Por Juan Cuvi*
Después del levantamiento de octubre, el movimiento indígena se ha convertido en monedita de oro electoral. El que menos quiere arrimarse a...
Desde que Ecuador empezó a explotar y exportar petróleo, los sucesivos gobiernos que se alternaron en el poder se centraron en el modelo económico basado en la explotación de los recursos naturales, bienes agrícolas y productos del mar, esto es, básicamente del sector primario de la economía.
El 12 de febrero de 2020 fue una fecha histórica para nuestro país**. En Quito comenzó el juicio contra el exmandatario y su camarilla delincuente. De cierta manera, se creó una distracción para satisfacer los bajos instintos de revancha popular. Mientras tanto, el mandatario actual, acompañado por sus 40 cómplices “empresariales” se reunió en Washington con el “genio estable” y peor presidente gringo en la historia de ese país.
El lunes pasado, durante la velación de los restos de Ernesto Cardenal, una turba de garroteros oficialistas irrumpió en la catedral de Managua al grito de “traidor”. Agredieron a familiares y amigos cercanos del poeta, golpearon a varios periodistas que cubrían el evento e intentaron profanar el ataúd.
La renovación etaria de los liderazgos políticos no conduce en sí misma a un cambio en la cultura política del país o al interior de los partidos y movimientos; como tampoco asegura mejores prácticas para la consolidación de una democracia moderna, totalmente distinta al membrete que se usa en Ecuador.
En estos momentos en Estados Unidos hay una gran tensión sobre la polarización en el proceso electoral, lo que además propicia la invisibilización del único candidato independiente indígena a la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Hay un apagón informativo sobre los actos de campaña, los fines y el programa de gobierno que propone Mark Charles.
Artículo que vincula las deficientes prácticas políticas del Estado colombiano en general, con los posibles que podría ocasionar la expansión del covid-19 en todo el territorio de ese país.
Entrevista con el economista y político Alberto Acosta en España, con motivo del ciclo de jornadas "Más allá del desarrollo: teorías, enfoques y experiencias para abrir nuevos caminos", organizadas por el instituto Hegoa, de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). La ponencia de Acosta en ese ciclo se titula "Los buenos convivires en clave posdesarrollista".
Pandemia es el capitalismo, no el coronavirus. No obstante, la Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de emitir una alarma que someterá al mundo entero a esa perversa ecuación comercial entre pánico y consumo. Como tantas otras veces en la historia, las gigantescas corporaciones médicas harán su agosto vendiendo mascarillas, medicamentos, tratamientos e insumos de laboratorio.
Zygmunt Bauman, uno de los más interesantes teóricos de la posmodernidad, sostenía que no es cierta la desaparición de los Estados nacionales al calor de la globalización. Muy al contrario, estos han proliferado en los últimos años, sobre todo como consecuencia de la disolución de varias repúblicas.
¿Cuál es la relación entre el Coronavirus y el pangolín? Pareciera ser que los Coronavirus presentes en los murciélagos, que son su reservorio natural, se deben haber encontrado en los mercados de animales silvestres de China con los Coronavirus de los pangolines importados de contrabando de Malasia. Ahí, la recombinación entre los virus ha dado lugar a una nueva cepa de Coronavirus transmisible al hombre.
Los sistemas de seguridad social representan enormes recursos cuya inversión bien canalizada puede servir para fines redistributivos, económicos y sociales. Análisis de Katiuska King sobre el rol que podría cumplir el Biess en la búsqueda de ese objetivo.
La década perdida dejó un andamiaje –hasta la fecha– difícil de desmontar: el tráfico de influencias, el manejo clientelar de la institucionalidad del Estado y el derroche faraónico de recursos para disfrazar la crisis con bonanza a pretexto de cualquier mejora o compra técnica, tecnológica y de infraestructura; pero también, el deseo perverso de convertir a los funcionarios públicos en trabajadores particulares y mercenarios al servicio irrestricto de las autoridades de turno cuyos intereses no siempre son los mismos que los del país.