¿Por qué se rie el Presidente? Porque desprecia a los pobres, mi amor. Porque su vida está llena de billetes, mansiones, yates y avaricia. Se ríe porque cree que el dinero todo lo compra, hasta la presidencia. Se ríe porque hay gente como él, que celebra que los pobres sean apaleados.
Lindos les quedaron los comunicados en donde apoyan el paro nacional, a la Conaie y su preocupación -al borde del llanto académico- por lo que pasa en el país. Inquietísimos se les nota. Ya podrían lanzar un posgrado en “Resolución de conflictos sobre el papel” o “una maestría en metodologías para entender porqué no entendimos nada”.
A diferencia de lo que ladran los medios empresariales de comunicación tradicionales y sus guau-guau de ocasión, sean los Vera, los pelagatos, los cachucheros pauteros, Boniles y demás, Quito recibió con algarabía la llegada de los indígenas y campesinos del país. Obvio, nunca íbamos a ver eso en Teleamazonas o Ecuavisa, ellos tienen otras preocupaciones además sus invitados estrellas son expertos en hablar de vándalos y violentos. La entrada al norte por Calderón y al sur por Cutuglagua fueron recibimientos cálidos: aplausos, gracias compañeros, viva el paro, fuera Lasso, beban aguita, el pueblo no se ahueva, carajo.
El sueño de la gente de bien, de las altas esferas, de los medios pelagateros se hizo realidad ayer. La Casa de la Cultura Ecuatoriana fue convertida en cuartel. No se extrañen que, en un par de meses, si el evasor sigue en Carondelet, la CCE se convierta en la nueva sede del Banco Guayaquil. ¿Para qué seguir gastando en cultura, en arte, en esas trivialidades de hippies y desocupados? ¿Para qué? Lo que los artistas y gestores culturales deberían hacer -por el bien del país- es inscribirse en algún curso de policía o sumarse a la milicia. O sea, ser entes productivos para la patria.
Que manda a decir el mente brillante del Secretario de la Educación Superior, un tal Alejandro Ribadeneira, que los wambras de gana quieren estudiar en la Universidad. Dijo lo siguiente, palabras más, palabras menos: "Verán, hoy en día las empresas, los negocios solo buscan gente que tengan una competencia profesional bien acreditada (qué también querrá decir), antes que gente que tenga título de maestría o doctorado".
Buen día. Lindo saludarles a los dos. Veo por las noticias que están repartiendo un bono de ¿cómo es que se llama? Conti… contialgo. Al ver eso me pegué la emocionada, porque a una que es pobre no le caen mal esos 257 dólares. Y si llega en cheque de ese porte ha de valer más, ¿o no? Yo supongo que sí. Porque para nomás de 257 dólares, no hacía falta semejante cheque de metro y medio. De chiste le decía a mi hija: con ese cheque le envuelven al Vera.
Decenas de personas junto a sus pequeños hijos fuera del hospital Baca Ortiz. Madrugaron, aguantaron lluvia, frío, hambre. Y luego soportaron un sol inclemente. ¡Qué horror! Sentados en las frías aceras, comiéndose un pan, unas galletas, esperaban noticias de sus pequeños. Eran las tres de la tarde, y seguían ahí, esperando, esperando. ¿Cómo carajos nos tragamos que la gente pobre sea humillada de esta manera? ¿Cómo permitimos, otra vez, que miles de personas huyan del país a buscar otro destino? ¿Cómo diablos hicieron para regresarnos a los años 90?
¡Hay que armar a la población, pero ya! ¡Qué esperan! La delincuencia y el sicariato campean libremente. Esto parece tierra de nadie o tierra de Sinaloa. Necesitamos leyes más severas para los delincuentes y premios más audaces para los policías. Se quejan algunitos por siete tiros en la espalda a un delincuente. Ladrón es ladrón, delincuente es delincuente, matón es matón y evasor es evasor. ¡Qué derechos humanos ni que nada! Bala contigo si quiebras la ley. Algunos han de decir que es la pobreza, la falta de empleo, la inequidad social. No. El que es choro es choro, por naturaleza divina. Y el que mata debe ser matado antes de que mate.
He visto su película titulada No mires arriba. La he visto por tres veces. La primera la vi con mi esposa, pero nos quedamos dormidos a los cinco minutos. Por más que veíamos arriba solo aparecía el tumbado. La segunda vez la vi con mis asesores, pero nos quedamos dormidos a los seis minutos, cansados de no ver ningún cometa en el cielo quiteño. La tercera vez la vi con unos amigos periodistas, que son la luz de mi gobierno. Esta vez no nos dormimos, pues ellos me iban explicando los diálogos, las acciones y qué significaba cada escena.
Seguramente usted sabe quién es Mamela. ¿No sabe? ¡Ya dice! Ella misma afirma que es tendencia cada vez que sube un tuit. Pues sí. ¿A quién no le va a llamar la atención semejantes disparates que postea y que los vuelve públicos sin sonrojarse?
Muero hijáa, lo que dijo la primera dama, ¿si le escuchó? Yo si me persigné setenta veces siete. ¡Jesús! ¿Usted, no? No es por nada, pero en medio discurso de la señora, pequé. Ojalá dios me perdone. No va a creer que se me salió: “diosito, ¿por qué no te llevas a la señora bien lejos, allá donde la estupidez es permitida”.
Con la novedad señor ministro, usted que es general, me cuadro desde aquí. Le enviamos un informe del estado de excepción y de todo lo que hemos hecho en este tiempo para que usted le informe al señor presidente toda la información que ahorita le estoy informando. Drogas, radares, armas y demás. En primer lugar, hay una preocupación de la tropa porque nunca se les explicó qué significa estado de excepción. Ellos piensan que eso es sacarles de turismo para que conozcan el país sin excepción alguna.
Gente de bien nos vemos este miércoles en la Plaza Grande. Vamos a demostrarles a ese triunvirato que con los evasores no van a poder. Evadir no es malo, lo malo es que se den cuenta. ¡Metiches donde nadie los ha llamado! Porque uno con su plata hace lo que quiera, ¿o no? ¿O qué? ¿O cómo?
Y no sabe. Es un gobierno de risa. El señor evasor ya no sonríe desde el domingo. Se lo ve triste, cabizbajo, cariacontecido, apesadumbrado, pantalón mojado. Hasta sus propios colaboradores hablan bajito, susurran entre ellos, dicen ¿y ahora? Después de algunas horas: ¿y ahora?
Mi querido Mario. Tanto tiempo sin verte, tanto tiempo sin leerte. Un día, hace ya veinte años, te juré que leería alguna de tus novelas. Ese día aún no ha llegado. Pero no pierdo la esperanza. Mis actividades de banquero y hoy de presidente, me impiden sentarme a leer. Pero Mario, lo haré. Palabra de banquero. Tus libros sobre Macondo y las historias de cronopios necesitarán de cien años de soledad para ser disfrutados. Mi asesor Aparicio Caicedo siempre me ilustra sobre historia, literatura y filosofía.