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POLÍTICA POLITIZADA, EL HORROR: LA CONAIE.* por Jorge León T.


23 de diciembre de 2014

 

Justificar a como dé lugar

El gobierno ha demostrado gran imaginación en encontrar justificativos para sus acciones. Inclusive sin reparos en las contradicciones, haciendo que el papel aguante más de la cuenta y que la palabra presidencial se especialice en estirar las palabras más allá de los significados. En su primera Ley de Aguas, por ejemplo, el preámbulo retomaba la Constitución, pero contradictoriamente en sus artículos justificaba la concesión del servicio de agua para que Guayaquil quede intocada. En sus fallidos Códigos Laborales se flexibilizaba las relaciones de trabajo –según las pautas neoliberales- y se quería justificarlo, vendiendo con muchas palabras, el acceso a la seguridad social a las amas de casa, o un muy hipotético contrato de trabajo indefinido, el cual por lo demás contradice con sus políticas de apertura internacional. En el caso del Yasuní (ITT) las sin-razones superaron a toda lógica de razón, se vendió una razón para luego culpar de la sin-razón a los demás. Son justificaciones a la carta que por medio del Estado de Propaganda luego en parte se esconde lo injustificable en relación a sus propios discursos.

 

CONAIE y acción contestataria

Pero en la decisión de expulsar a la CONAIE del local dado en comodato, nada calza de sus justificativos. Desde luego, convenimos con Correa que conviene abandonar todo paternalismo con la CONAIE y con los indígenas. De hecho, no debería existir ningún paternalismo, con quien quiera sea, ni el uso del discurso paternalista para cualquier fin; que bueno sería, por lo mismo, revisar las prácticas de clientelismo político (con favores para los que han votado para AP, por ejemplo) que ahora crecen con la ya ampulosa campaña electoral hacia el 2017.

Más el gobierno argumenta e inventa justificativos para quitarle el local a la CONAIE, más es notorio que su política de represión, guanteada o no, a las organizaciones sociales que no comparten sus posiciones se agiganta. Su afán de no tener obstáculos para la reelección en 2017, una escena política sin contrincantes críticos y con audiencia pública, le está llevando ahora a tomar medidas mas represivas y en contradicción con sus propios discursos para que de aquí dos o tres años la propaganda ya haya sembrado el olvido.

Desde luego que con o sin local, la CONAIE seguirá, aún mas ahora que sus acciones y la de varias organizaciones sociales como los sindicatos o las ecologistas han demostrado la legitimidad de la protesta y sobre todo de sus posiciones. En este contexto el conflicto social, aunque se busque impedir que se exprese, termina integrando a más personas; es notorio ahora que el rechazo a políticas o acciones gubernamentales convoca a más personas, de todos los sectores sociales, eso a pesar de la impresionante aceptación de Correa y de su gobierno. En contraste con lo que ha acontecido en años anteriores del gobierno, la expresión de diferencias y descontentos se multiplica, se rompió el halo de que eso era imposible, y esto acontece por encima de la inmensa propaganda gubernamental. La sociedad ecuatoriana, aunque un inmenso sector de la población sigue la pauta gubernamental de convertirla en pasiva, despolitizada y conservadora, tiene un sector cada vez más importante de la población y de lo que queda de sociedad civil que, en cambio, se vuelve más activa. Debería esto llevarle al gobierno a rever su política hacia la sociedad civil y su modo de gobernar pues de lo contrario no le quedará más sino incrementar la represión, con el consiguiente desprestigio.

 

Un sistema autoritario y de despolitización de la sociedad

Pero la acción de privar a la CONAIE de su local revela claramente una actitud no sólo represiva y de chantaje sino de desafío o saña lo cual intensificará la indignación. Será una respuesta a la violencia no-física (por ahora) que implica esta decisión –pero cuan incisiva- y los insistentes discursos presidenciales de no temer a los dirigentes indígenas. La indignación es un potente impulso para mayor organización, acción y descalificación del gobierno. ¿Por qué el gobierno busca esta provocación? Lógica no es, si se pensase en un gobierno que quiere consolidar la sociedad o en tener una sociedad activa que comparta sus posiciones o al menos el sentido de su acción; pues el pluralismo debería ser bien asimilado como práctica corriente en la política y en la vida social. Aún más, la acción del gobierno se legitimaría más si no hubiera atentados al pluralismo, al derecho a la diferencia; lo convertiría en sustentable, de larga duración y no sólo de aceptación a Correa.

Los justificativos gubernamentales para exigir que la CONAIE entregue su local y la eventual represión para cumplir con su exigencia, revelan muy bien la visión autoritaria de Correa al persistir en su acción de distraer la sociedad civil de los temas candentes con estos gestos y en promover una política despolitizada para los ciudadanos.

