Con la instalación de las mesas de diálogo por 90 días, me viene a la memoria que después de la caída de Lucio Gutiérrez (PSP) en 2005, se propusieron también mesas y conversatorios en todo el país. Alfredo Palacio hablaba de la “refundación de la patria”, pero las conclusiones de las mesas nunca se cumplieron, una de ellas era la Consulta Popular que nunca llegó, pero fue el anuncio de la exigencia de una nueva Constitución, que vendría más tarde en 2008, con sus bemoles y sostenidos.
El Inty Raimy, fiesta del Sol y la cosecha, llega en el 2022 vestido de protesta; los pueblos originarios de los Andes y la Amazonía de Ecuador habían decidido expresar -nuevamente- su malestar por la negligencia gubernamental para atender la precaria situación social y económica de sus comunidades y en general de los estratos populares empobrecidos de todo el país.
Ahora, hace poco, acá nomás, la gente de poncho y faldas coloridas entró al camino, como si fuese a buscar la tierra prometida, o vida prometida, o muerte si no se puede sembrar y cosechar. Entró al camino como si fuera a juntar los colores del arco iris en un solo telar, con pasos de mucho tiempo y miradas tan largas que llegan a la ciudad. En la ciudad hay unos que dicen que la gente de poncho y faldas coloridas entró al camino para romper la paz.
Sabemos -o al menos intuimos- que la paz social solo se puede construir sobre el diálogo, la libertad y especialmente la justicia social. En ese sentido, un periodismo y una comunicación que aspiren a contribuir a la paz social -particularmente en momentos críticos como los que vive Ecuador- tendría que contribuir a fomentar el diálogo social a partir de mostrar las injusticias sociales que vive la gran mayoría de la población golpeada por un creciente empobrecimiento, desempleo, violencia y falta de acceso a alimentación, salud y educación adecuadas, es decir, poner en evidencia que la mayoría de las y los ecuatorianos vive mal y que su situación cada vez es más precaria.
Es indudable que la guerra de información se ha convertido en el principal campo de batalla para el gobierno del Ecuador en el PARO NACIONAL 2022; muchos ciudadanos, con la experiencia de la desinformación emitida por los medios tradicionales en el Levantamiento de Octubre de 2019, decidieron informarse a través de redes sociales, en donde hemos recibido un bombardeo simbólico, por parte de la Policía Nacional y el Municipio de Quito
¿Cómo podemos construimos una paz en medio de la miseria? Y es que la paz de las élites se traduce en un anhelo por el silencio de la población que vive en extrema pobreza. Para ellos y ellas, el trabajo del campo no tiene ningún valor ni económico ni simbólico, la consiga “dejen trabajar” supone que los indígenas no lo hacen, mientras se quejan de que no hay alimentos en las ciudades. Levantarse a labrar la tierra no es trabajo para una élite colonial de hacienda. El trabajo cuasi esclavo, el concertaje, sigue estando presente en la memoria de explotación.
Doce días han transcurrido de seguir, a la distancia,[1] la masiva y polarizada información sobre el ParoNacional en Ecuador. Navego entre ella y como punto de partida de este análisis, señalo que se ha informado ya de al menos 5 personas fallecidas y decenas de heridos, constatación de que el gobierno ha emitido dos respuestas incongruentes a la creciente multitud movilizada a nivel nacional. Por una parte, una campaña de comunicación sobre su supuesta apertura al diálogo para alcanzar la paz, junto con una serie de medidas anunciadas, poco meditadas, que no han satisfecho a las organizaciones convocantes, por considerarlas irrisorias.
Si bien la victoria no se concretó en la primera fecha como esperaba la coalición del Pacto Histórico, ahora la fórmula tendrá quizá un giro discursivo –con un enunciado emocional- para lograr ser la verdadera fuerza del cambio esperado, frente a la propuesta del empresario inmobiliario, Rodolfo Hernández.
Hace unas semanas la sala de cine de la Casa de la Cultura inició un proyecto para dar la opción a las y los niños de ver una filmografía diferente a la que se proyecta en las salas comerciales.
Definitivamente el mundo obrero y popular cambió. Este Primero de Mayo, en Quito, dos años después de ausencias proletarias en las calles por la pandemia por covid-19, hubo contrastes que envían un mensaje a la conciencia política del Ecuador del siglo XXI.
Fiel a las recomendaciones de organismos supranacionales como la UNESCO, el currículo ecuatoriano mantiene el formato de las áreas de conocimiento como Lengua, Matemática, Ciencias Naturales y Ciencias Sociales. Conservar esta división es insistir en que el hábito lector es jurisdicción del área de lenguaje y literatura. Nada más falso para un autodidacta, ya que este personaje no solo lee literatura sino otros temas. Nada más insultante para un autor de libros, pues los escritores indagan, dominan y mezclan muchas áreas de conocimiento. Cuando se leen libros se aprende de todos los campos, y es el intelecto el encargado de organizarlos y sistematizarlos.
"Son 33 pacientes por año los que fallecen en el Ecuador en la lista de espera”, explica con cierta apatía el doctor y médico cirujano Patricio Ortiz, director del Indot. La cifra parece menor en comparación con otros países y causales de muerte; sin embargo, ese número representa dolor, impotencia, esperanzas pérdidas y, sobre todo, una llamada que nunca llegó.
A medida que va avanzando el proceso constituyente en Chile, a través de la aprobación de distintas normas en el pleno de este inédito órgano democrático, la ansiedad, preocupación e incluso terror de algunos sectores más conservadores de la sociedad chilena no se han hecho esperar, uno de ellos, ha tenido una fuerte visibilidad en el último mes en la prensa oligopólica chilena, como es el caso del grupo llamado Amarillos x Chile.
El ataque militar de Rusia contra Ucrania comienza a marcar un nuevo orden en la política internacional, con tres grandes potencias compitiendo por posiciones de supremacía y control que amenazan la hegemonía de Estados Unidos.
La incorporación de más insectos a la dieta humana podría combatir el cambio climático y ayudar a alimentar a una población mundial en crecimiento. En América Latina, este futuro alimento ya está aquí y tiene profundas raíces ancestrales. Pero, ¿pueden los activistas culinarios luchar contra el escepticismo y cambiar el paladar de las y los latinoamericanos a tiempo?