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viernes, noviembre 22, 2024

Agota Kristof -lado A-

Por Natalia Enríquez*


Tapa y contratapa: Agota Kristof (Hungría, 1935–2011). Huyendo de la Guerra Se instaló en Suiza y escribió en francés: poesía, teatro y narrativa. Entre otros ha publicado: en 1986, su primera novela, El gran cuaderno, primera parte de la trilogía Claus y Lucas que en 2019 fue publicada por primera vez en español; en 2015, La analfabeta (2004); en 2005, Da igual (2005), traducido al español en 2021.


Lo que sucede con Da igual, es que nos metemos en un mundo surreal, pero también cotidiano, o tal vez por eso surreal. Del tipo de libros que son frontera, que no son género ni forma, sino experiencia y camino por volver. Son 25 cuentos, que más allá de ser despiadados, como reza la portada, son 25 relatos, o prosas poéticas, cuentos poemas, pero que sobre todo son formas extrañas de vernos representados. Uno de esos espejos que nos persiguen hacia adentro.

Personajes que en medio del horror, la fragilidad, o la ternura se miran a sí mismos como si fuesen otros, llevan vidas y apegos como si no les pertenecieran, poseen perfiles y características que incluso nos habitan, pero que están presentados como imposibles. Relatos con un punto de quiebre improbable, un giro o un final de otra dimensión. En este libro Kristof nos plantea situaciones e historias que desde la fantasía, la ironía y el absurdo dan cuenta de las contradicciones de la realidad y de la vida.

Agota Kristof nos había enamorado con su escritura dolorosa hasta lo insoportable en su novela Claus y Lucas, nos mostró su lado B de entrada, realista y cruel, con un tono y un vértigo apabullantes; haciéndonos parte de esa historia que daba cuenta de la segunda guerra mundial en Hungría. En Da igualencontramos a una autora capaz de una escritura contenida y telúrica en cada uno de los 25 relatos, que parecen ser ejecutados en un solo tiempo, sin otorgar tregua o intermedio.

En este libro Agota Kristof resulta muy íntima, al menos desde una lectura en espejo, en el esbozo de sus deseos, complejidades y tal vez sueños; todo esto solamente da cuenta de una autora versátil que logra sostener dos tonalidades muy potentes en su voz, que logra salirse de su estado de confort desde el ángulo más autobiográfico, y tornarse hacia una escritura donde prevalece de manera reflexiva la sugerencia de algo más profundo, que por fuera luce cubierto de una especie de neblina lúgubre y hasta despiadada.

 

“Al día siguiente en el despacho, lo despidieron.

Un despido definitivo. Vendía mal el Producto. Acababan de contratar a otro jefe de ventas.

El señor B volvió a su casa, esperó a que acabasen las vacaciones. Miraba por la ventana las nubes que pasaban. El polvo lo invadía todo, la vajilla sucia se acumulaba en el fregadero. El señor B esperaba, preguntándose por qué las vacaciones escolares era tan largas”


*Natalia Enríquez es comunicadora Social. Máster en Estudios de la Cultura – Políticas Culturales. Es madre de un niño de 6 años, tiene un gato negro y ama la literatura; tanto que piensa que su vida es una ficción.


 

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