 16-09-2014
[2] Mientras viajaban conversaban que su vida cambió tras dejar su entorno y vivir en una cárcel, en donde comían arroz, carne de res, chancho, pollo y camarón. “Es difícil acostumbrarse a estas comidas y al principio nos dolía el estómago. También nos daba diarrea”, recordaba Tague C., de 55 años. Sus oídos tienen grandes perforaciones que lo identifican -según la cultura Waorani- como el mejor cazador y guerrero de su etnia. A Ricardo N. le daba nostalgia la caza, la pesca, la agricultura y su casa construida con hojas de árboles, que tiene piso de tierra. “En la mita tenía un fogón para cocinar. Yo extraño ese calor”, decía….También, estaban preocupados porque habían perdido sus fuerzas. “No es lo mismo la comida de la selva que la de la ciudad. Nuestros músculos están débiles, las pantorrillas flacas, siento que nuestra sangre no fluye con la misma vitalidad”, contaba Tague C. junto a Ricardo N. EL COMERCIO, 17-09-14