CRÍTICA DE LA TRANSICIÓN EN LOS CUADERNOS DE RUEDO IBÉRICO
por Joan Martínez Alier
En el 2011 celebramos un momento de recuerdo y reconocimiento de la editorial Ruedo Ibérico, fundada en París hace 50 años en 1961, y conmemoramos los 25 años del fallecimiento de su director Pepe Martínez en 1986, arrinconado y excluido por los portavoces culturales y políticos de la Transición española. Celebramos que con el empuje de Marianne Brüll se haya reeditado en la colección Backlist de Barcelona el volumen La Transición en los Cuadernos de Ruedo Ibérico (en edición del joven historiador Xavier Diez) que complementa el volumen de textos de José Manuel Naredo publicados (con pseudónimo) en los CRI que editó Anagrama (Barcelona, 2001) con el título Por una Oposición que se Oponga.
Existe además una cuidada edición facsímil de toda la colección de Cuadernos de Ruedo Ibérico y sus suplementos desde 1964 hasta 1979 (www.faximil.com) de fácil acceso y además una pulcra y bien ordenada página web con actualizada y abundante información escrita y visual (www.ruedoiberico.org) a cargo de Marianne Brüll. El archivo entero de Ruedo ibérico está accesible en el Instituto de Historia Social de Amsterdam. La ignorancia sobre Ruedo ibérico es fácilmente vencible. El silencio es deliberado. Nos quisieron enterrar pero la memoria de Ruedo ibérico tiene vida por delante. Y nuestra vida como Ruedo ibérico (incluso cuando las personas estemos muertas ya) será a la vez memoria de la reciente historia española, de la guerra civil, de la represión franquista, de la resistencia y finalmente de los olvidos de la Transición excluyente.
Hubo la pequeña editorial Ruedo ibérico que publicaba en París a partir de1961 alos hispanistas censurados en España, desde Hugh Thomas y Gerald Brenan hasta Herbert Southworth, Ian Gibson y Gabriel Jackson, y muchos otros autores. Hasta 150 libros en veinte años. Y, con su mismo director, Pepe Martinez, hubo la revista Cuadernos de Ruedo ibérico y sus suplementos, desde 1964 hasta 1979, que era menos de historia y más de actualidad. Y también de literatura, en una sección dirigida por Juan Goytisolo. Con muchas caricaturas de Franco, de Fraga, de obispos y militares, de Juan Carlos de Borbón, prohibidas por supuesto en España.
Quienes hicimos los Cuadernos de Ruedo Ibérico en su última época bajo la batuta de su fundador y director, José Martínez Guerricabeitia, acertamos en nuestras previsiones políticas. En los años anteriores a la muerte de Franco, adivinamos en sus detalles el guión de la reforma sin ruptura. Le seguimos la pista con Alfonso Colodrón desde1973 ala Asociación Católica Nacional de Propagandistas (que vinculó desde1936 ala Iglesia católica con el franquismo, al cual proporcionó ministros) y a su grupo Tácito (que dio otra hornada de ministros a los gobiernos de Adolfo Suárez). Denunciamos la consigna del Partido Comunista de lograr una “reconciliación nacional” que implicaba una auto-amnistía de los franquistas como efectivamente ocurrió con la ley de octubre de 1977 (art.2f).
En esos últimos años de los Cuadernos de Ruedo ibérico, de1973 a1979, acertamos en casi todo pero los medios españoles no nos dieron la razón. Acertamos en la denuncia de una ley de “punto final” que ya se adivinaba cuando publicamos en 1975 un artículo titulado “¿Quién amnistiará a los amnistiadores?”, al cual el caso del juez Garzón ha dado actualidad. La “reconciliación nacional” propugnada por el PC y al cual se sumaron los principales actores políticos de la Transición, hizo difícil la investigación y el recuento de los muertos del franquismo. No hubo en España una comisión de la verdad. Ahí queda el monumento funerario en honor del General Franco en Cuelgamuros (de donde había escapado en 1947 uno de los fundadores de Ruedo ibérico, Nicolás Sánchez Albornoz). La Transición española, en su continuidad y falta de justicia, se parece más a la de Guatemala que a la de Argentina, de Sudáfrica, incluso a la de Chile.
Acertamos también en criticar a la nueva monarquía borbónica. Un monarca que durante veinte años de su vida adulta había apoyado al franquismo, que había sido voluntariamente parte del régimen, y que de paso y por vía conyugal había apoyado también la dictadura militar en Grecia. Dejando aparte los melosos elogios de los políticos españoles, ¿qué lecciones morales puede dar ese monarca al país o incluso a su propia familia? ¿alguna vez pidió perdón por su colaboración con el franquismo cuando este en su final todavía dictaba penas de muerte?
