20 de Octubre 2015
La soberbia de Alvaro García Linera en el Encuentro Latinoamericano Progresista 2015 me conecta con la soberbia de otros tantos revolucionarios que llegaron al poder, cuando cada uno de ellos acusaban a todo aquel que demandaba rectificaciones a sus errores como contrarevolucionarios, o “agente del gobierno norteamericano y del imperialismo mundial” (Trosky), o modernamente como “funcionales a la derecha” en palabras de Alvaro García Linera o de Rafael Correa, el campeón de los soberbios (Lo que dice el Presidente es sagrado)[1].
Quizás si hubieran escuchado a todos esos “contrarevolucionarios”, hoy no hablaríamos del fracaso del socialismo real en Europa, Vietnam, China, Cuba, Korea del Norte. Al menos habría que preguntarse si esos “restauradores conservadores” tuvieron o no aciertos en sus críticas a Lenin, Stalin, Mao Tse Tung, Fidel Castro, etc. ¿Todos los “agentes del imperio” estaban equivocados en sus observaciones, o había revolucionarios claros que vieron que los contrarrevolucionarios estaban en el poder del estado burgués, que se fundieron con él y recrearon un nuevo poder de dominación?
Nos preguntamos si Alvaro García Linera habrá aprendido del fracaso del “socialismo real” Quizás algo cuando estaba en las calles y era un plebeyo encarcelado, pero ahora que está en el poder y es un rey de palacio cafeinado, lo ha olvidado todo. Durante los últimos 10 años se olvidó de ser un revolucionario de las calles y solo ahora que tambalea su reino se da cuenta de que se olvidaron de la retaguardia, de la movilización, de la participación social, de la batalla de las ideas. Ahora que teme perder su trono se da cuenta que no debían seguir a la democracia fósil del norte, sino a la democracia latinoamericana que busca la creciente participación de la sociedad en todas las decisiones.
Después de 15 años del progresismo, recién toma conciencia de que algo se puede llamar revolución si tiene la participación de la gente en el ejercicio de ese método, caso contrario el proyecto es reformista u oportunista. Habría que preguntarle si su proyecto es reformista u oportunista, o quiénes son los reformistas u oportunistas. Como está en el poder, dirá que él es el único revolucionario no-fósil, por ende los reformistas u oportunistas son los que NO están en el poder, es decir, la oposición al poder enlactosado.
Ahora que los opositores “perfumados” hablan del fin del ciclo progresista, García Linera se da cuenta de que es un falso dilema la toma del poder y la construcción del poder, puesto que ambas van unidas de la mano. Se da cuenta de que se habían concentrado en la toma del poder y que habían olvidado de la construcción del poder, y que consecuentemente lo que se ha producido es una sustitución de una élite por otra, por lo que ahora se hace necesario volver nuevamente a las calles para derrotar al adversario en las plazas y en las urnas, en las aulas y en las fábricas, una y otra vez. Ahora que son una nueva élite en el poder, recién se desayunan que hay que democratizar el poder, de jugar entre la ampliación y la concentración del poder, de hacer de la participación social el eje de la defensa de la revolución. El “leninista absoluto” que tiene a Lenin como su obra de cabecera, ahora que está su poder a punto de caerse, se ilumina y entiende que el Estado es un espacio que nos involucra a todos, de que no solo hay que concentrarse en la gestión del gobierno, de que no solo hay que hacer una buena gestión económica (por cierto, una crítica dura que hizo a Correa).
Si bien, hasta aquí parecería que Alvaro García Linera ha despertado, aunque tarde, pero que al fin ha despertado, sin embargo sigue semi-dormido en su castillo presidencial y alejado de la “verdadera lucha de clases plebeya-indígena”, pues sigue creyendo que con la hegemonía se derrota a los golpistas, a los enemigos, a la derecha, y principalmente a esos “tipos radicales de la palabra”. Entiende que la hegemonía es el acto de sometimiento, subordinación, y acallamiento de los que disienten de sus verdades. Si antes él fue sometido, maltratado, encarcelado, ahora quiere virar la tortilla e imponer esos mismos medios hasta consolidar su nueva “hegemonía cultural”. Es decir, imponer una nueva forma de dominación para que el nuevo proyecto revolucionario pueda mantenerse y consolidarse. Los que estaban abajo y ahora están arriba, someten a los que estaban arriba pero principalmente a los que se quedaron abajo y no se cafeinaron con los nuevos de arriba.
