“¿Qué película veremos este fin de semana en el cine?”. Con su buena memoria, muy seguro, el pequeño propone dos títulos que llaman su atención: A y B. Karla, su mamá, piensa un poco y asegura que juntos escogerán la mejor opción. Para sus adentros, sabe que no será nada fácil.
Karla y su único hijo disfrutan a pleno de la magia que ofrece una sala de cine. Para ambos, esta salida es todo un ritual. Atenta a los contenidos audiovisuales que ve el pequeño Lucas (10 años), la mujer se empeña en seleccionar películas de calidad, que desafíen la inteligencia y expandan la sensibilidad de su niño. Pero al revisar las carteleras de las salas comerciales, constata con tristeza que esa clase de propuestas es muy limitada.
La mayoría de historias son de entretenimiento ligero, éxitos comerciales que solo buscan efectividad en la taquilla, con enfoques cursis, predecibles, repletos de estereotipos y lugares comunes. Productos tan atractivos visualmente como carentes de “alma”, a los que ya pocas veces rescatan los chistes fáciles o el repetido heroísmo superpoderoso. Al salir de la sala, cuando Karla intenta reflexionar con Lucas sobre las inquietudes o enseñanzas de la historia que acaban de ver, suele sentirse frustrada al comprobar que ha perdido tiempo y dinero: el relato tiene sabor a nada, pasa sin dejar huella en el corazón y en la mente de su hijo.
Por casualidad, hace algunas semanas, Karla escuchó en la escuela de Lucas que otras dos madres conversaban sobre algo llamado Cineclub Wawateca. Sin pensarlo dos veces, preguntó de qué se trataba aquello: “Lo organiza la Cinemateca Nacional de la Casa de la Cultura cada quince días, dan películas para niños muy diferentes a las de otros cines y además… ¡la entrada es gratis!”, resumieron las otras mujeres.
Así se enteró también que desde el 2 de abril, sábado por medio, a las 15h00, la sala de cine Alfredo Pareja recibe a las familias, niñas y niños que animan la temporada inaugural del Cineclub Wawateca. Un nombre que combina la voz kichwa “wa-wa” (niño/a) con el término griego “theke” (caja o depósito), para definir un espacio con intenciones formativas, de encuentro y exhibición de cine infantil, donde se pueden apreciar historias distintas. Lo más llamativo para Karla es que al finalizar la proyección se realiza un conversatorio: dos facilitadoras motivan a los asistentes para que expresen libremente sus opiniones sobre el relato y los valores que impulsa la obra compartida.
Antes de vivir esa experiencia, Karla –como muchas otras personas que han asistido a la Wawateca– no tenía idea acerca de la existencia de esta sala de cine pública y de su cineclub infantil. Durante su primera visita a ese espacio, Lucas se emocionó y divirtió con las aventuras de unos animales de granja: un zorro que descubre su instinto maternal, un conejo que actúa como cigüeña y una gallina de armas tomar que organiza la rebelión de sus vecinas. Al final, Karla no pudo evitar emocionarse al escuchar a Lucas opinar muy decidido sobre esta fábula de convivencia entre especies.
El caso de este pequeño y su madre no es el único. Se repite por cientos en los distintos puntos de nuestro país, y confirma la importancia de contar con políticas públicas que brinden contención y alternativas allí donde el mercado no las presenta. “Gracias por pensar en las familias que buscamos otras opciones para disfrutar… y en nuestro bolsillo”, agradece Carlos, antes de retirarse de la sala llevando de la mano a su hija Valentina (12 años).
Un flujo inagotable de imágenes rodea e invade el mundo infantil y juvenil; pero en la misma proporción escasea la capacidad de relacionar, jerarquizar y poner en contexto ese desborde de estímulos. Resulta vital educar la mirada y fomentar el precoz despertar de una conciencia crítica, para que lxs niñxs y jóvenes lleguen a ser espectadores con una mejor lectura y comprensión audiovisual. Eso es lo que busca el Cineclub Wawateca: fortalecer los niveles de argumentación y capacidad expresiva de ideas, sentimientos y experiencias visuales en lxs niñxs, que les ayuden también a decodificar sus propias realidades. Porque todo arte es, sobre todo, una herramienta para enfrentar ese misterio que llamamos “vida”.
La mayoría de historias del cine comercial son de entretenimiento ligero, éxitos comerciales que solo buscan efectividad en la taquilla, con enfoques cursis, predecibles, repletos de estereotipos y lugares comunes.
MÁS INFORMACIÓN:
El Cineclub Wawateca (Sala de Cine Alfredo Pareja, CCE, Av. Patria y Av. 6 de Diciembre) tendrá sus próximos encuentros los sábados 7 de mayo, 21 de mayo, 2 de junio, 16 de junio y 2 de julio. Para mayor información sobre horarios y programación, visite:
www.cinematecanacionalcce.com
*Cristina Moreno G, programadora de la Cinemateca Nacional de la Casa de la Cultura Ecuatoriana y responsable del Cineclub Wawateca.
Fotografía principal: Marcelo Arellano (CCE).