Estudiamos (en artículos con José Manuel Naredo y con Juan Muñoz) la composición de los dos primeros gobiernos de la monarquía en 1976 y 1977 con representación directa de los grupos económicos en ese momento de crisis política del sistema, explicamos el poder de la banca en España, e incluso previmos (en un artículo que Naredo encargó a Julián García Vargas) que las cajas de ahorro serían finalmente deglutidas por los bancos. Nos opusimos a la tesis del PC que caracterizaba (para sus propias componendas) al latifundismo español como una oligarquía semi-feudal, y demostramos que la propiedad del sur de España estaba mayormente en manos de una burguesía rural fascista o por lo menos franquista, represora y cómplice directa de la masacre de 1936 en Andalucía y Extremadura.
Discutimos y desmenuzamos (en artículos de Salvador Giner, Eduardo Sevilla y yo mismo) la caracterización del franquismo como régimen autoritario (y no totalitario) con pluralismo limitado que había introducido Juan Linz para dorar la píldora. Insistimos en el miedo permanente que el despotismo franquista había inyectado en los derrotados del interior y en las nuevas generaciones. Está por ver todavía cómo los libros de texto de historia española de obligada lectura van a caracterizar al franquismo.
Previmos que el nuevo régimen nacido en 1977 negaría el derecho de autodeterminación de los diversos territorios hispánicos, como así fue en la nueva Constitución con el amenazante artículo 8, y dijimos que quedaba por delante mucha represión y violencia en y desde Euskadi. Pero no llegamos a sospechar todavía que el gobierno del PSOE a partir de 1982, donde tantos conocidos teníamos, fuera a involucrarse en los crímenes de los GAL que no han sido juzgados íntegramente.
En nuestras investigaciones sobre las relaciones entre el poder económico y el poder político, analizamos el sector eléctrico español, tan poderoso políticamente. Ya antes de 1979, del accidente de Three Mile Island (y mucho antes de los accidentes de Chernobyl y Fukushima) estuvimos firmemente contra la energía nuclear, apoyando en el terreno (con la lucha de Valdecaballeros en Extremadura) lo que por fin iba a ser una permanente moratoria nuclear en España. En los CRI vimos la economía desde una perspectiva ecológica desde 1974 y allí estaba ya el germen de los trabajos de economía ecológica y de ecología política que Naredo y yo íbamos a producir en los últimos treinta años.
Insistimos en la debilidad democrática de la Constitución de 1977, seguimos hasta 1979 las oscilaciones de la abstención y del voto en blanco cuyo aumento en verdad celebramos. Seguimos también al detalle lo que ocurría con las muchas huelgas desde el1974 a1977, lamentamos que el liderazgo de Comisiones Obreras (obediente al PC) apoyara con fuerza el Pacto de la Moncloa que le rompió la espina dorsal al fuerte movimiento obrero de esa época.
Lamentamos las luchas internas en la CNT pero al editar las memorias de García Oliver y Cipriano Mera y con muchos artículos en los CRI intentamos dar vigencia al movimiento libertario español (del cual procedía Pepe Martínez). La editorial publicó también varios libros de autores del POUM explicando las maldades del estalinismo (ruso y español) en España que el mundo conoce por Homage to Catalonia de George Orwell y por el film de Ken Loach, Land and Freedom.
El persistente silencio de entonces y de ahora sobre lo mucho que hicimos en los últimos años de Ruedo ibérico tiene una principal razón: nuestra oposición a la Transición excluyente que se preparaba sobre la base de la “reconciliación nacional” con los post-franquistas. Efectivamente esa Transición tuvo lugar según habíamos previsto. El silencio sobre Ruedo ibérico continúa hasta ahora. De los autores españoles de Ruedo ibérico, algunos se fueron al PSOE (Semprún, Claudín, Leguina y otros) pero Pepe Martínez y algunos otros permanecimos independientes tanto del PSOE como del Partido Comunista. El silencio es el precio de nuestra independencia, de nuestras críticas a la corona y a las persistentes estructuras de poder en España, es el precio de nuestra crítica contra quienes pactaron con los post-franquistas en el PSOE, el PC, el PNB y CiU. A diferencia de otros autores que habían pasado por Ruedo ibérico, nosotros permanecimos como librepensadores radicalmente rigurosos, sufriendo un aislamiento doloroso por tantas amistades perdidas.
La cortina de silencio casi nunca vez se alzó para reconocer retrospectivamente nuestra capacidad de análisis. Pero esos libros reeditados por Anagrama y por Backlist, la página web y además el inteligente y conmovedor video de Paco Ríos y Mariona Roca sobre Ruedo ibérico, junto con el empeño de Nicolás Sánchez Albornoz y de Marianne Brüll por difundir la historia de Ruedo ibérico, el propio catálogo público y el contenido del archivo de Ruedo ibérico en el Instituto de Historia Social de Ámsterdam, hacen visible nuestra crítica de entonces.
Ahora que en Madrid hay de nuevo un gobierno post-franquista con el Partido Popular cuyo presidente honorario es Manuel Fraga, ex ministro de la Información franquista, es buen momento para recordar las protestas de Ruedo ibérico en la década de 1970 contra la Transición. Esa crítica de Ruedo ibérico está escrita en miles de páginas y representada en cientos de dibujos y fotografías que permanecen. Ciertamente no fuimos los únicos que protestamos pero fuimos de los más contundentes y hasta estridentes y por tanto de los más silenciados.