Para García Linera la nueva hegemonía se sostiene hegemonizando a los otros, sean los que sean, así sean los movimientos sociales que les llevaron al poder, es decir, solo dando la vuelta a todo. Así entiende la lucha de clases, cambiar de posición para que los de abajo suban arriba y los de arriba vayan abajo. En esta hegemonía no hay lucha de las ideas sino la derrota de los “pseudo radicales abstractos e inoperantes”, la lucha de las ideas es solo al interior de los verdaderos revolucionarios, y a “los profetas del fracaso” solo hay que aplicarles la hegemonía, derrotándolos una y otra vez. La batalla de las ideas es decisiva contra la derecha pero con la izquierda de los “timoratos de espíritus” solo cabe los tribunales y la cárcel, tal como hizo la dictadura con él cuando era un plebeyo o un Conde de calle. Pero ahora que es Conde del Palacio Quemado, dice que hay que cuidar la hegemonía de las aulas, los sindicatos, las movilizaciones, porque ahí se está atrincherando nuevamente la derecha a través de los “mediocres corifeos”.
Sin embargo, de los nobles calificativos a los ultraizquierdistas y medioambientalistas coloniales, lo cierto es, que por haberse embriagado en la toma del poder por su alto espíritu y sencillez de palabra, los progresistas no han hecho ninguna revolución o al menos una reforma estructural ni en una semana, ni en cinco años, ni en quince años. Ni siquiera han creado la retaguardia, ni la democracia no-fósil, ni el Estado de lo común, ni la profunda participación del pueblo en las calles para defender su proceso revolucionario. Tan solo siguen tratando de interpretar la realidad pero no pueden cambiarla, aunque ellos creen que de aquí para adelante si será posible, o si es que regresa la derecha volverán nuevamente a las calles, desde donde volverán a trabajar la tomar del poder construyendo el poder, luego de lo cual si lograran construir el socialismo.
Obviamente no apuntan a la construcción del sumak kawsay sino del socialismo leninista y gramsciano, los indios como siempre solo instrumentos para el socialismo. El sumak kawsay para los progesistas no es un fin en sí mismo o un horizonte al que llegar, sino solo un medio para construir el comunismo, es decir, dejar de ser indios que viven el sumak kawsay para pasar a vivir el socialismo evista-linerista. Las ontologías, epistemologías, filosofías, paradigmas de los indios no les sirven para construir un nuevo mundo, solo el materialismo histórico y dialéctico son los que tienen las llaves de la nueva humanidad.
En definitiva, lo que vemos en estos 100 años revolucionarios es que desde Lenin y Stalin hasta Alvaro García Linera y Atilio Boron (máximos ponentes del ELAP) es el mismo disco repetitivo con nueva melodía, de ahí la letra es la misma. En última instancia, solo es un salto entre el fracaso del socialismo real al del socialismo progresista. En la época de Stalin, los stalinistas no se daban cuenta del fracaso que se avecinaba, como ahora tampoco los progresistas, a pesar de los gritos de alerta de los “agentes del imperio”. Vemos, que los auténticos revolucionarios que dicen no ser mediocres y ser sinceros de palabra, cuando llegan al poder se olvidan de construir el poder y cuando quieren reaccionar ya es demasiado tarde. Solo cuando la restauración conservadora se abre paso porque no pudieron construir la democracia nacional-popular y solo se dedicaron a ser “buenos funcionarios” del estado burgués, es que quieren rectificar.
Pero en realidad no es así, es solo su soberbia ante la posibilidad de perder el poder el que le hace recordar que viene de la calle aunque su formación principal viene de la monarquía española a través de su madre la condesa de Linera. Y ahora quiere regresar a la época de jóvenes en las calles, para esta vez sí combatir a la restauración conservadora que no pudo desmontarla mientras estaba contento de vivir la nobleza del poder. Solo cuando fue un joven de la calle pudo rebelarse a su estirpe de sangre, pero luego su alcurnia milenaria ha salido a flote para mostrarse cual es, un Conde soberbio que exige devoción a sus súbditos caso contrario les aplica su hegemonía real. Ninguno de los nuevos reyes-dictadores (caudillos) y nuevos ricos del progresismo supieron escuchar a los que les hablaban de construir una democracia auténtica, decisoria, participativa, y ahora quieren aparecer como los vanguardistas de estas ideas, cuando nos hemos pasado repitiendo insistentemente todo este tiempo y ellos tan solo limitándose a acusarnos de “arrepentidos cómplices”.
Ya vemos que ni la cárcel ni el poder han cambiado su soberbia, pues mientras Alvaro García Linera sea un “leninista absoluto” de alcurnia de Conde solo será un revolucionario de cabecera que no ha escuchado el despertador y que solo intenta despertarse por exceso de sueño real.
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[1] Un fundamento de esta revolución es la credibilidad del Presidente. Digan lo que digan los sufridores, que son los que más me creen. Saludo cariñoso a los sufridores. Lo que dice el Presidente es sagrado. Es soberbio decir que siempre se cumple, a veces no se puede, pero hay que decirlo. Rafael Correa, Enlace 445
Excelente artículo.
[…] [5] https://lalineadefuego.info2015/10/20/analisis-el-poder-de-la-soberbia-… […]