En efecto, si seguimos los argumentos presidenciales, no cabrían organizaciones sociales ni ciudadanos ni periodistas que expresan posiciones “políticas”, sino apoyo al gobierno o silencio. Se entiende que política es una definición o posición o acción frente a la vida colectiva, no sólo gubernamental, lo cual debería ser inherente a todo ser de la sociedad. Se supone que lo conveniente es que la ciudadanía se pronuncie, con posiciones y acciones, no sólo sobre lo que propone el gobierno sino siguiendo sus opciones frente a sus problemas, sueños y visiones de la sociedad. Es esperanza de los demócratas contar con una sociedad así. ¿Cómo podría haber una CONAIE que no se pronuncie sobre las políticas gubernamentales?

Uno de los logros históricos de la sociedad ecuatoriana ha sido avanzar hacia la inclusión política de los pueblos indígenas, borrando la herencia colonial, y la CONAIE ha sido un actor de primera línea en este proceso, ¿Cómo no va a ser política la CONAIE?

La izquierda no- autoritaria, de suplemento, ha promovido una ciudadanía informada, pensante, activa, participativa, organizada y que por su acción sea un contra peso a los poderes, no sólo el político sino también a los poderes fácticos. Y en el caso de tener un gobierno o gobiernos de izquierda, construir un pensamiento y prácticas de vida (hegemonía social) que encamine la sociedad a mayor justicia, equidad y libertad, precisamente en contraposición de los poderes fácticos, de un sistema de opresión o explotación y de las ideas conservadoras. Pero se trataría de lograr esto con pluralismo, en la diversidad si se quiere, no necesariamente con apoyo a ese gobierno. Eso supone una sociedad civil autónoma, no sometida a ningún poder.

La política del gobierno de Correa, en cambio, es diferente y el discurso presidencial va en consecuencia. Pues, multiplica las explicaciones de que si se “hace política”, tal por ejemplo el no compartir sus posiciones, es una acción “partidaria” solo buena para los partidos o los políticos profesionales. Todo tendría un cajoncito a conveniencia. Difícil no recordar al muy corporativo Mussolini. Así, si se “hace política” inevitablemente debería hacerse en un partido y tener derecho a la palabra si se gana las elecciones; si no, se tiene derecho al silencio[1].

Correa encuentra que la CONAIE rompió el “comodato”, que le permitía tener el local, porque “es solamente para actividades socio-organizativas. ….(pero) se ha utilizado para actividades políticas, de oposición al Gobierno…. se han opuesto a toda política del Gobierno. .. están desubicados” (Enlace ciudadano, 20 dic/2014). En suma, sería inadmisible que una organización social “haga política”, tal en el caso de no estar de acuerdo con el gobierno, por ejemplo, en la extracción minera a cielo abierto o del petróleo en el Yasuní (ITT), como hace la CONAIE y molesta al gobierno. Sólo cabría una despolitización, dejar la política a los profesionales, los demás deberían seguir al gobierno o vivir el silencio. Aún más, la sociedad ideal que reiteradamente propone Correa es la de un gobierno que define lo que conviene a la sociedad –tecnocráticamente definido- y una sociedad que le apoya. El rol del primero es comandar y ordenar, de la sociedad de obedecer y respetar ese orden. Los que no comparten sus posiciones tienen derecho, al otro cajoncito, llamado de oposición, es decir les toca afiliarse en la oposición.
¿Y en el intermedio? No hay sociedad civil. No cabría una sociedad activa y organizada. Sería una gran nebulosa de apoyadores o de silentes. Por eso la participación, la que tanta esperanza suscitó al inicio del gobierno -en aquella izquierda más cercana a la sociedad civil que en la izquierda partidaria enquilozada con un marxismo e ideas del XIX- quedó ahora en que se trata de la “socialización” de lo que el gobierno hace. Es decir una comunicación en una vía, del poder a la nebulosa de apoyadores, no de seres que dispondrían de dinámicas y pensamientos propios o diferentes. ¿La restauración conservadora avanza?, no sólo eso, aún más, se enraíza.

Siguiendo las pautas de comportamiento de Correa, de presión o chantaje para lograr algo, se podría pensar –como lo hacen algunos sectores de izquierda que quedan en AP- que se debe llegar o que el gobierno busca una negociación entre la CONAIE y el gobierno sobre sus diferendos, pero ya puede verse que lo que está en juego es aceptar o no un tipo de hacer gobierno y el rol de la sociedad civil. ¡Que difícil negociar principios!

*Una síntesis de este texto sale en EL COMERCIO, el 29 de diciembre de 2014

[1] En un discurso de posesión de los nuevos dirigentes de AP (jueves 18 dic2014), el Presidente, en síntesis argumentaba “nosotros recibimos más apoyo y votos que Pachakutik”, con lo cual estando los indígenas mayoritariamente con el gobierno, hipotéticamente, la CONAIE perdía el derecho a su palabra como representante de los indígenas. Lo mismo habrían podido decir varios gobiernos antes, desde luego.

 

 

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