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13 mayo 2013
No es excepcional que la fascinación por alguna modernidad encuentre justificativos para borrar el legado del pasado, sea este parte de la identidad cultural o no, arcaico o no. Presidentes o ministros tienen ínfulas de nuevos ricos y quieren novedades que no tienen respeto con el legado de estilos que dan personalidad histórica a Quito.
Quito es Patrimonio de la Humanidad por tener el conjunto urbano y arquitectónico mejor conservado de la región; su gente ha aprendido el valor del Quito colonial y republicano que guarda su diseño urbano original en damero.
A muchos nos ha dolido la ola modernizadora de los 50-60 del cemento armado que incrustó en pleno centro el Pasaje Amador, el edificio tras de San Agustín y otros más. La fachada misma del Municipio, si bien hay arquitectos que la justifican, no deja de invitarle a uno a ver más bien al resto de la Plaza.
Fue inevitable la inquietud al ser el Presidente y no el Alcalde que anuncie la destrucción de esos edificios, luego llegó un emotivo alivio primero, seguido de una preocupación pues serán reemplazados por parques. Los actuales modernizadores se pintan ecológicos con parques que serán agradables y atrayentes pero significan un atentado al valor histórico del damero y su continuidad arquitectónica. Esto merece debate.
Hay urbanistas que quisieran rescatar de los edificios por destruir sus innovaciones arquitectónicas y mantenerlos. También merece debate. Una tercera salida puede haber con fachadas que recuperen el estilo republicano y el diseño en damero. Es otro debate. ¡Que difícil es aprender a vivir y darle valor al pasado!, renovarle guardando su personalidad.
En cambio, cuánto daríamos porque este afán reconstructor llegue al mal llamado “palacio” legislativo, que no inspira al ojo ni evoca el rol de sus funciones. ¿Cuándo habrá un edificio que encarne un poder legislativo?
Sorprende el silencio del Municipio y la ausencia de debate. Una decisión así requiere no un debate de salón sino uno público sobre la propuesta y lo que implica en el patrimonio urbano.
Es el Centro de Quito que está en juego. Correa saca a la presidencia del Centro, cuando bien podría desplazar parte de sus actividades pero guardar lo fundamental de la presidencia, no solo las ceremonias. Cuántas ciudades europeas en menos espacio mantienen legislativos o ejecutivos en pleno centro, hicieron elegante y deseable convivir con el pasado.
Si sale la presidencia y ya salieron varios ministerios, sin que el Municipio haya disputado su emplazamiento al sur de la ciudad, se dará un vaciamiento de actividades en el Centro, será un cascarón. Pero hay silencio municipal y silencio público. Este moderno silencio, en un Quito que espera decisiones de arriba sin apropiarse del tiempo que ahora vive, no es un silencio de los que se busca para encontrarse uno mismo o las ideas, parece un abandono.
Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección: http://www.elcomercio.com/jorge_g-_leon_trujillo/JorgeLeonTrujillo-modernidad-Centro_0_917908395.html.